Capitulo 81 - Adiós Paris, hola Italia

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El departamento tenía una iluminación pobre. El claxon de algunos camiones de carga de escuchaban lejanos, mientras que yo mantenía mi rostro oculto entre la tela de las almohadas.

Alice había regresado a Paris para continuar con su trabajo, y yo me encontraba despechado en el departamento de Daniel.

En casa la mayoría de las cosas era un desastre: Mi padre había salido del hospital después de cinco días internado; Victoria y Bruno habían estado arreglando todo para la llegada de papá a la casa, sin embargo, el arribo sorpresa de Jennelle nos tomó a todos desprevenidos. Llegó nerviosa, simplemente preguntando por papá, y su estado de salud. Ni siquiera habló con él; intercambió palabras con Bruno y Victoria, y después de eso desapareció por las grandes puertas otra vez.

Agradecí no haber estado ahí para verla. Se me hubiera formado un nudo en la garganta, y las palabras de Ely hubieran hecho un remolino en mi cabeza; hubiera querido decirle todo lo que Ely le dijo a mi hermana, pero no iba a ser lo suficientemente fuerte. Al menos, aun no podía recordar bien a Ely sin qué quisiera empezar a tirar cosas por la ventana.

Daniel había salido desde temprano, y yo tuve que haber salido por la mañana directo a la finca de la familia, para ayudar con un par de papeleos. Pero en lugar de eso, mi cama se veía totalmente irresistible.

No sabía qué hora era, y muy apenas sabía el día. El sol no había mostrado ni siquiera un escaso rayo colado entre las nubes grises que cubrían aquel cielo de invierno; la ciudad se veía más gris que de costumbre. Se asemejaba a como yo me sentía.

Desde el día en que Ely no apareció en el Grand Place, comencé a tornarme un loco. Tenía mis emociones de mierda tan revueltas que hasta tenía asco, y parecía niña. Sentía repulsión por todo, y al mismo tiempo él cosquilleo en mis nudillos me dejaban interminables ganas de efectuar un golpe contra algo.

Rompí mi teléfono al estrellarlo contra la pared de mi habitación en el departamento de Daniel, y por poco descompongo la televisión. Una parte de mí realmente creyó que a Daniel le hubiera alegrado eso; me hubiera obligado a comprarle otra tele, y así empezaría el año con televisor reluciente.

Había hablado con mi madre, quien solamente hizo todo más complicado. Ella, así como aparentemente la mayoría de mi familia, había terminada encantada con Ely. Me recalcó una y otra vez lo ciego que había sido por dejarla ir, y cómo es que realmente debía de ir a buscarla, y pedirle que estuviera un poco más conmigo, que me diera una oportunidad.

No lo iba a hacer; no podía hacerle eso a Elizabeth. Ella realmente había faltado a la cita por que no quería verme, quería olvidarme. Yo tenía que respetar eso, por mucho que me matara la idea de que ella simplemente me quería olvidar por completo.

En un completo silencio, sin ningún artefacto encendido, se escuchó a lo lejos el sonido de la cerradura abrirse. No hice reparo al movimiento; debía de ser Daniel, regresando a casa. No me moví de mi posición —boca abajo en la cama, con las manos extendidas junto al resto de mi cuerpo— cuando escuché su voz hablando.

— Te dije que te iba a gustar —dijo él. Debía de haber estado hablando por el teléfono, ya que...

— De hecho, no pensé que fuera tan divertido todo esto.

Ella rió.

Me enderecé sobre la almohada, y pelé los ojos. No hice ningún movimiento más, hasta que no escuché que la chica volvió a hablar.

Lucy.

Al escuchar su risa, salté de la cama. Mi hombro chocó contra el marco de la puerta, pero el dolor comenzó en el hombro hasta que se extendió por el brazo y se diluyó. Crucé el pasillo como un loco desquiciado, y cuando éste se abrió en la sala de estar, tanto Lucy como Daniel me miraban furtivamente.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora