Tenía la certeza de que sus ojos eran azules cuando lo vi por la espalda salir del lugar.
Sabía que, tal vez, escondía marihuana en el último cajón del closet.
La media noche de sus ojos me dejaron sin palabras.
Eran los ojos más oscuros y más bellos que jamás había visto.
Estaban cargados de emociones fuertes, tal vez odio, tal vez amor.
Abandono.
Sí supiese dibujar no podría plasmar la belleza de su mirada, profunda y cargada de sentido.
Había sido como si viese a través de su alma, como sí la oscuridad le diera poder.
Me senté pacientemente a esperar su regreso.
Espere bastante.
Su regreso fue como... Luz cargada de oscuridad en el lugar, luz oscura, luz fría.
Me encantaba.
Podía sentir sus ojos recorriendo el lugar, buscando algo, alguien que le agradara.
Baje la mirada esperando que no se hubiese percatado de mi atrevimiento.
Caminó lentamente hacia mi. Retiró una silla y se sentó frente a mi, respirando profunda y lentamente.
–Haz estado mirándome.
Su voz era grave y ronca, pero acariciaba las letras de una manera nueva para mis oídos.
Asentí de manera tímida.
–¿Y te ha gustado lo que ves?
Me lo imaginé encarnando una ceja, con una sonrisa torcida pero, al levantar mi sonrojado rostro, me di cuenta de la incredulidad que reflejaban sus ojos oscuros, parecía no saber el poder de su perfil griego, lo ancho de sus hombros y la manera en que el cabello le caía despreocupadamente.
–Eres bello...–Mierda. –Uhm, perdón. Tienes los ojos más oscuros que he visto.
–¿Bello?
–Lo siento.
–¿Qué sientes?
–Que esta es la conversación más rara que he tenido.
–No pretendía hacerte incomodar.
Se levantó y se fue.
Abrí la boca para decir algo pero lo olvide al instante.
He rebuscado en mi mente las palabras que quise decirle.
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Donde los Escritores van.
Romance¿Para quién escribimos los que no sabemos a dónde ir? ¿Nos leen? ¿Qué pasa sí nunca lo hacen? A veces hay que tener miedo. Pero, ¿a quién le escribo si no es a mí? Foto por Ana Gabriela Zárate Rábago. Instagram: @anagabriela_zr