Capítulo 14 - El amor es egoísta

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El viaje continuó lento, y callado, pero no de un silencio incomodo, sino más bien de uno de esos en los que sabes, tu acompañante está hablando consigo mismo, y tu estas del mismo modo, así que prácticamente no había nada que decir aparte de las palabras de reflexión internas.

Muero por sacar Lápiz, Papel, y comenzar a escribir. - pensé, mientras miraba los grandes campos fértiles de varias tonalidades de verde extenderse por las colinas al margen de la carretera.

Estiré mi mano, y tomé un muffin.

Después de unos tres minutos, los estragos de la ciudad empezaron a dar por ende que no estaba a más de un Kilometro, y que prácticamente estábamos al margen de Conelly.

Unos cuantos negocios a las afueras de la ciudad, una escuela y unas casas, delataban los hechos, mientras que yo iba tan solo, mirando por la ventana.

- ¿Dorada o Plateada? - pregunté elevando aquellas dos cerraduras para la puerta del baño de arriba.

Aprovechando nuestro Viaje, mi abuelo había agregado a la Lista ciertas cosas difíciles de conseguir en Nove, por ende, ahora estábamos comprando más que nada, caprichos para los abuelos.

- Plateada. Todas las cerraduras en la casa son Plateadas. - contestó el, mientras continuaba viendo unas mezclas de pintura, y buscando la que tenía indicada en ese papel, donde mi abuelo le había indicado un tono exacto para la pintura del interior de la florería. Una vez que lo encontró, lo supe fácilmente, ya que casi brinca al tomar el bote. Se acercó a mí, estando yo en la sección de ferretería de aquella tienda departamental.

- ¿Si es, verdad? - preguntó enseñándome el código. Yo lo examiné y después asentí la cabeza, bastante convencida.

- Yo digo que sí. - dije tomando las cerraduras en mis manos. - ¿Ya es todo?

- De Aquí, creo que sí. - Sonrió, y ambos caminamos hacia las cajas de cobro. Sacó su cartera, y con el dinero que mi abuelo previamente le había dado, pago la cantidad. Salimos de aquella tienda, y fuimos directamente hacia la camioneta, donde el viaje continuó en silencio.

Eran las 3 de la Tarde, y sentía apetito; ni siquiera con todos los muffins de mi abuela, pude aguantar a no comer, o al menos a no demostrar mi hambre. Max se sentía también con hambre, por lo que en cierto momento del trayecto, me incitó a ir a comer.

- ¿Conoces algo cerca? - preguntó el, mientras que girábamos a la izquierda sobre la camioneta.

- Estamos en pleno centro. - comenté mirando por la ventana. - Aquí definitivamente tenemos que encontrar algo. - el asintió la cabeza pensativo, mientras que entraba a un estacionamiento público. Eligió un lugar, y aparcó la camioneta, después bajamos, y salimos de ahí, para caminar por el bulevar, admirando la belleza tan rural de Conelly. Había cierto olor a tierra mojada, gracias a la costa que se encontraba a unos quinientos metros y se escuchaba el cantar de algunos pajarillos. Un paraíso, definitivamente.

Entramos a la zona del mercado, puestos Urbanos de fruta, sobre todo, verduras y legumbres, cosas básicas. Al fondo, había un pequeño local de comida.

- ¿Ahí? - preguntó Max señalándolo.

- Claro. - contesté mientras que caminaba alrededor de la gente. El tráfico era libre, y realmente no había tantas personas, la cosa era el sonido de un machete cortando una sandía.

Max y yo caminamos hacia el fondo de aquel concurrido lugar. Una carreta llevada a caballo pasó a nuestro lado. Suspiré.

Llegamos al cruce, y caminamos por aquella calle apedreada, rodeados de edificios de ladrillo y piedra de diferentes tonalidades.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora