46. CALABOZO

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-Es fácil de explicar, yo estaba conduciendo por la carretera- Iba intentando narrar Alexander sin que se le notase muy borracho.-Y de repente ¡PUM! Me dieron un gran golpe por la parte de detrás.

Intentaba no reírme de la forma en la que hablaba y los gestos que hacía, pero me resultaba imposible.

Me tapé la boca fuerte intentando ahogar mi carcajada, pero no sirvió de nada.

-¿Te importaría no reirle las gracias?- Me pregunto serio Ian.- Alexander, continua.

La risa se me cortó de golpe.

-Entonces yo me baje cabreado, y le fui a pegar, pero le veía doble y cuando fui a pegar un puñetazo, no atine- Siguió contando Alexander triste.

-¡¿Por qué sería?!- Exclamó Ian con ironía.

-¡Eh! No era porque hubiese bebido si no porque él tenía la capacidad de duplicarse. Y bueno se sintió atacado y pasó esto- Añadió señalando la cara.

-¿Si tu no le distes porque tienes los nudillos con sangre?- Le pregunté extrañada.

-Le dije que no sabía pegar, que no me había ni dolido, y le enseñé como se hacía- Respondió orgulloso.

-¿Entonces si le pegaste?- Volví a preguntar.

-Oye qué pesada eres ¿No?- Miró a Ian e hizo una mueca burlándose de mí, después giró de nuevo su cabeza hacia mí- Te he dicho que no.

-Alexander déjate de gilipolleces, ¿A quien has pegado?- preguntó Ian cabreado e intentando mantener la calma.

-A mí mismo- Contestó como si fuese obvio.

Ian empezó a reírse en su cara, yo no entendía nada.

Por favor que encerraran a este niño.

No estaba bien de la cabeza.

-Lo del policía vino después- Habló de repente Alexander sentándose en un banco de metal que había dentro de ese diminuto calabozo.

Mis ojos se abrieron de par en par.

Más chisme, me está compensando el polvo que no he echado, pensé.

-Pues a mi no Aura- Bufo Ian cruzándose de brazos mientras mataba a Alexander con la mirada.

Podría quejarme, pero ya me estaba acostumbrando a esto de hablar en alto así que, ¿Para qué?

-Ve al grano, no quiero pasar toda la noche aquí, y como la hayas liado gorda te juro por dios que te dejo aquí dos noches más- Amenazó Ian a su hermano- Me da igual que seas el ojito derecho de mamá.

-Llego la policia ya que se empezó a formar una caravana y la gente la llamó, cuando llegaron se bajaron del coche, y yo llegaba tarde a mi cita semanal- Explicaba mientras miraba hacia arriba recordando el momento- Una rusa, preciosa, de ojos azules, alta y esbelta también

Y de repente Ian le cortó.

-Me la suda, ¿Que paso con el policia?- Preguntó Ian perdiendo las formas

-Llegaba tarde y mi coche estaba roto, así que cogí el del policía- Contaba Alexander riéndose.

-Y ahí llegué yo y le arreste Sr.Moore- Añadió el policía detrás de nosotros.

-¿Con que intentaste robar un coche de policía? ¿Si?- preguntó Ian sonriendo.

Su rostro pasó a ser serio, daba realmente miedo.

Y habló.

-Pues hasta mañana, que tengas buena noche- Le dijo a su hermano.- A usted igual agente.

Ian me agarró la mano y nos fuimos.

-¡Que te den! ¡Se lo pienso decir a mamá, te vas a cagar!- Gritó Alexander tras nosotros.

Mi movil vibró.

El mensaje de un número desconocido aparecía.

Te preguntaras, porque tengo tú numero de telefono ¿Verdad Aura? Debes saber que siempre me salgo con la mía. Sé quien eres realmente, no digas nada a nadie o pagarás las consecuencias. En media hora te quiero aquí

A continuación mandaba una ubicación.

No me lo podía creer.

Era mi jodida casa.

Tenía mucho miedo, pero debía de ir.

No sabía quién era ni qué quería, pero había que afrontar las cosas.

Había tres opciones; Izan, que no creía, Tristán con otro número de teléfono, ya que no se que hizo Ian la última vez con él, o Joseph, aunque después de mandarme los cinco mil euros, no seria tan estupido de regresar, y menos sin haberle hablado a nadie de él.

Una vez estábamos fuera apunto de montarnos en el coche tuve que decir algo para que no sospechara del nerviosismo que tenía.

-¿En serio le vas a dejar ahí?- Pregunté sorprendida.

Ian se rió malvadamente y con grandes zancadas llegó hasta mí.

-Si, me apetece follar, ¿Tu casa o la mía?- Pregunto Ian agarrándome del cuello con pasión.

-Ninguna, quiero descansar- Le dije dándole un beso en la mejilla.

-Te llevo entonces señorita- Dijo Ian montadose en el coche.

Ian aparco y me despedí de él.

A medida que subía en el ascensor un nudo en la garganta se me iba formando con mayor fuerza.

Abrí la puerta.

No, no puede ser, imposible.

Mi vista se empezó a nublar y me desmayé.

MIRADAS QUE MATARÁN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora