Capitulo 47 - Sal y Pimienta

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¿Cabalgar a caballo? El debía de estar en otra sintonía opuesta a la de la cordura. ¿Cuando en su sano juicio pensaría el que si no patino en hielo, voy a querer arriesgarme a cabalgar? ¡Ja! Demente... 

- No. - inconscientemente di un paso retrocediendo. Max giró entonces y me miró intrigado. - No pienso subirme a ese monstruo.

- No dramatices... - habló Max en tono lastimero. - Mira, tu montarás a Sal, y yo a Pimienta. Sal es mucho más tranquilo y amigable; pimienta es como una yegua loca. - 'Yegua Loca', esas palabras resonaron en mi cabeza.

- ¿Joven Max? - el señor con traje ridiculo cuestionó. Yo simplemente me detuve mirándolo, mientras que el tragaba gordo.

- ¿No te atreverías a intentarlo? - negué inmediatamente, tan inmediato que hasta me arrepentí. ¿Tan canalla era? Si, pero... minimo podía disimularlo. Max me miró con tristeza, y bajó su mirada al suelo y tierra, mientras que el hombre de traje carraspeaba su garganta, llamando la atención de ambos.

- ¿Desmantelo los caballos, Joven Max? - el "Joven Max" (que ridiculo) se quedó callado, y se mordió el labio mirando a pimienta. Me sentí mal por un instante, ser tan... tan ¿amargada? ¿Indispuesta? ¿Así conseguiría algo?

- Tengo una idea. - Max sonrió estirando ambos extremos de sus labios. Supe que no me había librado de los caballos, en lo absoluto.  

- Sostente fuerte, ahora subiré yo. - dijo el, riendose aun de mi cara de perica asustada cuando me subí al gran dorso de el gran "Sal". Jiulo se había llevado ya a Pimienta, ofreciéndole una zanahoria; al parecer le gustaban mucho las zanahorias.  

La 'brillante' idea de Max pareció solamente empeorar las cosas: Subirnos ambos a Sal me asustaba hasta mas que el hecho de cada uno en su propio caballo. Max le había pedido a Jiulo que quitara la manta sudadera que tenía encima, dejándolo solo con la silla de montar. 

Tomé al caballo de las riendas intentando relajarme un poco, alejando la riguidéz de mi cuerpo lo mas posible, sin embargo mis manos estaban un poco engarrotadas. El caballo refunfuño, y yo tan solo temblé en silencio por el miedo. Vamos, Sal... Sal no puede ser tan malo.  

Según Max él era "tranquilo", aunque cuando comenzó a crear fricción entre sus pesuñas - creo que se dicen pesuñas - y la tierra, comencé a dudarlo. De repente Pimienta se veía un poco mejor.

- Subiré a la cuenta de tres, ¿Está bien? - dijo Max mirando hacia el caballo, el cual movía su cola como si disfrutara de mi sufrimiento. En ese momento todos disfrutaban de mi sufrimiento. Bueno, al menos eso era lo que yo sentía.

-Max...

-Uno...

-¡Max!

-Dos...

-¡Max no!

-¡Tres!

Max colocó su pie izquierdo en el estribo, y se impulsó tomando el cantle. Yo me incliné hacia el frente, mientras que él con mucha destreza se sentaba detrás de mí. Para cuando abrí los ojos, Max ya estaba totalmente acomodado, sus piernas alrededor de mi cuerpo, y tenía sus manos a mis costados. Tomó las riendas, y el caballo comenzó a zapatear sobre sí mismo, alzando polvo del suelo. Yo me mordí el labio y apreté la lengua para evitar gritar, sin embargo me anclé de hombros y cerré los ojos.

- ¡Tranquilo Sal! ¡Tranquilo! - Max haló de las riendas, tomando el control total del caballo otra vez. Sal se quedó quieto, y Jiulo se acercó al lomo del animal acariciando su melena negra.

- ¿Pasearan hasta el lago de Luna? - preguntó elevando su vista hasta Max. Éste ultimo miró hacia el cielo pensativo, y observó una esponjosa nube que se veía a la lejanía.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora