Última vez

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Muevo mis pies a ras de piso. Hoy un fue un día agotador ¿O una semana agotadora? ¿O tres mes agotadores? En cuanto mis rodillas golpean la entrada de la cama dejo caer mi cuerpo hacia delante, dejando que se hunda entre las sábanas. Las ganas de desaparecer por un momento vuelven a rondar por mi cabeza, pero como esperaba son interrumpidas una vez por el teléfono. Con evidente molestia lo quito del bolsillo de mi pantalón, la vibración allí abajo es bastante incómoda. Y aquí vamos una vez más.

—¿Ahora qué?

—¿Tom?

Con las fuerzas de mi brazos levanto torso y con rapidez acomodo mi cuerpo para quedar sentado sobre mis pies. ¿Ella?

—¿_______?

—Yo... —guarda silencio.— lo siento, he marcado por error.

—No, espera yo...

—Disculpa.

La línea me anuncia que la llamada ha finalizado dejándome con las palabras en el aire, tal como pasó hace un mes atrás.

60 días antes...

Las flores que han dejado mis padres siguen intactas junto a su fotografía. La brisa mueve mi cabello con fuerza cubriendo mis ojos, perdiendo la imagen. Cuando comienzo a mover mi mano para moverlo, las manos de él me interrumpen ayudándome a ver nuevamente.

—Estas creí que podrían gustarle —me dedica una sonrisa.

— ¡Sam! —reacciono al observarlas.

— ¡¿Qué?! —pregunta asustado.

—¡Compraste orquídeas!

—¿No le gustan? —continúa asustado.— oh lo siento, por favor no vengas a jalar mis pies -dirige la vista hacia la fotografía de mi hermano.

No puedo evitar reír.

—No es por eso —continúo riendo.

—Oh gracias a Dios. Entonces ¿qué? —frunce el ceño.

—Cuestan bastante dinero, ya he te dicho que no gastes más.

—Ya vas con eso otra vez. Estoy seguro de que si él estuviera aquí ya te hubiera regañado.

—¿Quieres que te venga a jalar los pies?

—No —me observa preocupado.

—Entonces deja de gastar dinero en mí.

—Que engreída. Este dinero fue para tú hermano.

—Sam...

—Ya, déjalo.

—S...

Su mirada fija en mis ojos me frena. Está bien, no más regaños para Sam.

—Iba a decir que te quiero.

—Si claro —ríe.— he aprendido a conocerte.

—¿Puedes sentarte ya? Me está cansando mirarte hacia arriba.

La sonrisa permanece en su rostro, mostrando lo orgulloso que se siente por irritarme, pero como suele hacerlo, termina acatando a mi solicitud.

—Eso lo tienes que hacer siempre.

—Ugh.

La risa vuelve a escapar de sus labios. Mientras que, en mí, sólo se escapa un suspiro, el mismo que me impulsa a posicionar mi cabeza en su hombro.

Sam cesa su risa, y deposita un beso en cabellera.

—Estas cansada, ¿quieres que vayamos a casa?

Cuando seas mía // Tom Holland & túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora