22. LA HUIDA

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-Y es verdad pero eso no te da ningún derecho a estar todo el puto día echando miraditas, durmiendo en mi cama, que por si no lo recuerdas te metiste sin que yo te dijera nada, calentándome y haciéndome comportar como una loca ninfómana- Le dije mientras me movía por el salón con rabia además de con un tono de voz bastante alto.

Me callé de repente después de pensar la brutalidad que acababa de decir.

Mis amigos siempre me decían, Ainara piensa antes de hablar, ¿Y yo que hacía?

Decir lo primero que se me pasaba por la cabeza sin filtros, como no.

-No quería decir eso- Dije fría y sin darle importancia para seguir hablando.

-Uh si querías si- Se rió Ian.

Sus ojos se oscurecieron y me miraron con determinación.

-Sabía que te cabrearias por lo de la chica, eres muy predecible- Me afirmó riendo como si fuese el malvado de la película y se hubiese salido con la suya.

Si fuese predecible, ahora mismo estaría en la cárcel, pensé.

-Mira pues tus jueguecitos te los montas solo, quiero que te quede claro que no voy a ser una de tus piezas de ajedrez que puedes mover cuando te dé la gana, y si fuese predecible- Dije callándome en seco.

Me acerque a él y le di una fuerte bofetada.

Ian giró la cabeza y me volvió a mirar, se tocó la mandíbula con la mano e hizo un gesto como si quisiese recolocarsela.

Sus ojos se ensombrecieron aún más y sus cejas casi se juntaron, la rabia se le podía notar a kilómetros de nosotros.

-Hubieses visto esto- Le dije mostrándole una sonrisa sarcástica.

Podía ver cómo la rabia le emanaba del cuerpo.

Agarré mi chaqueta y cogí mi bolso de la butaca donde los había dejado, le saque el dedo con una sonrisa y me dirigí hacia la puerta de salida, ya había dicho todo lo que tenía que decir.

Mientras agarraba el pomo de la puerta para salir, su mano me agarró mi brazo haciéndome girar sobre mi misma y quedarme a escasos centímetros de él.

Abrí mi boca para hablar, pero él se adelantó.

-No te creas todo lo que ves darling, a veces los sentidos, llevan la razón- Me dijo con su significativa risa.

Sus labios estamparon los míos, haciéndome sentir un gran escalofrío eléctrico desde los pies hasta la cabeza.

No me aparte, su olor, sus manos e incluso sus labios los pude sentir en todo mi cuerpo.

Le agarre de la camisa acercándose a mí, su corazón latía tan fuerte que incluso lo sentí como si fuese el mío.

El me agarró de la cintura acercándome a él hasta que nuestros cuerpos estaban totalmente fundidos el uno con el otro.

Rabia, pasión, era lo único que había entre nosotros.

Con una ligera patada cerré la puerta que se había quedado entornada y me acerqué más a él.

Separó sus labios de los míos mordiendo ligeramente mi labio inferior para después, con una mano apartarme el pelo del cuello.

Y empezó a darme ligeros besos y juguetones pequeños mordisquitos.

Mi corazón empezó a latir irregularmente y las piernas me empezaron a temblar.

El cuello se me erizo y el no pudo evitar sonreír, note como lo hacia ya que por un momento noté sus dientes con suavidad.

Se separó de mi cuello con cautela y me miró a los ojos, no era la mirada fría y burlona de siempre, esta era tierna, con un brillo en sus ojos azules que me dieron un revuelco en el estómago causandome demasiada ternura.

No pude evitar reírme con una gran sonrisa.

-A la única que quería esta noche era a ti, por eso ella no está- Me dijo agarrando mis manos y llevándome detrás de él.

-Muy maduro desde luego- Le dije con tono irónico desde atrás de su espalda.

Nos volvimos a sentar en el sofá pero esta vez yo estaba tumbada encima de su pecho, su corazón seguía latiendo con rapidez.

Note que sus manos temblaban un poco ya que estaba haciendo con sus dedos varios círculos imaginarios en mi brazo con delicadeza.Yo le acariciaba el pecho y cerraba los ojos disfrutando ese momento.

No espere pasar la noche allí y mucho menos junto a él.

Pero las cosas no salen siempre como esperamos.

Ian cogió algunos snacks y nos pusimos a ver una película.

-Ahora que ya estamos más calmados señor super herida ¿Que has hecho con la chica? -Le pregunté girando mi cabeza hacia él con un tono intrigante.

-Cuando insistió sobre mi numero de telefono y tu te fuistes con Ainhoa, la ofrecí veinte euros si me ayudaba a ponerte celosa, por cierto, estas muy graciosa celosa darling- Me contesto riendose de mi.

Este tío es imbécil, en serio, pensé.

-¿Estás seguro de tener veintisiete años? Pareces un crío- Le dije dándole un ligero manotazo en el hombro riéndome.

-Y tu un tomate cuando te enfadas- Me contestó.

Acabamos la película y nos volvimos a tumbar en el sofá, sin darnos cuenta y siendo las ocho de la mañana cuando ya estaba terminando de salir el sol nos quedamos dormidos.

Mis ojos se abrieron tras un gran rayo de luz apuntar toda mi cara.

No sabia que hora era y no me moleste en saber cual era.

Estábamos en la misma posición con las que nos quedamos dormidos salvo que ahora Ian estaba apoyando su boca en mi cabeza.

Moví con cuidado mi cabeza para mirarle, aún estaba durmiendo.

De nuevo volví a sentir las mariposas de esa misma noche.

Me hacía sentir vulnerable y eso era un sentimiento agridulce.

Jamás me había sentido así, pero tampoco quería arriesgarme a sentirlo.

Nunca había tenido debilidad por nadie y eso siempre fue algo bueno para mi, solo me preocupaba de mi misma y hasta ahora siempre me había ido bien.

Ian me daba miedo, me daba miedo que él se convirtiese en mi primera debilidad o sobretodo en mi primer amor.

Ese amor que sentían mis amigas, el querer a alguien tanto que quemase.

No quería quemarme y mucho menos arder junto a él.

Lo volví a mirar para comprobar si seguía dormido, y así era.

Con cuidado me levanté para irme sin que me viese.

Estaba siendo una cobarde, pero no podía quedarme ahí viendo como cada una de las mariposas que sentía en mi estómago, revoloteaban sin parar e incluso haciéndome daño cuando lo notaba cerca.

-¿Eso de el desayuno en la cama no es lo tuyo no?- Me preguntó de repente Ian

MIRADAS QUE MATARÁN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora