Eventos tercermundistas en el OXXO

El regreso.

—¿No notas nada extraño?— preguntó Ángel mientras que tomaba una soda de los refrigeradores —Sí, Denji no ha llegado y ya pasaron casi 4 horas sin que nada turbio nos pasara— respondió Aki, rascándose la barbilla —Y deja de tomarte la mercancía, la otra vez tuve que decirle a Makima que se metió un mapache— agregó riendo.

—Hablando de mapaches ¿Todavía no resuelven lo de lo sucedido en la "pijamada"

—Ni idea, pero es mejor pensar que todo eso pasó porque teníamos sueño y estábamos alucinando.

—¿Alucinar? Hay un pinche demonio en este local y aún así tenemos que fingir que son mapaches.

Los minutos se convirtieron en horas y el rubio aún no pisaba el local, cosa que a pesar de significar que nada irritante o raro pasaría, le seguía causando un sentimiento extraño a los chicos.

—¡Suéltenme!— gritó un hombre fuera del Oxxo, este se encontraba gritándole a la nada y dándole patadas al aire, causando que Ángel soltara una fuerte carcajada la cual el hombre logró escuchar.

—¿De qué te ríes? ¿Quieres problemas? ¡Tengo contacto con gente peligrosa!

—Señor, cálmese un poco— contestó el azabache en un intento de calmar las cosas.

—¡¿Qué me calme?! ¡¿Por qué no mejor te agachas y te atragantas un poco?!

—No permitiré que se dirija de esa manera hacia mi persona, hágame el favor de dejar el local.

—Váyase muy a chingar a su madre, señor, con usted dentro van a pensar que somos funeraria— gritó Ángel cruzado de brazos.

—¿Crees que tus insultos baratos de chamaco meado me afectan?

—¡Barata tu ropa!— volvió a exclamar el peli rosa —Ángel, ya cálmate, te van a despedir si le hablas así a los clientes— balbuceo Aki, tratando de tranquilizar el asunto.

—Escúchenme claro, sí los vuelvo a ver por aquí me aseguraré de darles una paliza ¿Entendido?

—Aquí trabajamos, viejo pendejo.

—¡¿Les quedó claro lo que dije?!

—¿Acaso no escuchaste que aquí trabajamos?

—¿Con que quieres pelea, eh?— retó el hombre —¡Éntrale, viejo guango, no te tengo miedo!— Respondió Ángel, preparándose en posición de pelea —Ya estuvo suave con ustedes dos, Ángel, tú vente para acá y no te metas en problemas— exclamó demándate el azabache —Y usted váyase con sus nietos y deje de estar provocando gente— añadió mientras que tomaba a Ángel y lo alejaba del hombre.

—¡Gané por default! Se creen mucho por ser jóvenes pero en realidad son unos miedosos.

—Ya mejor cállate y vete al asilo.

—¡Cuando te vayas al prostíbulo, vieja piruja!

—Para tu información, soy un hombre.

—Y aún así eres la puta más puta que he visto.

—Ahora sí sacaste boleto— reclamó el peli rosa indignado, tomando una botella de soda del estante.

—Ya estuvo, hijos de su puta madre, ya le hablé a la policía por estar de inmaduros.

—Y... te chingaste— rio el peli rosa a la vez que apuntaba al hombre de mayor edad —Tú también ya estate quieto— mencionó Aki, dándole un pequeño golpe en la frente al más bajo, a lo que Ángel soltó un pequeño "Auch" y se sobó la frente.

La policía llegó rápidamente y entró de manera desinteresada, sacando sus esposas mientras mascaba un chicle.

—¡Policía ayúdeme!— reclamó el señor Kishibe.

—Venimos por usted— respondió la policía, tomando al hombre y esposándolo.

—¡Pero sí ellos me atacaron, son una bola de matones!

—Está arrestado por allanamiento, insultar a transeúntes múltiples veces, hacer estragos a locales y por noquear a un hombre— decretó el policía, llevándose al señor con él.

—Ese tal "Señor Kishibe" es un peligro ¿Por qué putas seguía caminado por ahí como si nada?

—Ni idea, pero me alegro de que al fin nos libráramos de él.

Al día siguiente los chicos regresaron al trabajo de manera normal, limpiaron, acomodaron y atendieron como siempre lo hacían, ya aliviados de no tener que lidiar con señores extraños.

—¡Chicos, adivinen que me pasó ayer!— llegó Denji gritando con la cabeza vendada.

—¿Ahora qué?

—Estaba yo caminando de camino aquí y que un viejo llega y me tira un ladrillo en la cabeza ¡Hasta tengo una cicatriz en la ceja!

—¿El señor Kishibe?— preguntó Hayakawa riendo —¡Ese mismo! No puedo creer que mi propio abuelo me hiciera eso...—

—¿Qué tu propio qué?— preguntaron los trabajadores al mismo tiempo con un rostro de asombro.

—Mi abuelo, sorditos.