Capitulo 67 - Buon Viaggio, vi vogliamo bene. El fin del verano

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— Según sé, llegaré a eso de las 5 de la madrugada. — Dije mientras echaba un vistazo al boleto de avión, justo sobre mi cama.

Sentí el <<famoso>> nudo en la garganta antes de voltear e intentar olvidarme de esa sensación.

Regresaba a casa; todo se había acabado.

Cerré los ojos con fuerza, y tragué gordo deshaciéndome de aquel sentimiento nostálgico que sentía en la boca de la garganta.

— Perfecto, ahí estaré.

— Puedo tomar un taxi, ya estoy bastante grandecita. — Intenté bromear. Ni siquiera sonreí.

— No me importa, Ely-Jelly. — Ronny rió al otro lado del teléfono.

Caminé a pasos pesados y lentos, y llegué al borde de mi cama. Me senté con delicadeza en el colchón, y eché mi cabeza hacia atrás, mirando hacia el techo. Suspiré sintiendo como llenaba mis fosas nasales, y después deje todo salir.

— Iré por ti, fin de la discusión. — Rió sin felicidad al otro lado de la linea, y yo viré hacia la derecha, solo para observar mi reflejo viéndome a través del espejo del tocador.

Me veía tan diferente.

Ya no era la misma Elizabeth que había llegado unos meses antes a Italia, frustrada, enojada con la vida. Aquel tiempo lejos de América me había dejado más lecciones de lo que me había dado la vida a lo largo de 18 años.

Había aprendido a perdonar, aunque tal vez aún no lo había hecho aún. Aprendí a no juzgar un libro por su portada, y a no forzar las cosas; lo espontáneo es lo que mantiene vivo un momento, y lo que hace que un recuerdo sea aún mas memorable. Inolvidable recuerdo era el que me llevaba: el recuerdo del amor. Haber probado el extasís del enamoramiento era lo que más agradecía, aunque de haber volado tanto hubiera caído desde el climax de mi felicidad.

Caer ya no parecía tan importante. Habían sido tan buenos momentos, tan placenteros, que aquellos malos se vieron opacados por la felicidad. Sí, dolía, y dolía toda una vida. Pero ante todo, se tiene que agradecer.

Mirando a través de la ventana, agradecí a Max, y a sus besos. A sus caricias, y a sus palabras a mi oído. Agradecí cada segundo que me hizo enojar, reír, y enamorarme poco a poco de él. Y agradecí que me rompiera el corazón. Por qué al menos ahora sabía que esa experiencia ya había sido sobrellevada... más o menos. La sobrellevaría, lo superaría. Y continuaría con mi vida, y con el dulce recuerdo de él en mi piel.

Oh mierda.

— Ely... ¿Sigues ahí? — Sacudí la cabeza regresando a la realidad, y parpadeé un par de veces, solo para asegurarme de estar en la realidad y no en un espejismo que mis ojos habían querido ver.

Encontré mi garganta seca. Elevé mi mano hasta mi rostro, y descubrí lágrimas. Estaba llorando, y ya no parecía importarme. Aquél día sería momento de luto, ya que ahí en tierras de costas mediterrianas enterraba cualquier sentimiento, para llegar a Boston fría y lista para la universidad. Era lo único que quería pensar.

— Sí, disculpa. — Me separé un poco del teléfono, y respiré profundamente. Escuché el vibrar de la voz de Ronny, aunque no supe lo que decía. Respiré hondo, y llevé el teléfono a mi oído otra vez, un poco más relajada. — Entonces, ¿A las cinco?

Mirar a los ojos de mi abuela me resultaba un poco complicado. Ella no lo quería mostrar, pero no quería que me fuera.

Me sentí un poco <<muy>> mal por eso, ya que podía quedarme. Podía estar en Italia hasta el final del verano, y regresar justo una o dos semanas antes de iniciar mis clases otra vez, pero no podía soportar pensar en que Max estaba viviendo a unas cuadras hacia el centro, tenerlo tan cerca y no poder estar junto a él. Tenía que ver por mi, y aunque me doliese el hecho de dejar a mis abuelos solos otra vez, no podía con el pesado sentimiento y miedo de encontrarme con "La perfecta Alice" y Max caminando de la mano nunca más.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora