31. MIRADAS

13 3 0
                                    

IAN

Me apoyo en la puerta tras dar ese gran portazo.

No, joder que he hecho.

Sin pensarlo dos veces, me dirijo a la cocina y cojo una botella de Bourbon. Salgo a por la leña que me había pedido coger solo.

El sol ya estaba desapareciendo, y a medida que pasaban los segundos el cielo iba oscureciendo. Hacía frío, mucho frío, pero no era capaz de sentirlo, en mi cabeza no había espacio para pensarlo.

Había un pequeño camino que te llevaba hasta el pinar a solo unos cuantos metros alejados de la casa. La nieve cubría el suelo perfectamente, a medida que iba subiendo aquella cuesta, la botella iba vaciándose rápidamente. Y recuerdos volvían a mi cabeza, ella durmiendo a mi lado, su sonrisa siempre aunque ella estuviese teniendo un mal día, su valentía de enfrentar siempre las cosas igual que en aquel callejón en esa noche, su fuerza para seguir adelante después de haber pasado lo que ha pasado. La envidio, nunca he conocido a nadie con su jodida capacidad de seguir adelante.

Ella es como un ave Fenix, no importa lo cuanto la hayan roto, siempre sabe seguir adelante, y es por eso que me enamoro, porque cuando mas me doy po perdido, ella siempre me encuentra.

La necesito a ella.

Mierda, la misma boca que la besa le ha dicho que ojalá estuviese muerta y no, claro que eso es así.

La quiero.

Las horas pasaban, todo estaba muy oscuro, no empezaba a ver con claridad y todo me daba vueltas.

El siguiente paso que di me dirigió al suelo, dios estaba congelado, intente levantarme pero el pedo que llevaba encima no me dejaba hacer ni si quiera fuerza para levantarme.

Sin darme cuenta me quede dormido o inconsciente, no era consciente del tiempo que había pasado.

Pude apreciar una luz que se acercaba poco a poco.

Oh no, oh no. Mierda, pensé.

¿Me voy a morir? Yo no quiero morir.

La luz la tenía ya a pocos centímetros de la cara.

-No no no, no quiero morir joder aun soy virgen-Grite en desesperación incapaz de decir bien las palabras.

-Lo primero, no grites y lo segundo no no eres virgen, así que cállate-Dijo una chica tapándome la boca con la mano.

Quien narices era esa chica

-¿Eres la virgen Maria?-Pregunte aun sin saber quien era y forzando la vista para así poder enfocarla.

-Parecido venga levántate-Me volvió a contestar ella y apuntándose con la linterna.

Ainara estaba ahí, con ochenta sudaderas por lo menos puestas.

-Pareces un muñeco Michelin-La dije riéndome de ella.

-Y tu un muñeco de nieve guapo, aquí cada uno con lo suyo-Me contestó con una sonrisa.-Levántate anda, no me he pegado una hora buscándote para que te quedes ahí sentado.

Vi como se agachaba y me ayudaba a levantarme.

Fase de emborrachamiento, pasada.

Era capaz de mantenerme en pie.

Tenía un mechón de pelo en la cara, y con delicadeza se lo coloque detrás de la oreja.

La mire con delicadeza, y me quedé embobado en sus ojos marrones esos que con mirarte eran capaz de parar el tiempo, los tenía hinchados, la había hecho daño, lo sabía, y aun así estaba allí, a mi lado.

-Escuchame-Intente decir mientras la sujetaba la cara entre mis manos.

Ella me miraba aguantando las lágrimas.

-No Ian no es el momento, vámonos por favor- Me dijo huyendo mi mirada.

-Escúchame y luego nos vamos por favor Ainara- La rogué juntando nuestras frentes.

Sus ojos y los míos volvieron a conectar.

Joder, ella me hace sentir lo que con nadie nunca había sentido.

-Lo siento mucho, de verdad que lo siento, nunca querría que te pasase nada, desde que te conozco jamas dejaria que nadie te hiciese nada y menos yo, no me lo perdonaria.-Dije cerrando los ojos y dándola un beso en la frente- No dejaría que quitasen la vida a la persona que me la da.

-Ian yo también siento mucho haberte dicho eso, no lo sentía de verdad, me puse nerviosa, estaba enfadada no..-La interrumpí mientras ella con lágrimas en los ojos se disculpaba.

Y ahí en la nieve, bajo la luz de la luna aquella noche.

La bese.

No era un beso como los anteriores, era un beso cálido, donde nuestros labios se pedían disculpas y se perdonaban, un beso sincero, sin lujuria, sin deseo, simplemente nuestros cuerpos transmitiendo protección.

Amor, miedos, recuerdos, sentimientos, primeras miradas, todos esos sentimientos en un beso.

No dijimos nada más durante el camino a casa, ambos íbamos agarrados, no había incomodidad, no había rencor, simplemente nosotros.

Llegamos a casa y en el momento de dejar todo en sus sitios e ir cada uno a su cuarto hable.

-Buenas noches Ainara, descansa-La dije dándole un suave beso en la frente.

Joder, ¿Que me esta pasando?

-Oye ¿Quieres quedarte a dormir conmigo esta noche?-Preguntó ella con una sonrisa dulce rodeándome el cuello, no había intenciones en sus palabras, sabía que era porque ella quería de corazón.

No hizo falta que yo dijese una palabra, la agarré de la cintura y nos metimos en su cuarto y cerramos la puerta.

Cuando entramos me la quedé mirando fijamente, maldita sea ella era preciosa, sin maquillaje, con el pelo desordenado, con todas esas sudaderas.

Mientras la miraba, ella se quitaba la ropa con delicadeza, sin prisa, sin ningún tipo de vergüenza. Su cuerpo poco a poco iba teniendo menos ropa, y mi cuerpo lo sabía, reaccionaba a medida que ella iba desvistiendose.

Se quedó en ropa interior, era negra y la sentaba tan bien.

Ella me miró y con cuidado se acercó a mí y me quito la sudadera, después la camiseta y así con todo hasta dejarme también solo con mis boxers.

Me cogió la mano y con delicadeza se la colocó en su cintura, me miró y dulcemente me sonrió.

Mis manos comenzaron a deslizarse por su cuerpo, primero por su mejilla, luego deslice mis dedos por su cuello y con cuidado la cintura, así hasta llegar a sus muslos.

Su mirada ya no era inocente, sólo había deseo.

MIRADAS QUE MATARÁN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora