Capitulo 62 - Escape a Conelly

845 55 2
                                    

Los siguientes días después de mi platica con Ronny se pasaron simplemente volando. Todo parecía estar volviendo a la normalidad: Dieron de alta a mi abuelo, y todos parecíamos estar bastante felices y relajados. Cada día se hizo más difícil disimular mi relación con Max, por lo que después de una semana simplemente no me interesó hacerlo; simplemente hacía lo que quería, y no me detenía si Max quería tomar mi mano frente a todos en la mesa. Aunque claro, creo que cualquier rumor se dispersó para afirmarse el día en que Max, sin escrúpulos, me besó frente a todos. Me puse roja como un tomate, aunque mi felicidad era basta y suficiente como para que no me importara los grandes ojos de Isabella me miraba asombrada, ni siquiera que la boca de Paulette se hubiera abierto formando a una gran "O" llena de sorpresas.

Así es como pasaron otras dos semanas

Y mientras tanto, cuando llegaba la noche, yo moría de miedo regresando a la versión del amor de verano. ¿Qué pasaba si era verdad? Huía de esos pensamientos durante el día, cuando me perdía en los profundos ojos azules de Max, pero en el la oscuridad de mi habitación ese pensamiento me asustaba con frecuencia, provocando así que no pudiera ni siquiera cerrar los ojos. Me daba miedo la idea de entregar demasiado y al final no quedarme con nada, quedarme vacía, y regresar a América sintiéndome una mierda. Todos los días llegaba a la conclusión de que disfrutaría todos los días que me quedaran junto a Max, sin entregar más que besos y caricias, pero ¡no era posible! Max estaba dándome mucho de sí, ¡muchísimo! Lo único que yo quería era entregarle lo mismo. Así que, eso hacía que cada atardecer, y cada que cerraba la puerta de mi habitación detrás de mí fuera sinónimo a dolor y aniquilamiento mental. Me aniquilaba el pensamiento de Max y yo separados a miles y miles de kilómetros de distancia, ¡todo un mar! ¡Un maldito mar!

¿Por qué las personas que más quieren estan lejos? En mi caso así era. Y no era una sensación agradable.

— Buenos días, principessa.

Mi abuela revolvía una mezcla de procedencia dudosa en un gran platón. Habló mirandome de reojo, para después volver a lo suyo en aquel plato. Yo sonreí, y me agache de hombros.

— Buenos días, Nina.

Me senté en una de las sillas de la mesa central de la cocina, recargando mis hombros, y colocando mi rostro sobre ambas manos elevadas. Aunque mi abuelita estuviera volteada hacia la estufa, noté como sonreía. Tenía unas enormes razones para sonreír como, por ejemplo, la salud de mi abuelo; todo eso estaba yendo de maravilla.

Cada día se le veía más y más fuerte, y hasta había insistido en que quería ir a la florería. En cambio, Yo, Omar, Max y mis tíos nos turnábamos para poder ir y ayudar un poco. Algunos días íbamos los 3 antes mencionados, y nos quedábamos hasta tarde para después ir a tomar una copa a un bar que se encontraba calle abajo. Era tan agradable la idea de que mi familia aceptara a Max como uno mas de nosotros que me resultaba demasiado cómodo.

— ¿Quieres desayunar aquí o irás a desayunar con Max? — ... ya sabía a donde quería llegar.

Mi abuela jamás te preguntará nada directamente, en lugar de eso hará que levemente le vayas revelando información de lo que quiere saber de modo discreto. Así que, conociéndola, quería hablar de Max y yo.

— Desayunaré aquí, Max no irá a la florería hoy. — Mi abuela giró y me miró sobre su hombro. — Irá con mi tío Lorenzo a ver el terreno, otra vez. — dije desganada, mirando directamente a la mesa de madera.

— Oh, Elizabeth... ¡Que hermosa eres! — Con el ceño entrefruncido la miré, dudosa y extrañada. — Me encanta ver como haz cambiado este verano. Te vez mas fresca, renovada, ¡Feliz! Hace años que no te veía tan... luminosa.

Una escritora sin amor - (Max Verstappen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora