Capitulo 40 - Tontos, ilusos y personales pensamientos

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Novia.

Esa palabra resonaba en mi cabeza. ¿Dijo lo que dijo?

Max sonrió victorioso, mientras que yo con un nudo en la garganta miraba con los ojos cuadrados nuestras manos juntas. Sí, sentí mil y una cosas al contacto de sus dedos con los míos, sin embargo esta reacción espontánea de mi cuerpo se desvaneció ante sus palabras.

La mirada de Daniel lo decía todo ¡¿Novios?!

- Oh... - suspiró Daniel acomodandose para mirar hacia el frente. Le aventó una mirada a Caroline, y carraspeó su garganta. La actitud de Max en ese momento fue de superioridad total, aunque después me miró, y creo que calló en la cuenta de lo que había hecho. Sin saberlo, nos había comprometido. Se había comprometido a sí mismo, ya que, si su hermano era tan boca floja como hasta ahora daba la impresión, se lo contaría al resto de la familia, y el se vería obligado a mentir. Y me había comprometido a mí, a mentir junto a él. Al menos sí Daniel decidía abrir la boca.

El resto del camino fue en silencio absoluto; el único que hacía ruido era Josh, el cual iba con la cabeza de fuera en la ventanilla, aunque cuando la lluvia comenzó a caer con un poco mas de intensidad, James sugirió cerrar la ventana, por lo que Josh tuvo que aguantarse las ganas de sacar la lengua y oler el aire fresco de Bélgica.

¿Y yo? yo me sentía aturdía. Jamás me imaginé en una situación similar... ¡Yo tan solo quería escribir! ¡Nada más!

Entramos al estacionamiento techado del frente de ese hotel. Incomoda, suspiré mientras que Max adivinaba que era lo mejor que hacer.

- Hmm... - masculló Max, elevando su mano hacia su cabellera castaña caramelo. - Bueno, te acompaño a tu habitación. - sonrió.

Un botones llegó y abrió mi puerta. Yo bajé entonces, seguida de Max. Ni siquiera fui lo suficientemente consciente como para despedirme de Daniel y Caroline, o hasta de James... y Josh; tan solo bajé de ese claustrofóbico automóvil dónde ya me estaba empezando a faltar el aire.

Max fue directamente hasta la cajuela, y los botones comenzaron a bajar mis cosas. Yo, sin decir una palabra, caminé hacia el interior del hotel. Al entrar y alejarme de la puerta de cristal para que Daniel no me viera, comencé a temblar, y por fin pude llevar mi mano hasta mi boca para poder calmarme. Deslicé ambas manos por mi cabello suelto, y procuré relajarme. Entonces, Max se acercó con mas cara de susto que de arrepentimiento. ¿Estaba enojada? Sí. Tal vez, sí; yo temía ser un dolor de cabeza para Max en Bélgica, y ahora había terminado todo al reves. Como siempre, nada podía salir de acuerdo a mis planes.

Max se detuvo frente a mí, y yo me recargué en la pared del costado, lejos de las puertas y la mirada de la gente. Suspiré y elevé mi vista hasta el techo.

- ¿Estás loco?

- ¡Perdón! - exclamó arrepentido.

- ¡¿Cómo pudiste decir semejante estupidez? - Moví mis brazos exageradamente para terminar haciéndolas rebotar contra mis piernas. - ¡¿Qué clase de Jueguito quieres empezar?!

- ¡Ninguno! ¡Lo Juro!

- ¡¿Entonces?! - pregunté exasperada. Max retuvo la mirada hacia el suelo, con arrepentimiento. - Ve con Daniel y dile la verdad. - Elevó su vista; sus ojos lo decían todo. Él jamás haría algo semejante.

- ¡No! ¡No, No, No! - revelé los ojos y me crucé de Brazos. - Conozco a Daniel; si hago algo por el estilo, llegaremos a los Ochenta años y en el asilo de ancianos me seguirá recordando éste momento. - bufé... ¿Cómo saldríamos de esta?

- No quiero crear una gran bola de Nieve, Max. ¡Mejor terminar la mentira aquí! - exclamé.

Nos quedamos en silencio, mientras que el incomodo botones esperaba detrás de Max a nuestras indicaciones. En ese momento, incomodar al hombre era lo que menos me importaba; lo único que quería era poder regresar a Italia, lejos de Max, de Daniel, y de las mentiras que le rubio se había atrevido a decir. ¡Eso de inventar un romance entre los dos era demasiado!

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora