EL AGENTE CASTILLO

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—¡Castillo!,Castillo! Por favor despierte—me provocaba horror el estado físico del agente, poco o nada quedaba del hombre robusto e imponente que conocí y que repudiaba pero respetaba, jamás le hubiese deseado este destino, ni a él ni a nadie. Estaba desgonzado sobre esa silla, delgado, casi esquelético, herido e irreconocible. Comencé a desatarlo aunque no había reaccionado aun, temía que no estuviera con vida pero era difícil saberlo casi a oscuras, con el techo desprendiéndose y fuego extendiéndose por el único pasillo que nos llevaría fuera de esta tumba de acero. Cuando le desaté, intenté cargarlo, pero a pesar de su estado de extrema delgadez seguía siendo un hombre muy alto y era demasiado para mí, caí al piso de inmediato y en seguido otro estruendo hizo sacudir el lugar, me llevé las manos a la cabeza instintivamente para protegerme y esperé hasta cuando sentí que las paredes dejaron de temblar para volver a levantar la vista, Castillo estaba tendido en el suelo, trataba de moverse con dificultad.

—Castillo, trate de levantarse, tenemos que salir de aquí—estaba feliz de ver que vivía, el hombre que hasta hacía unos segundos había ignorado mi presencia quedó petrificado al escucharme, sus ojos no daban crédito de lo que estaban viendo y fue imposible ocultar su asombro.

—Usted no es real, usted no está aquí—comenzó a balbucear en un tono casi frenético mientras yo trataba de acercarme, pero él parecía asustarse cada vez que intentaba tocarlo, como si estuviera viendo un espectro.

—Si soy real, Castillo, escuche. escuche por favor, el lugar se está derrumbando, si no salimos de aquí ahora moriremos—no teníamos tiempo para esto, me acerqué lentamente para que viera que si estaba allí y comencé a levantarlo del suelo hasta que finalmente ambos estuvimos de pie, él no salía de su asombro.

—No puedo creer que esté aquí señorita Withman—dijo con tristeza—finalmente ellos también la encontraron—no sabía a lo que se refería, tenía muchas preguntas, quería saber qué le habían hecho y por supuesto, si yo tenía algo que ver con su destino, pero no era el momento, solo teníamos que salir de ahí y eso fue lo que hicimos, ponernos a salvo o eso tratamos.

Salimos al pasillo e intentamos abrir la puerta que lleva a las escaleras para salir a la superficie, empujamos con fuerza, una y otra y otra vez, el ambiente era insoportable, cada vez había más humo y menos oxígeno, hicimos lo que pudimos pero simplemente estaba sellado.

—¿Esto está sucediendo en verdad? —preguntaba el aun desorientado Castillo retrocediendo un poco mientras yo empujaba y pateaba la puerta tratando de salir.

—Castillo, estoy tan impactada como usted, pero entienda una cosa, esto está sucediendo de verdad, el lugar se está cayendo a pedazos y si no salimos ahora vamos a morir aplastados.

—¿Cómo fue que usted llegó hasta acá?

—Ella me trajo, mi hermana lo hizo—era la primera vez que llamaba a Camila así en voz alta, debo admitir que se sintió extraño.

—¿Entonces sabe toda la verdad? —era una pregunta que a estas alturas no sabía cómo responder.

—Creo que aun sigo descubriendo cosas, me esfuerzo por saber quién dice la verdad

—Yo lo siento, debí decirle todo en cuanto lo supe—una mirada de desesperanza inundó los ojos del agente, jamás me imaginé ver al oficial de esta manera, el imponente, irrespetuoso, altivo y egocéntrico Castillo que conocí había quedado reducido a un hombre haraposo, lleno de heridas, delgado y moribundo, sentí pena por él.

—Castillo, escuche, hablaremos de esto, hablaremos de todo, pero primero debemos salir de aquí—una lágrima deslizó por su mejilla cuando toqué su brazo, su mirada perdida me impactó y por unos segundos ninguno de los dos fue capaz de responder.

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora