Capitulo 79 - Año nuevo (parte 2)

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El grito de Sophie captó la atención de todos los presentes, y en pocos segundos una congregación de gente se amontonaba a los alrededores del desfallecido hombre

Mis piernas flaquearon, pero sentí unas manos llegar hasta mis hombros. Lucy estaba detrás de mí, observando la escena con total horror, así como Daniel, quien llegó a su lado.

Por su rostro no podía deducir bien su expresión, pero no variaba mucho de entre pánico, horror, dolor, o miedo.

— Es...

— Joss — asentí con rapidez, elevando mi rostro para mirarlo — ve, rápido

— ¿Y Max? — preguntó ansioso, casi temblando — ¡¿Dónde está Max?!

— ¡Estaba aquí hace unos segundos! —grité por sobre el barullo de la gente—. ¡Ve! ¡Ayuda a Sophie! ¡Yo lo buscaré!

Daniel dudó, pero al final se abrió paso entre la gente y cruzó la habitación, yendo con Joss. Lucy se perdió entre las tantas personas a blanco y negro, y yo me había quedado sola. ¿Dónde mierda se había metido el chico? Me pregunté mientras miraba por sobre mis hombros.

Dieron las 11:20. La ambulancia ya se había llevado al padre de Max a urgencias, y Daniel y Lucy ya iban directo hacia el hospital. Miré cómo Victoria y Bruno se iban a toda velocidad en su auto, y también observé a Sophie subiéndose a la ambulancia con su ex marido.

El único que faltaba era Max.

¿Dónde estaba? ¿Por qué no estaba ayudando?

La fiesta había sido arruinada, y ni siquiera era año nuevo. Poco a poco las personas se iban disipando, yéndose a sus hogares para terminar todo aquello en una tranquila velada. Yo no podría irme sin encontrar a Max.

Me encontraba en el vestíbulo, cuando los meseros y los mozos comenzaban a limpiar. Ya no quedaba prácticamente nadie, tan solo unas cuantas parejas que iban en busca de sus sacos, nada más.

Me escabullí de la mirada de los meseros, y me adentré en un largo pasillo que lindaba junto a la cocina. Tenía focos empotrados en el techo cada metro, pero mantenían una iluminación tan tenue que dudaba y tenía que mirar hacia el suelo de par en par para evitar caerme.

Iba dejando el iluminado vestíbulo atrás cuando llegué al final del pasillo, encontrándome con otro mas alternado a éste. Miré hacia la derecha y después hacia la izquierda, cuando observé hacia aquel lado una luz reflejada en la pared izquierda del pasillo. Tenía un matiz rojizo, y se reflejaba en forma rectangular, como si fuera una ventana y solamente se reflejaran sus bordes.

Me acerqué, ladeando la cabeza lo más posible, antes de ver que era una clase de mini-bar. Una habitación que tenía una ventana, de la cual salía aquella luz. La puerta de madera, igual a otras puertas que se encontraban a lo largo de aquellos pasillos no me permitió ver hacia el interior, pero cuando me acerqué a la ventana, lo observé sentado en un sillón de cuero, al fondo. Tenía una copa de whisky en su mano, y tanto su corbata como su semblante estaban deshechos.

Mi corazón se rompió otro poco.

¿Debía entrar? No lo sabía. Era bastante obvio que él querría pasar un tiempo a solas, por eso había huido, pero dudaba que fuera por la razón correcta o ética.

Empujé la puerta; Max ni se inmutó. Se quedó ido, de espaldas hacia mí, mirando hacia la pared.

La puerta regresó por sí sola a su sitio como un resorte, y yo dudé en continuar caminando; entrelacé mis dedos entre sí, y me quedé de pie, en medio de la habitación.

— Max —no sabía qué decir; ¿cómo empezar?—.

— ¿Qué haces aquí? —interrumpió mi intento de hablarle—. Vete, por favor. Necesito estar solo.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora