Capitulo 82 - 30 segundos

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El invierno en Italia se asemejaba mucho al verano, pero más oscuro: el día estaba bastante nublado a causa de un frente frío que estaba sobre Nove. No estaba a bajas temperaturas como en Bélgica, pero sí lo bastante, considerando que era un paraíso tropical. Con una chaqueta tenía suficiente.

El taxi continuó todo su camino por la carretera, junto al mar. Esto se observaba oscuro, y las olas del agua feroces y asesinas.

Al costado derecho, paralelo a la costa, grandes formaciones rocosas con plantas prácticamente secas impedían mi vista de lo que era el pequeño pueblo que se encontraba justo del otro lado. Una vez rodeado los montes que a los bordes tenían palmeras — las cuales se veían desteñidas por el frío — me encontraría con la ciudad donde todo comenzó: Nove.

Me limpiaba el sudor de mis manos nerviosas en mi pantalón. Apostaba a que lucía realmente mal: no había ni siquiera tomado un baño después de que terminara mi llamada con Alice. Salí de la cabina, pedí un taxi, y mientras tanto llamaba a Daniel, para que tomara mis maletas y las llevara al aeropuerto, mientras yo llamaba para comprar un boleto a Venecia. Daniel llegó apenas 15 minutos después que yo; la salida a Italia más cercana estaba a apenas 2 horas y media, así que me tocó esperar. Lucy se fue en avión directo a Roma — avión que ya no tenia asientos disponibles — una hora antes. Cuando llamaron a los pasajeros de su avión, Daniel la besó. Me quedé pasmado ahí mismo; no pensé que se hubieran arreglado después de lo que había ocurrido entre ellos. Decidí voltear a otro lado.

La chica se despidió de mí, y salió a su avión. Tuve que hacer apogeo de fuerza de voluntad para no pedirle un cambio de boletos.

Y en ese instante, después de pasármela casi 24 horas de viaje, iba en un taxi desde Conelly hasta Nove.

El taxista me regalaba miradas de extrañamiento a travez del retrovisor de vez en cuando, y yo no hacía otra cosa aparte de mirar por la ventana.

Estaba tan nervioso.

¿Qué le diría? ¿Por dónde empezaría? Nunca me había sentido tan nervioso en la vida. Nunca había tenido esa impotencia de no saber que mierda hacer para obtener algo que quería... Salvo por Alice. Sin embargo, ella me había dado indicios de que igualmente me correspondía, pero en cambio, Ely me había dejado muy en claro que jamás quería volver a verme.

Estupendo.

Cuando la curva de la carretera llegó, bordeado por el mar, tenía el corazón en la boca de la garganta. Y así es como apareció. Costa abajo, Nove comenzaba a mostrar su colorida alegría con casas llenas de flores y colores pintorescos. O al menos eso recordaba: en ese invierno las flores se veían casi secas, como sí ellas también tuvieran frío.

El taxi continuó adentrandose a la ciudad, hasta que llegamos hasta el centro, un tan bien conocido lugar por mí. No pude evitarlo: tuve que mirar la florería de Nina.

Habían logrado la remodelación: estaba el escaparate de madera con las negras profundas pintadas de colores y el fondo blanco; en el exterior tenían escaparates, pero en lugar de girasoles habían Noche Buenas y rosas a montones, y tenía sobre el cristal un letrero con la palabra "aprire". En el rápido vistazo que había alcanzado a dar, observé a una chica de espaldas en el mostrador; no era alguien que yo conociera, o al menos eso pensaba. Me bastaba con saber qué no era Ely.

El taxista manejó por las calles, como sí se paseara por éstas todos los días. Siendo Nove un pueblo tan pequeño, la mayoría de los taxistas de Conelly y Fonseca conocían a perfección como andar por ese lugar.

Terminó el centro, y comenzó a descender por la calle, justo en la calle de la casa de Nina y Ulises.

Sentía que iba a explotar algo dentro de mí. A lo lejos, se veía cómo el oscuro mar chocaba contra la costa rocosa. Miré hacia la calle.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora