-Más bien picadero- Dijo Ian riéndose y mirándome esperando alguna reacción dramática.
-Qué gracioso eres darling- Le dije irónicamente.
-Haber como te explico yo esto mira esa es de quita y pon digamoslo asi, la vamos moviendo, de hecho las fotos que hay allí, no son ni nuestras.- Dijo enseñándome unas fotos en el móvil.
Era un pisucho, había un sofá, una silla y una cama, todo junto, a su favor diré que era lujoso, pero pequeño, algo que yo me podría permitir, pensé que ellos teniendo más valor adquisitivo se lo podrían habérselo currado más.
Los colores eran muy chillones, algo que no iba nada con ellos, muchos cuadros y estructuras muy extrañas.
-Cada día me pareces tú y tu familia más rara.- Le dije contemplando la casa con muecas en la cara.
Aqui cada uno miente como quiere, sin faltar.-Contestó haciendome ojitos de pena.
Terminamos de cenar tranquilamente, sin volver a sacar ese tema de conversación.
Hasta que mientras recogimos todo en la cocina, su voz rompió ese momento de tranquilidad.
-Por cierto ¿Porque mentiste a los seguridad que mandamos? Te podrían haber salvado el culo.- Me preguntó Ian cabreado.
-Pues no lo se vale tenía intriga, contigo me pasaba igual.-Le conteste excusándose de mis estúpidos actos.
-Ah ¿A el tambien te lo quieres follar?- Me pregunto celoso.
Si Ian fuese una señal de tráfico de cincuenta kilómetros por hora, a mí me multan, ya que con él en ese estado, me pone a cien.
-Exactamente, por eso no tardé ni un día en ir.- Le dije agarrándole del cuello de la camisa y provocándole.
Ian se rió y me miró aguantando toda esa lujuria.
-Ainara no puedes ir rescatando a todas las personas que veas, esta vez porque estaba yo y te he salvado el culo pero imaginate que no me llego a enterar.- Me advirtio como si fuese su pequeño tesoro.
-Bueno creo que me he estado bien cuidándome de mi solita durante por lo menos desde hace cuatro años.- Le dije entrecerrando los ojos por muy bonito que hubiese sonado.- La prueba de que estoy viva es que estoy aquí contigo ahora.
Ian me miró de arriba a abajo con una sonrisa torcida, confirmando que era verdad.
-No puedo imaginarme ni lo que te hubiese hecho.- Dijo Ian sujetándome con fuerza la cara entre las dos manos con fuerza y pegando su frente contra la mía.
Este momento, por muy perfecto que fuese, tenía lagunas.
Ya que sabía parte de la historia, quería toda.
-Lo que no entiendo, es ¿Porque os conocéis? ¿Por qué te preocupa tanto Izan como para mandar unos seguratas?- Pregunté parpadeando un par de veces ya que mi cabeza no paraba de sacar teorías nuevas cada cinco segundos.
Demasiado CSI Las Vegas.
-Todo comenzo hace tres años, está guerra no empezo por mi ni por Hermes, si no por Alexander, puto crío.- Bufo.- Al ser el pequeño le tenemos que salvar de sus cagadas.
-Me siento atacada, y me doy por aludida porque, suelo ser yo esa persona, pero continua por favor señor.- Le dije apoyando mi mano en la barbilla haciendome la interesante.
Ian bufo.
-Continua.- Le ordene.
-¿Te acuerdas que te conté lo de mi hermana y un chico, cuando pasó lo que tu ya sabes?.- Me pregunto.- Lo de Joseph.
-Si.- Conteste seria.
-Pues nuestros padres, mi hermana y yo llegamos a la conclusión de llevarlo a juicio, con el riesgo de que se nos descubriese, pero la familia es lo primero.- Me continuo explicando.- Pues ese chico era muy amigo de la familia Blinders.
-Asi que una lucha comenzo.- Termine de añadir.
-Exacto, Alexander estuvo molestandoles, así que se fue un poco de las manos y desde ese entonces vivimos en una guerra constante.- Concluyó.- Seguramente nos habrán estado vigilando, y al estar juntos intentan que les des información sobre nosotros o averiguar si sabes algo.
Yo abrí los ojos como platos recordando la noche en la que me preguntó.
-Osea te llamas Ainara, no eres de aquí, has pertenecido a una mafia, te gustan los gatos¡Ah sí! y se me olvidaba, tienes novio- Afirmo sin siquiera parar a pensarlo con una sonrisa de suficiencia. (...)
-Pues dejame corregirte rubito, no soy de ninguna mafia, no tengo novio y odio los gatos, estos calcetines ni siquiera son míos.
-¿Ainara?- Preguntó Ian chasqueando los dedos frente a mi.
Me había quedado sumida en mis recuerdos.
-¡Bien joder!- Grite.
-¿¡Bien que?!- Me preguntó Ian asustado.
-¡Que no dije nada!- Le dije abrazandolo.
-Esa es mi chica, sabía que no me fallarías.-Me dijo orgulloso de mi.
-Tienes un vestido colgado en el armario de mi habitación, ve y póntelo.- Me ordenó Ian colocándome el pelo a un lado del cuello y besándolo con cariño.
Yo solo sonreí.
Me acerqué a su habitación y con entusiasmo abrí las puertas del armario, un precioso conjunto de encaje negro y muy entallado estaba colgado.
Ma-dre-mi-a.
-¡Ahhhhhh!-Chille de entusiasmo al ver lo bonito que era.
Unos pasos se escucharon acompañados de una risa hasta la puerta de la habitación.
Le mire, era el, joder que guapo se veia en esa postura, con el brazo ligeramente apoyado en el marco de ella.
Cogí el conjunto para admirar con más detenimiento, mire cada uno de los detalles, tenía una gran apertura en la parte de la espalda, y un escote bastante pronunciado.
-No hace falta que digas nada, sé que te encanta- Dijo resoplando en un tono burlón.
-Si, si y si- Le grité abrazándolo.
-Mira más dentro del armario darling- Añadió empujándome hacia el.
Yo le hice una mueca, no me había parecido ver nada antes.
Unos preciosos tacones negros aparecian, acompañados de una liga y
Una preciosa pistola negra.
Sonreí sin entender nada y me giré hacia él.
-¿Qué? ¿Por qué?- Le pregunté cogiéndola entre mis manos.- ¿Sabes que te podría matar ahora mismo verdad?.
El se rio.
-Qué fáciles me dejas las cosas Ian- Le dije riendome con maldad mientras le apuntaba con ella a la cabeza.
-¿Tan valiente eres?- Me preguntó Ian acercando su frente contra ella.- Dispara.
Su voz era tranquila e incluso diría que retadora.
Sin pensarlo dos veces.
Dispare.
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MIRADAS QUE MATARÁN
RomanceHuir de Canadá para irse a Nueva York con una vieja amiga de la universidad y tener una nueva vida lucía muy bien, ¿Verdad? , lo que nadie sabe es el motivo por el que huir no fue nunca una opción para Aura, una chica la cual la vida no le había pue...