EL BUNKER

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A Nelly, mi tercer ángel, hoy te pensé y sonreí pero no pude evitar llorar, supongo que te extraño.

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Dallas me empujó por un pasillo lleno de puertas y luego por otro hasta llegar a unas escaleras por las cuales descendimos dos niveles, el lugar parecía ser más grande de lo que intuí en un principio, pude notar que estábamos llegando a un piso por debajo del subsuelo, una especie de bunker construido bajo la fachada de una inocente casona abandonada donde no entraba la luz del sol o el aire fresco, comencé a estar incómoda, arriba se sentía bien pero aquí parece una prisión, tal vez lo es y no me he dado cuenta.

—Espera un momento—pronunció Dallas sin siquiera mirarme mientras abría una de las puertas ubicada a mitad del pasillo—es aquí, bienvenida a tu mansión—el lugar era realmente lindo para estar en aquel bunker, un cuarto dividido en dos secciones con una perfecta alfombra color durazno apareció frente a mí, la primera sección constaba de dos camas y sus respectivos burós, un par de lámparas y un perchero, la segunda parecía ser un pequeño estudio con una biblioteca de pared a techo, una poltrona y una pequeña licorera, no muy lujoso, pero cómodo y bien decorado—el baño está en la puerta a la derecha—dijo mi acompañante, encendí la luz del pequeño cuarto de lavabo, era sencillo pero bien iluminado y bastante limpio, definitivamente era más de lo que esperaba.

—Muchas gracias, el lugar está mucho más que agradable— traté de ser amable con Dallas, finalmente él no merecía que me desquitara por algo de lo que no tenía una idea, además, de no ser porque me buscó seguiría tirada en las escaleras.

—Qué bueno que te guste, si no te molesta procederé a descansar— no tenía idea de la hora pero sí de que mi cuerpo me suplicaba descansar, cosa que hubiera hecho de no ser por la presencia de Dallas, quien comenzó a quitarse sus botas para recostarse en una de las camas.

—¿Qué haces? —grité alarmada cuando comenzó a quitarse la camisa, él rio sin dejar de quitarse la ropa.

—Reina, te dije que iba a descansar.

—Pero no aquí en mi cuarto—el rio con más fuerza.

—¿Tu cuarto? —preguntó levantando la ceja—en realidad este es mi cuarto que muy amablemente compartiré contigo porque Camila decidió que voy a cuidarte mientras estás con nosotros.

—¿Qué?, no quiero un niñero y mucho menos si eres tú.

—Mira qué casualidad, tampoco yo quiero cuidarte, pero ya sabes, ordenes son ordenes—terminó de desvestirse y se acomodó en la cama—si no te gusta el lugar puedes irte, me da igual, solo cállate y déjame dormir.

¿Qué se supone que debía hacer yo? Pensé en salir y deambular por los pasillo, tal vez pudiese volver a la salita donde desperté después de que Camila me drogara pero dudaba mucho de que pudiese encontrar el camino yo sola, además me aterraba la idea de encontrarme con alguno de esos sujetos que estaban en la cena y debía admitir que de todos ellos Dallas es el que menos terror me causa. Sin muchas opciones decidí recostarme en la cama vacía de la habitación separada un par de metros de la de él. Quisiera decir que tan pronto como mi cabeza tocó la almohada caí en un profundo sueño reparador que me hizo ver las cosas desde otra perspectiva, pero solo el sentarme y quitarme las zapatillas que tomé de la casa de Paula me quitó la poca paz que tenía, entonces de golpe volví a pensar en todo y las lágrimas no tardaron en aparecer.

—¿Podrías dejar de hacer eso? —había pasado tiempo, no sé exactamente cuánto pero parecía una eternidad, yo seguía tendida en la cama sin poder conciliar el sueño cuando la voz de Dallas me sobresaltó, creía hasta entonces que dormía profundamente.

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora