39. ÓRDENES

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A mi vista lo primero que alcance a ver fue un chico, rubio, con abdominales, y casi en pelotas.

Unos abdominales muy bien marcados he de decir y en calzoncillos también aclarar.

-Acabo de subir del gimnasio ¿Que quieres verme en bata?- Me preguntó Izan riendo.

-¡Pero y qué quieres que piense yo, si te veo así nada más entrar!- Le grité tapándome los ojos.

-Mirar es gratis, bonita, no hace falta que te tapes, a no ser que quieras- Dejó caer mientras se colocaba el pelo con la mano- Eso lo podemos hablar si quieres.

Este chico de verdad, desde que lo conozco solo me trae taquicardias al corazón, entre los policías y esto, a mi me mata entre tanta tontería que lleva encima.

-Anda vístete- Dije lanzándole una camiseta y un pantalón que había sobre una silla de lo que parecía ser un despacho.

Me fije con más detenimiento en sus abdominales, madre mía, este chico lo que tenía de espabilado lo tenía de abdominales, osea, una ingente cantidad.

Mi móvil empezó a sonar con esa melodía que me gustaba tanto, la tenía continuamente en bucle desde hacía unos meses, era All to well de Taylor Swift.

-¿Qué tipo de música es esa?- Se quejo izan terminando de poner la camiseta- Que asco, me entran ganas de suicidarme.

-Cállate- Le ordené riendome.

Saqué mi móvil de una mochila que llevaba a las espaldas, no solía llevarlas pero esta en concreto, me gustaba mucho, era negra de cuero, con unos flecos colgando y tachuelas.

LLamada entrante: Ian

¿Lo cogía o no lo cogía?

Decidí cogerlo.

-Tu, rubito ni una palabra- Ordene a Izan.

Izan hizo el gesto de cerrarse la boca con cremallera, lo que me dio pie a contestar la llamada.

Me di la vuelta a Izan, odiaba hablar delante de personas.

-Hola, la verdad que me pillas un po-Hablé hasta que Ian me corto.

-Ainara escúchame tienes que- Me dijo rápido.

-Ian luego te llamo de verdad que estoy ocupada- Volvi a decir por encima de el.

-Que me escuches lo que te tengo que decir- Siguió hablando.

Me callé durante unos segundos y dejé que hablase.

-Coge tu pulsera y vete, no preguntes nada más- Me ordenó Ian serio.

¿Qué está pasando? ¿Porque sabe lo de la pulsera?, me pregunte a mi misma

-Ian ¿Que..- Fui a preguntar hasta que me volvió a interrumpir.

-Finge que no te estoy diciendo todo esto, pero Ainara se todo, se quien es, no es quien crees que es, vete ya de esa casa.- Me volvió a decir rápido.

-Si, luego nos vemos- Conteste falsamente.

-Estoy en la puerta de su casa, si en diez minutos no estas abajo, juro que tiro la casa abajo y lo mato- Término Ian la llamada.

En ese momento tenía miedo, mucho miedo, no entendía nada.

¿Más mentiras, ahora con Izan?, me pregunté a mi misma.

-¿Tu novio es un poco corta royos no?- Me pregunto acercandose a mi- Anda que llamarnos en un momento tan romántico

Algo no me olía bien, estaba segura de que estos dos se conocían.

-Lo que tú digas, mi pulsera por favor, tengo prisa.- Le pedí extendiendo mi mano derecha con la palma hacia arriba.

-Vaya que pena, yo quería invitarte a un almuerzo por cortesía de lo de anoche- Me dijo acercándose aun mas a mi.

Mis piernas temblaban después de lo que me había dicho Ian.

-No hay de que.- Le dije retrocediendo.- Me sirve con mi pulsera.

Metió su mano en el bolsillo de unos pantalones que se había puesto minutos antes.

Y ahí estaba, mi preciosa y bonita pulsera.

Me agarró de la cintura con fuerza y me atrajo contra él, haciendo nuestros cuerpos chocar.

Era asqueroso, no sé qué pretendía hacer.

Me miró con esos ojos azules.

Su mirada de loco podía engatusar a cualquier mujer, pero a mi no.

Quizás en otras condiciones hubiese caído, pero ya tenía mucha escuela.

-Yo te la quito, yo te la pongo- Susurro soltandome de la cintura y poniéndome la pulsera.

Recuerda las palabras de Ian, Ainara, finge.

-Gracias rubito.- Respondí mientras manejaba la situación con la máxima naturalidad posible.

-Nos vemos pronto Ainara, que te vayan bien tus asuntos tan importantes.- Se despidió Izan acompañándome a la puerta aparentando chulería como de costumbre.

No contesté a esa petición y me marché como diría mi abuela;

Con el rabo entre las piernas, como si fuese un pobre perro asustado.

A estas alturas podía esperarme de todo, y mientras bajaba esas eternas escaleras que parecían no acabarse nunca, cada vez estaba más agobiada.

Salí de esa inmensa casa, por suerte la sirvienta no estaba cerca, abrí la puerta bien rápido por mi cuenta.

Y de repente la salvacion, un coche negro aparcado en la puerta, con mi chico en la puerta.

¿Había dicho mi chico?

Bueno no estaba en ese momento para hacer una reflexión sobre mi vida amorosa.

Tan rápido como salí de esa casa, llegué corriendo a los brazos de Ian.

Y le abrace con fuerza, con mucha fuerza.

Me sentía a salvo en sus brazos, todo lo que él hacía por mí, me hacía querer de una vez por todas enamorarme sin miedo.

-Ya estoy aquí, salvandote el culo como siempre eh- Me dijo frotandome la cabeza con cariño.

-Ya puedes tener el día libre hoy, necesito que me cuentes todo porque no entiendo nada- Le dije metiéndome en su coche.

-Si pero primero hemos quedado en casa de Nora para comer y luego prometo contártelo todo con una cena en mi casa.

-Me voy a poner barriguda después de tanta comida basura, porque se que una ensalada no van a cocinar- Me queje frotandome la tripa.

Ian me miró con mala cara.

-Estas perfecta pero esta noche toca cuidarnos un poco, haré una cena especial pero saludable, no te preocupes por nada.- Me dijo tocando mi muslo con su mano.

-Primero quiero cambiarme en casa ¿Has visto las pintas que llevo?- Le pregunté mientras me reía.

-Yon me ha dicho que está con Helena en su casa, con lo cual significa que tienes casa sola- Me dijo con una sonrisa picara.

Su mano subió un poco más y cerca de mi entrepierna apretó un poco.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.

Tardamos poco en llegar a casa de Helena.

En el ascensor se podía haber respirado las ganas que nos teníamos.

Así que cuando entramos en casa, le agarré de la mano y sin decir ni una sola palabra le metí en el cuarto de baño conmigo.

Vi como me miraba, y evidentemente en su mirada se veía que le apetecía.

MIRADAS QUE MATARÁN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora