Me había besado. No ahora, hace unos meses, quizá sean muchos. Pero lo recuerdo y la piel se me eriza y el corazón palpita a velocidad de conejo.
Me había dicho cosas que le dolían, confesado lo inconfesable.
Me había enseñado tanto y aún tengo la esperanza de volverle a besar. De seducirlo y decirle que lo deseo. Escuchar mis palabras favoritas en sus labios:
Sólo eres tú.
¿Qué sí miente? Le creo, o tal vez no lo hago, pero me gusta. Me gusta que tenga más valor que yo, que le sobren ganas de fumar, que me prefiera aunque tenga cien a sus pies.
Que me haya sido fiel sin necesidad de ser algo.
Que me odie y no me sostenga la mirada. Sus respuestas secas y me haya dejado de sonreír.
Que haya empezado a verme cuando no me doy cuenta.
Te prefiero a ti.
Sus palabras.
Oh, sus palabras.
Sus besos.
Oh, sus besos.
Sus ganas.
Oh, quiero que sean sobre mi cuerpo.
El humo de sus cigarros.
Lo deseo enredándose en mis cabellos.

ESTÁS LEYENDO
Donde los Escritores van.
Romance¿Para quién escribimos los que no sabemos a dónde ir? ¿Nos leen? ¿Qué pasa sí nunca lo hacen? A veces hay que tener miedo. Pero, ¿a quién le escribo si no es a mí? Foto por Ana Gabriela Zárate Rábago. Instagram: @anagabriela_zr