Trece.

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Algunos dicen que trae mala suerte.

Otros, que es cosa de creencias.

Es un número necio,

una fecha terca.

Porque ni pintándola de día se alumbra un poquito.

Siempre regresa a su negro habitual.

Quizá antes era un número feliz,

una fecha sonriente.

Con el azul haciendo espirales sobre su cabeza.

Y con el rojo sin salir de su ser.

Pero a todos nos lastiman,

¿no es así?

O, tal vez, no todos somos tan desafortunados.

No a todos nos toca abrazarnos en un intento de manter todas las piezas juntas.

O las piezas que queden.

Porque las fechas nos las quitan,

una por una, y sin piedad.

Y terminamos por volvernos rompecabezas incompletos,

de esos que tiras u olvidas.

Ojalá, querido lector, tu tortura no sea un número con mala fama.

Ojalá no sean unos ojos bonitos y un olor marrón cálido.

Ojalá lo tuyo sea el sol y caminar bajo la lluvia.

Espero,

de verdad,

que tú sepas como recuperarte de una desilusión.

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