LA JAULA

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Darren

Ella estaba sentada en el suelo del balconcillo de nuestra provisional habitación, se hallaba acurrucada de tal modo que podía tocar sus pies y su espalda arqueada revelaba los huesos de su columna vertebral, el sol brillaba radiante y se reflejaba en sus mejillas rosadas mientras el viento le alborotaba los cabellos con violencia, cerraba los ojos para poder dirigir su rostro hacia los esplendorosos rayos mientras trataba de inundar sus pulmones de la refrescante brisa de la mañana.

Era tan perfecta, siempre lo había sido y siempre lo será, era casi imposible para mi dejar de observarla, no supe cuando abrió sus ojos y extendió su brazo como una invitación a que la acompañara, tomé su mano y le besé el dorso, ella sonrió casi por instinto pese a que un aura lúgubre desbordaba su mirada. Nuestro hijo, por alguna razón está convencida de que temprano en la mañana se había despedido para siempre del pequeño que lleva sus ojos y mi color de cabello, pese a que prácticamente le rogué que fuera con él, se negó radicalmente a dejarme enfrentarla solo, en el fondo sabía que no lo haría, nunca lo había hecho, desde el mismo día que le conocí, siempre ha estado conmigo, en las buenas, en las malas y en las peores.

—Hubo un tiempo, demasiado largo en realidad, en el que estuve derrotado, enterrado en un hueco profundo y sin intención de si quiera intentar salir. ¿sabes que es peor que la muerte?, acostumbrarte a estar en el fango, día a día sintiendo como te hundes, pero sin irte realmente, es como estar ahogándote y que al último momento obtengas una bocanada de aire solo para volver a iniciar a asfixiarte una y otra vez en ciclo perverso sin fin.

—¿Por qué me estás diciendo esto ahora? —sé que mis palabras asustan un poco a Emilia, pero tengo que decirlas, de alguna manera siento que si no lo hago ahora no lo haré jamás.

—En ese tiempo creía que todo estaba perdido, no sabía quiénes eran mis padres, había tenido que dejar a Lux y me había convertido en la clase de hombre que yo antes detestaba. Entonces llegaste tú, no tenía idea cómo logré tener una oportunidad contigo, eras un faro en medio de toda la oscuridad, me levantaste del suelo y desde entonces has sido mi sostén, me mantienes firme y te lo agradezco porque sé que en varias oportunidades no ha sido justo.

—Darren, no tienes que decirme esas cosas—ella sostenía mi mano con ternura y apoyó su cabeza en mi hombro.

—Quiero hacerlo, ahora que puedo, tengo hacerlo, porque llegará el día en que sea imposible y mientras eso pasa quiero que sepas todo, quiero que entiendas que tú eres todo lo bueno que me pasó en la vida, necesito que sepas que mi lealtad es totalmente tuya, con devoción te seguiría a donde fueras, te amo de formas que no sabía que existían.

—Ya no quiero que sigas, siento que te estás despidiendo—una lágrima se deslizó por su mejilla, me apresuro a limpiarla con mi pulgar rozando su mejilla como si mi tacto fuera a romperla.

—Al contrario, quiero que entiendas que voy a hacer todo lo que sea necesario para que esto no terminé aquí, no es suficiente, quiero más, quiero estar contigo cada día y ver crecer a nuestro hijo, que Lux sea feliz con León y verla tener una vida, una propia, que sea tal y como ella la eligió, necesito volver a casa, ver a mis amigos, reír con Garza y abrazar a Paula, ustedes son mi familia y yo voy a luchar para conservarla—ella me abrazó con desesperación, como si necesitara con urgencia creer cada una de mis palabras, le debo tanto a esta mujer, haría cualquier cosa por darle la vida que se merece y que injustamente se le ha negado, pero no puedo hacerlo, no en esta mierda de mundo. Me ha rondado en la cabeza la idea por años, voy a dejar El Círculo, sé que según las reglas nadie sale vivo de aquí, pero mis padres pudieron y yo podría, lo haría por ella, sin pensarlo, si no fuera porque necesito respaldo para enfrentarme a Camila, mi maldito demonio del pasado.

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora