DESPERTAR ES LO QUE NOS MATA...

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Lux (en la actualidad)

Ya puedo entender eso que dice la gente, "la vida da muchas vueltas". 

¡Vueltas! El auto dio cinco vueltas mientras mi cabeza chocaba una y otra vez contra la ventanilla

—Cariño, estarás bien. Siento lo que ha sucedido; te criaron para ser fuerte —escuchaba decir a gente que no me importaba, cuyos rostros eran más bien sombras imperceptibles y poco relevantes.

¿Por qué carajos no viniste? Por ellos... por mí.

—Traumatismo craneoencefálico—el médico me hablaba de cosas que no entendía. 

Vuelve, por favor, dijiste que no tendría que hacerlo sola.

Fragmentos de recuerdos venían a mi cabeza mientras, sentada en el borde de la acera, estaba pasmada, esperándote y observando cómo la gente iba y venía con flores y llanto. Precisamente, llorar era lo único que me parecía imposible. "Todo terminará pronto y juntos iremos a casa a empezar de nuevo", pensaba para darme consuelo, mientras la voz pesimista en mi mente se preguntaba: "¿Cuál casa? Ahora no tienes nada ni a nadie." Esperaré cada segundo hasta que cierren el cementerio, sentada frente a la tumba de mis padres, para que puedas hallarme. Esperaré por ti hasta el final. No puede ser que no aparezcas. ¿Y si no te enteraste? Es muy posible, dado que hiciste un buen trabajo alejándote de mí.

—Señorita, tiene que salir. Vamos a cerrar.

Ahora sí era un buen momento para dejar escurrir las lágrimas por mis mejillas. Era demasiado doloroso creer que, ni siquiera bajo condiciones tan lúgubres y tenebrosas como las que rodeaban la muerte de mis padres, él estuviera dispuesto a aparecer.

—Señorita Lux, es mejor que se levante. Comenzará a llover pronto. ¿Quiere que le ayude a conseguir un taxi? —preguntó el encargado de los servicios funerarios.

—No es necesario. Caminaré hasta el apartamento.

No recuerdo la última vez que te escribí. Dejé de hacerlo por considerarlo inútil. Si no contestaste las primeras veinte cartas, ¿qué te haría contestar la vigésima primera? Trato de olvidarte, de no pensarte y hasta de imaginar que jamás exististe, pero en vez de eso conseguí que te volvieras mi fantasma, un ente imaginario alrededor de los hechos de mi vida. Como una sombra, me persigues en cada momento, bueno o malo, preguntándome si las cosas hubieran sido diferentes si hubieras estado allí. Todo el tiempo me pregunto qué hubieras hecho, dicho, aconsejado... todo sin ti.

Me acostumbré a hacer todo sola después de hacerlo todo contigo. Poco a poco, tus fotografías fueron desapareciendo de mi casa. Es como si te hubieras muerto; era aún peor porque ni siquiera tenía una tumba para visitar. Simplemente te fuiste una noche. Si hubiera sabido que sería la última vez que te vería, jamás te habría dejado ir. "Si hubiera..." siempre en mi cabeza. "Si hubiera...", pero no hubo, así no fue.

Caminaba de regreso al apartamento al que habían llevado las pocas cosas que nos quedaban de la mudanza. Eran solo unas cuantas cajas en un piso con una habitación: modesto, sencillo y lúgubre. Mamá tenía razón cuando decía que un hogar no es una casa; un hogar son las personas. "Cualquier lugar en donde estemos juntos será nuestro hogar." Mamá, ya no tengo hogar; ahora estoy sola y Darren no ha venido por mí.

Mientras camino, una mezcla de tristeza, rabia y desolación se apodera de mí. ¿En realidad se han ido mis padres? Fue como si en un parpadeo desaparecieran. Solíamos mudarnos mucho. Mi madre era bióloga e iba a lugares recónditos de Colombia, haciendo investigación sobre fauna y flora en uno de los lugares más biodiversos del mundo. Por otro lado, mi padre la seguiría al mismo infierno si fuera necesario; él era inversionista en la bolsa, así que, en realidad, el dinero nunca faltaba, aunque nuestro estilo de vida nómada nos impedía tener más de lo necesario. Ahora de ellos solo tengo una tumba: "Estela Cazalla y Federico Withman + 20 de abril de 2019", al lado de un epitafio que elegí de la escritora favorita de mi madre: "La vida es sueño; el despertar es lo que nos mata".

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora