-Para Izan.- Le ordené sujetandole la mano que conducía hacia mis muslos.
-¿Si quieres que pare, porque me abres tus piernas?- Preguntó Izan besándome repentinamente.
Le empuje de golpe y me levante.
No era un beso como cualquiera.
No era limpio.
Estaba cargado de pasión, secretos, oscuridad, sexo, alcohol, mentiras
No podía seguir con esto.
Este juego se acaba aquí.
Lo siento Ian no puedo continuar con ésto.
No puedo perderte por este capullo.
-Vete.- Le ordene abriendo la puerta para que se fuese.
-Esta bien, no haré nada que no quieras.- Me dijo arrepentido tras verme así.- Pensé que era mutuo Aura, lo siento.
Cerré la puerta tras irse y comencé a llorar.
Me sentía sucia.
Era asqueroso que tan si quiera experimentase con Izan esas sensaciones.
No era justo para Ian.
Le amaba por encima de todo, me había salvado y necesitaba contárselo.
Mi vida estaba llena de secretos, pero este, no podía ser uno más.
Agarré mi teléfono y llamé sin dudarlo a Ian.
-Ven por favor, te necesito- Le dije entré lágrimas.
-¿Qué te ha hecho ese hijo de puta?- Preguntó Ian al otro lado de la pantalla.
-Nada, tu solo ven, te explicare todo.- Le conteste entre sollozos.
Me duche para deshacerme de sus roces, intentando que se me olvidase cada parte de la que mi cuerpo sus asquerosas manos me habían tocado, como si de un borrador se tratase el agua.
Cuando Ian llegó, yo ya tenía mi pijama puesto. Era infantil, pero me hacía sentir bastante cómoda.
El gato limpiaba mis lágrimas secas con lengua, podría sonar asqueroso, pero en ese momento al menos no me sentía sola.
Ian tenía las llaves de esa casa, ya que Helena desde que empezaron a ser amigos se la dio por si en caso de urgencia pasase.
Le miré, llevaba en la mano el tanga que previamente le había dado a Izan.
De un sobresalto me levanté del sofá y fui corriendo a abrazarlo.
-Lo siento Ian, lo siento.- Comencé a llorar encima de él.
Ian me agarró fuerte de la cintura y me cargó sobre él. Llevándome a mi habitación.
-Aura cálmate, respira por favor.- Intentaba tranquilizarme Ian mientras por sus mejillas también corrían lagrimas.
Empecé a notar como con cada respiración las manos, las piernas e incluso la cara se me empezaba a dormir.
No sentía nada.
Cada respiración era peor que la anterior.
Era como si mis pulmones no fuesen capaces de absorber un mínimo de oxígeno.
Ian agarró mis manos y se las puso en su corazón, mientras él no dejaba de llorar.
Se veía vulnerable.
-Notaló, Aura notaló.- Me susurraba con calma.- Intenta respirar de la misma forma en la que lo hago yo.
Con todas mis fuerzas comencé a igualar mi respiración a la suya.
ESTÁS LEYENDO
MIRADAS QUE MATARÁN
RomanceHuir de Canadá para irse a Nueva York con una vieja amiga de la universidad y tener una nueva vida lucía muy bien, ¿Verdad? , lo que nadie sabe es el motivo por el que huir no fue nunca una opción para Aura, una chica la cual la vida no le había pue...