Bala Perdida

NO HAY PEOR CIEGO...

Darren (meses atrás)

—Hospital San Juan de Dios, herida pero estable—. Las palabras de León me devolvieron el alma al cuerpo. Por un momento, todo se había ido a la mierda. Creí que todo lo que había hecho por protegerla, todo el sacrificio, no había servido para nada y que Lux había dejado este mundo. Pero ella no se iba a rendir tan fácil, está viva y eso es lo que cuenta.

Mis padres están muertos y casi se llevan a Lux con ellos. Claro que me da tristeza; jamás pude decirle a mamá que lo sentía y que con el pasar del tiempo les había perdonado. Pero en el fondo sé que las decisiones que nos llevaron a este punto fueron de ellos y que yo estoy pagando por sus errores. Sabían que morir siempre era una posibilidad y, aun así, eligieron ese tipo de vida sin importar poner a sus hijos en riesgo. En cambio, Lux. Hace años decidí que, aunque tuviera que arruinarme, no dejaría que las consecuencias de mis padres recayeran sobre ella como me pasó a mí. Ella tendría una vida normal y sería feliz, sería feliz por los que no podemos.

Todo había sucedido hace unos diez años, cuando el espejismo de la vida familiar perfecta que mis padres habían montado, basado en una telaraña de mentiras y secretos, se desmoronó, junto con la venda que yo tenía en los ojos. Bien dicen que no hay peor ciego que el que no quiere ver. ¿Han escuchado la expresión "la verdad te estalla en la cara"? Pues así me pasó a mí; me estalló en forma de un puño en la cara. Pero eso es casi el final de la historia. Empezó con pequeñas señales que ignoraba, pero que cada vez se volvían más inquietantes.

Hace 10 años

Pudo haber sido un día como cualquier otro. Desperté temprano para ir a trotar como de costumbre, desayuné algo sencillo, me puse mis zapatillas, estiré un poco y me dispuse a salir. Era la primera semana viviendo solo en un apartamento que mis padres habían alquilado para que yo estuviera mientras cursaba la universidad. Me aterraba un poco la idea de vivir lejos de mi familia, pero estaba feliz de ganar un poco de independencia.

Tomé las llaves, abrí la puerta y justo antes de cerrar con llave, ¡lo vi! Como si fuera una broma de mal gusto, estaba allí el primer vestigio de lo que iba a venir: un símbolo extraño marcado con pintura roja. Era un círculo inconcluso dibujado entre el marco superior y la mirilla. No pude recordar si al entrar a mi casa el día anterior ya se hallaba allí; a veces uno no se fija en las cosas tan cotidianas como la puerta de su casa.

Traté de limpiar la marca con agua y un trapo, pero no tuve éxito. Como ya se estaba haciendo tarde, decidí dejarlo así e irme, pues después de hacer ejercicio tenía que ir a la universidad a establecer mis horarios de clase. Iniciar la carrera de mis sueños en uno de los campus más grandes del país era emocionante y desafiante a partes iguales. Esperaba poder convertirme en un gran médico y, al mismo tiempo, conocer gente de todo tipo de origen, personalidad y creencia, lo que me parecía fascinante.

Por un tiempo, decidí seguir con mi vida e ignorar la marca pero no pasó mucho antes que empezara a molestarme ver ese círculo rojo en la puerta. Traté de limpiarlo con jabón, disolventes y hasta corrosivos, pero fue imposible, la imagen parecía no ser afectada por nada. Finalmente, decidí cubrirla con un letrero que decía "Área 51", un objeto de decoración que me parecía interesante, y asunto resuelto. Así fue como la marca de la puerta pasó a un segundo plano. La ignoré pensando que tal vez solo era una broma de mal gusto; quizá en el edificio había niños traviesos que decidieron rayar la entrada. Solo le resté importancia y seguí con mi vida, con una normalidad que ahora extraño.

A la semana siguiente empezaron las clases al fin, estaba agradecido, pues al estar mi familia lejos era insoportable el aburrimiento, no soy una persona que tenga muchas amistades, creo que esa es una de las consecuencias de mudarse tanto, nunca me quedé lo suficiente en un lugar como para establecer relaciones duraderas, ni que decir de una novia estable.