- Elizabeth Lanteige-
Mis piernas estaban engarrotadas sobre las suyas, y con mi mano en su pecho podía sentir cómo su corazón latía a un ritmo calmado y lento.
La pesadez en mis ojos no me permitía abrirlos, pero algo exterior quemaba mis párpados como un rayo láser; parpadeé un par de ocaciones, antes de que la luz mañanera que entraba por la ventana me quemara los ojos, y los cerrara otra vez, ocultando mi cara en su pecho.
Escuché como Max ronroneó, y me estrechó más hacia él. Me sentí plena e infinita
- Buenos días - su sensual, grave y ronca voz me saludaba. Me retorcí un poco más en la cama, pero no pude hacer mucho; los brazos de Max me retenían con fuerza, como si nunca me quisieran dejar ir.
Contesté.
Y qué buenos, en realidad.
En el instante en que le di la espalda al cuerpo de Max, pero éste me abrazó por la cintura y besó mi craneo, lo recordé todo de un golpe.
Mi cabeza daba vueltas; ayer se veía casi como una alucinación, un sueño. Sus manos sobre mi cuerpo entero, la cercanía de mi corazón con el suyo, nuestros cuerpos sincronizados, listos para sentir y entregarse a pleno.
Estando ya a la mañana siguiente podía aún sentir aquel brinco que mi corazón dio unas quinientas veces anoche, cuando él me besaba o él me tocaba, o cuando él... Cerré lo ojos con fuerza. Había sido maravilloso.
Me quedé allí, recostada, por lo que pareció una infinidad de tiempo. Mi mente daba vueltas, atolondrada, y mi corazón sentía un éxtasis tal que me era casi imposible concebir la idea de algo erróneo en aquella escena. Lo había deseado desde hacía tanto tiempo, que ya hasta el recuerdo del pensamiento estaba borroso.
Todo estaba bien; ni siquiera el momento del despertar era incordio. El entorno se veía alegre, y me sentía en una nube.
Todo era "demasiado" perfecto. Contra mi voluntad, eso me preocupaba.
Max dormía plácidamente a mi lado. En cierto momento me soltó, inundado en el sueño, y se giró sobre el colchón para terminar dándome la espalda. Escuché como bufaba, completamente dormido, antes de volver a suspirar sin ser consiente de lo que hacía. Sonreí, y me recosté boca arriba.
¿Qué estaba haciendo? Definitivamente nada de lo que la Elizabeth Lanteige en sus cinco sentidos haría. "Si Ronny me viera ahora..." cerré los ojos, no quería pensar en eso. No quería pensar en las consecuencias de nuestros actos, ni tampoco en cómo afectaría lo que habíamos hecho a terceros. Solamente quería mantenerme en esa nube vaporosa de felicidad que sobrevolaba todos mis estribos y que me dibujaba una genuina sonrisa que durante mucho tiempo había fingido. Solo eso.
Pero, claro, mi lado realistas, antipático y escéptico estaba arruinando todo dentro de mi cabeza.
Me había acostado con Max, cuando él tenía novia, vivía en París con ella, y yo vivía en Boston, al otro lado del mundo. Suspiré con pesadez, y llevé mis manos con las palmas abiertas hasta mi cara, odiándome por haber empezado a pensar en eso.
¡¿Qué mierda había hecho?!
Abrí la puerta con el máximo sigilo que pude.
Eso al menos hasta que Lucy me vio.
Se encontraba sentada al borde de una de las camas, con sus codos en las rodillas y sosteniéndose el rostro con ambas manos. Apenas escuchó el pequeñísimo sonido del rechinar de la puerta —jamás había rechinado antes, lo juro— sus grandes ojos verdes me encontraron como dos receptores. Se levantó en un salto, y caminó hacia mí a paso apresurado.
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Una escritora sin amor - (Max Verstappen)
FanfictionElla es una chica llamada Elizabeth. Con 19 años busca entrar a la universidad con una beca estudiantil para literatura, pero al descubrir que su beca ha sido reducida, se encuentra con un pequeño concurso de la misma institución que puede hacer que...