Capitulo 53 - Lista imaginaria de cosas por hacer

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Mis ojos no se despegaron de la puerta principal como por 30 minutos enteros, sin exagerar. Movía mi pie derecho a un compás imaginario de manera exasperada, mientras que un montón de conclusiones y pensamientos cruzaban mi mente como estrellas fugaces. Ely no haría eso, no prometería ir a cenar y no aparecerse; eso es tan "no ella". Seguía mirando hacia la puerta cuando mi madre pasó por quinta vez entre la sala y la cocina, yendo a terminar la cena que siendo sincero, me importaba poco. Esta vez, se detuvo frente a mí entre la puerta y mis ojos, sacándome del pequeño trance en el que estaba sumergido. Levanté el semblante, y ella me miró con cariño mientras ocultaba sus brazos con el trapo de cocina debajo de su regazo. Su mandil amarillo tenía una mancha purpura.

- Woow... - susurró. - En verdad te gusta esta chica. - ¡¿Qué?! Puse los ojos en blanco y la miré insistentemente, para que fuera al grano. - Ella llegará, cariño. Me lo prometió a mí; no se que le hiciste para que se haya enojado, pero debes arreglarlo; Ely vale la pena. - Y, ese era el problema.

Elizabeth valía tanto la pena, que me intimidaba. Era tan diferente, tan única, fuera de lo común, fuera de lo que alguna vez hubiese conocido; ¿Cómo asegurar que haré las cosas bien con ella? ¿Cómo no equivocarme? "Ya lo hiciste, Max" habló una malhumorada voz en mi subconsciente; 'Decirle que besa como caballo no fue un buen comienzo, idiota'. Cerré los ojos, era demasiado castigo a mí mismo, aunque me lo merecía.

Pero... esa había sido la mentira mas grande que había hecho. ¡Por favor! El beso con Ely fue... exquisito. Recorrió como una bala todos los rincones de mi cuerpo, activándolo de una manera en que solo ella me había hecho sentir. Los cabellos de mi nuca se erizaron, y el tacto de sus suaves labios sobre los míos era un castigo embriagador. Era un beso que, tras un cierre, ameritaba otro final, tal vez una dulce mirada, un "te quiero", o simplemente otro beso mas duradero... todo menos "Besas como caballo".

Miré hacia la puerta una vez más. Para cuando volví a levantar la vista, mi mamá ya estaba en la cocina hablando con alguna amiga suya por teléfono, y yo estaba solo otra vez. Dios, ¿Cómo supo qué Ely y yo estábamos enojados? chasqueé la lengua, cuestionándome; ¿Será que La señora Metiche Verstappen alguna vez podría dejar de meterse a la vida de sus hijos? Así había sido desde que tenía uso de memoria, hostigaba tanta atención de su parte. "Lo hace para protegerte," me dijo Ely cuando le planteé las situaciones. Si, me quería proteger, pero tal vez no lo hacía del modo apropiado. Bufé nervioso, mientras que mi pie se seguía moviendo y mis manos estaban sudorosas. ¡Maldita Victoria! Miré al reloj sobre el espejo lateral, eran las 7:34pm, ya deberían de haber llegado hace 14 minutos como ella dijo.

Pero entonces, por fin lo escucho. El sonido de la puerta abriéndose junto a la atolondrada voz de Victoria que relajo mis nervios. Lo primero que veo, son los ojos de Elizabeth, la cual me mira con indiferencia, una indiferencia casi cardíaca.

Verla me hacía sonreír. Verla tan indiferente hacia mí, era mi perdición.

Sentados en una misma mesa, Daniel, Caroline, Victoria, Bruno (su prometido), Ely, mi madre y yo. Me mantuve en silencio toda la cena, mirando a Ely a travez de mis pestañas de vez en cuando. Ella reía junto a Victoria, y alagaba a mi madre por la comida que raramente, ella había querido cocinar y no mi nana. Su actitud me resultaba inquietante; ¿No tenía ni una pizca de sufrimiento? ¿Dolor? Sí, sonaba bastante egoísta, pero es que verla tan fresca cuando yo moría por dentro era insoportable. 'Ella no se equivocó, M'ax - reprochó mi mente - 'fuiste tú.' Fui yo. Mierda.

- Veo que tu y Victoria se llevaron excepcionalmente bien. - dice mi madre mientras sostenía un pedazo de papa horneada en su tenedor y lo movía como un avión mientras hablaba. Victoria sonrió, y Ely se enrojeció sonriendo apenada.

- Creo que somos compatibles. - Habla mi hermana. - Es lindo tener una cuñada por parte de mi hermanito mas pequeño. - Mirándome, hacía como si le estuviera hablando a un bebé. Yo bufé, y miré hacia mi plato. No estaba ni siquiera listo de verla a ella después de nuestra platica en su casa, una platica que resultó más incómoda de lo que alguna vez pudiera haber llegado a sospechar.

Levanté la vista, y descubrí qué Ely ya me miraba fijamente, de un modo que no pude descifrar. Una sutil y pequeña sonrisa se centró en mis labios, pero ella se quedó igual de inexpresiva. Después de eso, miró hacia mi madre.

- Tuve la oportunidad de conocer a su hija menor, ¿Jennelle? - Comentó Ely en un momento descabellado. ¡Oh Mierda! No se suponía que podía decir eso. ¡¿Con qué fin lo hizo?! Todos los presentes en la mesa, a excepción de Ely y Victoria obscurecieron su mirada, y se quedaron callados después de ese comentario. Mi madre la miraba con unos ojos temblorosos, sin saber que pensar sobre ese tema exactamente. Tantas malas cenas... esa podría ser añadida a esa larga lista de incomodidad después del comentario de mi... de Elizabeth. - Tengo que decir que fisicamente es idéntica a usted. - Sonrió, y mi mamá le devolvió la sonrisa mas sincera que pudo, mientras que estiraba su mano y tomaba la mano de Daniel a su lado, casi como si esperara que mágicamente mi amigo tuviera pelo largo y que le dijéramos Jenn de cariño.

- Oh, no tienes idea... - masculló receloso Daniel.

- Callate, idiota. - contesté casi como un reflejo, capturando las miradas de todos en la mesa, incluidas entre ellas Ely. Mi madre, particularmente puso sus ojos en blanco, y yo me encogí de hombros, volviendo la vista a mi plato.

- Dan, ella hablaba fisicamente... - susurró ella. - Pero querida Elizabeth, si conocieras a su padre sabrías que es toda él. - sonrió, casi con cariño. Yo sentí una entera repulsión ante ese adjetivo... papá.

No pude ocultarlo. Después de eso mi respiración se volvió irregular, inhalando exageradamente por mis fosas nasales. Sentía tanto odio, tanto rencor... Con la simple mención de su nombre me daban ganas de golpear algo con todas mis fuerzas. Refunfuñé un par de veces, y bufé otro tanto. No fui consiente de qué Ely me miraba sin comprender nada, hasta que literalmente aventé el tenedor al plato. Todos se callaron, solamente se escuchó el sonido del aluminio contra el plato de cristal. Un silencio casi asesino llenó la habitación, mientras que chasqueaba mis dientes. Miré a Ely otra vez, y ella me observaba casi con entendimiento. Mierda, ¡¿Cómo es que podía hacerlo?! Se notaba preocupada, preocupada por mí, mientras que yo lo único que había hecho era lastimarla casi a propósito. Mierda... no sabía que era peor, si que estuviera enojada y no me quisiera hablar, o ver cómo aun después de todo lo que le hice seguía preocupándose por mi. Era demasiado para mi cabeza en una sola tarde.

- Se me quitó el apetito. - sin mas, me levanté de la silla, haciéndola rechinar contra el piso, y sin nada aparte de mi coraje salí hasta el patio.

Quería gritar, romperle la cara a alguien - tal vez a Daniel, siempre tengo ganas de romperle la cara a Daniel- o simplemente salir corriendo en mi moto otra vez, lejos de mi familia, lejos de ese hombre, lejos de Bélgica, lejos de cualquier recuerdo de mi pasado de mierda.

Miré hacia el cielo; a diferencia de otros días, las estrellas brillaban con intensidad después de un día casi sin nubes... eso es raro en Bélgica. Llevé mi mano hasta mi cara, intentando relajarme. Que mierda era todo esto, ¿No?

Pero había algo bueno dentro de esa loca situación: Elizabeth. Me senté en medio del asfalto frío, y seguí mirando hacia el cielo, pensando en todo lo que me había pasado recientemente. Si mi papá no hubiera sido tan enfermo como para hacer lo que hizo, y si Alice jamás me hubiera engañado, no hubiera sentido repulsión hacia Bélgica. Si no hubiera sentido asco hacia el gran país Bélga, entonces jamás me hubiera decidido a abandonarlo todo para despear mi mente contra mi moto. Si no hubiera querido correr en dos ruedas por todo el mundo nunca hubiera llegado a Italia. Si nunca hubiera llegado a Italia, nunca hubiera chocado frente a la casa de los Bartolinni. Si nunca hubiera chocado frente a la casa de los Bartolinni, nunca hubiese conocido a Elizabeth. Algo dentro de mí se calmó, y se inquietó al mismo tiempo, mientras me preguntaba ¿Qué es lo que sigue en esta lista interminable de Si hubiera y Si No hubiera? Un escalofrío me recorrió por completo de solo pensar en las posibilidades. Yo no quería posibilidades, solamente quería a Ely.

Si... solo quería a Ely. De algún modo, supe lo que tenía que hacer a partir de ese momento: Conquistar a Elizabeth Lanteige era lo primero en mi lista imaginaría de "Cosas importantes por hacer". 

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora