Capitulo 64 - Una última oportunidad

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Despúes del trauma y el shock de la carrera de ayer, podemos continuar con el trauma de aquí...sigamos sufriendo 

— Siempre supe que lo nuestro sería un error. — Admití, sintiendo como ella acariciaba mi cabello. — Siempre supe que al final, lo nuestro no iba a ser posible nunca. Pero... ¡¿Cómo pude ser tan tonta?!

— Te enamoraste, Ely. Nos pasa a todos. — Me consoló Lucille.

Me elevé recargando mis antebrazos en el colchón, y la miré. Podía sentir mis ojos hinchados y rojos por tanto llorar, y como mi inquebrantable moral se estaba yendo todo por el caño. Era una pesadez que jamás me había tocado sentir.

— Sabía que enamorarme iba a ser un mal paso.

— Enamorarse nunca es un mal paso; es solamente un paso más para seguir aprendiendo de la vida. — Me volví a recostar, recargando mi rostro en la ahora húmeda almohada de Lucy. Ella continuó acariciando mi cabello con compasión. — Ahora sabes lo que es un corazón roto, ahora sabes cómo se siente enamorarse, volar, y caer. Son experiencias que, aunque duelan, todos debemos de sentir para poder aprender a soportar otros dolores más fuertes.

Me quedé callada, y sollocé un poco más.

Sollocé mucho más; me había prometido a mí misma que aquella noche sería la única noche donde lloraría por Max. Después de ese día, ese tema estaría más que olvidado, enterrado, junto con mis sentimientos por él.

¿Por qué le tenía tanto miedo al amor? Por miedo a verme como mi hermana, cuando le rompían el corazón, o como mi madre, cuando una relación fallaba. Las veía sufrir, y verlas así me bastaba para tenerle miedo en lo absoluto. Aunque temblase con la simple palabra.

— Cuando regreses a Boston, todo mejorará. Te enfocarás en los estudios, y te olvidarás de todo esto.

Suspiré. No podía seguir así de triste, sollozando en la habitación de la posible única amiga verdadera que tenía. Necesitaba salir de ahí lo más pronto.

— ¿Cuándo regresas? — Me preguntó ella, mientras que yo me ponía de pie sobre mis gelatinosas piernas, e intentaba respirar algo profundamente.

— No lo sé. Ya terminé mi ensayo, podría irme en cualquier momento. — Me alcé de hombros, y di media vuelta, encontrándome con los ojos grandes y toscos de Lucy. — Te voy a extrañar. Eres una gran persona Lucy.

— Deja de hablar como si te fueras a ir esta misma tarde. — Lucille bajó su rostro hacia el piso, y observó sus zapatos. Hizo una mueca, y levantó la vista en un suspiro. — Es increíble como todos tenemos oportunidades diferentes, ¿No?

— ¿A qué te refieres?

— Tu, por el simple hecho de ser Americana, tienes mil veces más oportunidades que yo de vivir. Bueno... — frunció el entrecejo— no americana, si no vivir en Boston. Yo, por ejemplo, me tengo que quedar estancada aquí, con el negocio familiar. No hay lugar donde pueda viajar; toda mi familia es de Nove, y ellos jamás me permitirían hacerlo sola. — Elevó su mano derecha, y colocó un mechón de su cabello detrás de la oreja. — Aprovecha las oportunidades; las que tú tienes son únicas.

— Suena como si creyeras que Boston es el paraíso. Es más bien una jungla. — Lucy rió, y yo la miré con añoranza. Si, extrañaría el modo en que podía hablar con ella sin preocuparme de nada. Era una de las 3 personas con las que podía ser yo misma todo el tiempo, a todas horas. Bueno, tal vez limitaba mucho mi lista, pero es que realmente esas personas eran escasas.

Entonces, mi mente se iluminó en una idea.

— ¡Ven conmigo a Boston!

Camino a casa de mis abuelos, sentía que mis nervios habían disminuido en, quizás, un 60%. Aun así, cuando me di cuenta de que me encontraría con él al llegar a casa, en un abrir y cerrar de ojos tenía un nudo en la garganta que impedía hasta tragar saliva. Miré sobre la colina, escuchando el sonido de las olas chocas y el olor a tierra mojada. El sol de las 4 de la tarde chocaba contra el pueblo de Nove de un modo ensordecedor, pero tal vez era tanta mi insistencia en el nervio que ni siquiera me había dado cuenta.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora