Donde los Escritores van.

El chico de mis sueños.

Quizá no recuerde la primera vez que cruzamos mirada.

Dos años atrás, a través de luces, humo, sudor y cuerpos moviéndose contra otros.

Él sonreía y hablaba sobre el estruendo de la música.

Me encontraba casualmente ahí, moviendo las caderas queriendo dejar atrás nombres y recuerdos.

Con los ojos cerrados y las manos en alto.

Soñando despierta.

El sueño no duró lo que quería, como buen sueño que era.

Al mirar a mi alrededor, un par de ojos se cruzaron con los míos, ojos oscuros y serenos, profundos y bienintencionados.

Mantuve la vista fija, temía que desapareciera, aún si parpadeaba o descuidaba un momento su presencia.

Estaba tan ahí, tan en él.

Con los hombros temblando a pesar del calor acumulado en el lugar y el corazón resonando en mis oídos.

Quería hablarle y enredar mis dedos en sus peinados cabellos media noche.

Comprobar sí su piel era tan suave como lo suponía, saber sí su voz era dulce y fuerte como ya la escuchaba en mi mente.

Me atreví a cerrar los ojos imaginando su voz diciendo mi nombre, sus manos recorriendo mi cabello y su aliento en mi cuello.

El miedo me inundó las venas y abrí de golpe los ojos, esperando no volver a verlo de ésa manera tan real.

Pero estaba ahí, observando sin parpadear mis fallidos intentos de bailar.

¿Es posible anhelar unos brazos que nunca has sentido?

¿Extrañar una piel desconocida?

¿Escuchar una voz poco familiar y respirar como sí fuese él?

Tal vez sea que me enamoré, tal vez no dure hasta mañana.

Pero creo que nosotros, los que nos enamoramos de las miradas, podemos saborear besos que jamás llegarán a ser.