Capitulo 38 - Ni tiempo, ni espacio

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¿Celos? Já, ¿Yo? ¿Celoso de Gale por Ely?

Mi cabeza comenzaba a dar infinitas vueltas desde el instante en que Ronny había dicho santa disparatada. No estaba celoso, no podía estarlo ya que, lo quisiera o no, Ely y Gale eran mis amigos, y estar celoso significaría que...

Dejé de pensar; ni siquiera deseaba que ese pensamiento fuera analizado en mi cabeza. No, no podía sentir celos por Ely, por que eso equivaldría a una conclusión que sería mas o menos de... que me gusta Elizabeth. Eso no podía ser verdad.

Con la cabeza esa un lio entré a la cama, procurando descansar. El día siguiente sería tedioso, cansado, nervioso y caótico por distintos factores, tales como pasar quien sabe cuantas horas en un avión, sentado junto a una chica con la que habían ocurrido una serie de hechos que generaban que mis nervios crecieran, así como también la idea de encontrarme a mi molesta, aturdidora y muy-metiche familia de nuevo. Mi familia... Oh, eso era un tema que ni siquiera valía la pena tocarlo. Solamente estaba haciendo ese sacrificio por mi hermana Victoria, de ahí en fuera, cero.

Cerré los ojos procurando dormir, aunque algo me decía que esa noche no me sería tan fácil como otras veces.

<<Elizabeth Lanteige>>

Abracé fuerte a mi abuelo, impregnándome de su olor a pipa y menta. El soltó una minúscula risa, y se separó de mi abrazo dándome pequeñísimos golpes en los brazos. Me sonrió, una de esas sonrisas que sabes recordarías por siempre. Sonreí también, y suspiré mirando hacia el suelo.

Max se acercó a mi hermana para despedirse, y justo después a mi abuelo, el cual le dio una palmada en la espalda, y musitó a un volumen apenas audible "Cuídala, muchacho". Max asintió, y yo rodee los ojos sin que nadie lo notara; no necesitaba un niñero. De hecho, lo primero en la lista de hacer en Bélgica era salir corriendo de la vista de Max, y poder olvidarme de todo el drama. Sí, eso sería fácil....al menos, eso creía.

Una voz femenina se escuchó por todo el aeropuerto de Conelly; alcé los hombros, era hora de irnos.

Lo segundo que recuerdo, fue caminar al lado de Max por ese estúpido túnel que te llevaba hacia la zona de abordaje. Eso sería posiblemente un delirio.

El olor a Avión - según yo tenían olor - entró por mis fosas nasales, creando en mí una sensación de extrañes mas rara de lo normal. No era algo con lo que pudiera identificarme, sin embargo era bastante familiar, como cuando llegas a una ciudad totalmente nueva y sientes que hasta el oxigeno que respiras es diferente. El viaje hasta el momento había sido bastante incomodo. Max y yo no habíamos intercambiado grandes comentarios, se sentía la tensión, y para terminar de arruinar el momento, la maldita aeromoza que nos tocó del avión de Venecia hacia Bruselas no paraba de ofrecerle a Max "agua". O "Maníes", o "Un refrigerio". Esa era demasiada "atención"... Sí, estaba celosa de esa mujer. Sin embargo, me reconfortaba el saber que Max estaba tan ignorante a ese hecho, pensando simplemente que en aquella aerolínea contaban con un gran servicio de atención. Sonreí victoriosa al ver lo indiferente que Max le era a esa chica de piel avellanada y ojos verdes.

- ¿Quieres? - preguntó Max después de dos horas de completo silencio, él en sus audífonos y yo en mi libro. Él extendió en una bolsa lo que parecían ser galletas.

-¿Son de...?

- No, no son de chocolate. - me interrumpió, y yo lo miré sorprendida. - Se que no te gusta. Son Vainilla y canela. - emití una media sonrisa, y metí mi mano en la bolsa tomando apenas una pequeña galleta. La llevé a mi boca y mordí apenas un minúsculo extremo, mientras que lo veía a él, el cual miraba dentro de la bolsa. Se veía tan... Divino.

- ¿Sucede algo? - pregunté de repente. Max sabía la verdadera pregunta detrás de ese sigiloso cuestionamiento; ¿Sucede algo... Conmigo?

- Nada. - dijo elevando la voz, y actuando indiferente. Me sentí estúpida entonces, y sin mas me dediqué a ver las esponjosas nubes que sobrevolábamos. Por el color amarillento que estas estaban obteniendo, no dudaba en que no faltaría mucho como para que anocheciera. Max suspiró, y yo tan solo quise enfocarme en relajarme, y olvidarme de todo por unos minutos.

De repente, me quedé dormida.

...

Despertar en sus brazos fue el mejor sueño que había tenido. Claro, había sido todo un sueño, ya que de hecho él estaba lo mas alejado posible de mi, casi como si me tuviera miedo... yo también lo tendría si invirtiéramos los papeles y el fuera el que me hubiese besado estando yo totalmente embobado por alguien mas. En cierto sentido no me sorprendía en lo mas mínimo su actitud, pero si dolía, y lo hacía de un modo muy intenso y grande.

Estiré mis brazos levemente, mirando cómo Max refunfuñaba en sueños. Sonreí, y suspiré... que estúpida soy. Max era posiblemente uno de los chicos más apuestos que había conocido en mi vida, ¿que pusiera sus ojos en mí, teniendo a Santas bellezas como Pauly o Sarah alrededor? Debía de estar mal de la cabeza o algo. Cabizbaja, miré hacia mis manos entrelazadas en mi regazo; ¿Era quizás el poco valor que me tenía a mí misma? En Boston me había tocado ver a chicas no muy agraciadas con los más guapos de la escuela; ¿Sería por eso? ¿Porque eran seguras en sí mismas? ¿Porque la final no les importaba si se veían un poco pasadas de peso, si no tenían la mejor sonrisa, u ojos verdes o pelo rubio? Me sentí débil; si era por eso, entonces terminaría perdiendo. Mi seguridad en mi misma era tan verdadera como Papá Noel... No existía. Miré a Max una vez más, y sonreí. En ese momento, solo en esa clase de circunstancias podría mirarlo por horas, y horas, y horas, sin que él lo notara. Jamás se daría el tiempo ni el espacio para poder mirarnos mutuamente de un modo que volviera a mi corazón exasperado.

Después de eso, se escuchó una voz masculina anunciar la llegada a Bélgica.


Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora