LA SANGRE SE PAGA CON SANGRE

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Darren (hace 10 años)

*Capítulo largo

— ¡No!, no le estoy entendiendo un carajo— gritó Paula al policía minutos después de que llegara a mi departamento — ¿Está diciéndome que no puede hacer nada?, mi amigo sufre un ataque, esa misma noche destrozan su apartamento, ha recibido notas, lo están acosando... ¿y usted viene a decirme que la policía no puede hacer nada?, ¿Eso es lo que quiere que entienda? El nivel de su ineptitud es lo único que entiendo.

— Señorita ya se lo dije, si no tenemos un rostro o un nombre ¿cómo quiere que levante una denuncia?, no hay cámaras en el edificio e interrogamos a todos los vecinos, pero nadie vio nada—. Dijo el policía por tercera vez tratando de que Paula entendiera su punto. Sin embargo, al notar que no iba a lograr nada se dirigió a mí—lo mejor será que cambie de apartamento y ponga una mejor cerradura, quizá una cámara de seguridad— finalizó el policía entregándome una tarjeta con su número por si lo necesitaba de nuevo—por favor llame si tienen nueva información, trataré de investigar el sector y la hora del ataque, veremos si tenemos suerte—Era un tipo joven. Pero parecía genuinamente interesado en ayudar, pero no tenía mucho de dónde agarrarse por ahora.

En realidad, por un momento pensé que llamar a la policía sería de mayor ayuda solucionando todo este asunto, pero cuando empezaron a decir que no podían hacer nada, entré en una especie de lapso mental en el que me resigné a que estaba solo en esto.

— No lo puedo creer, esto es una maldita broma— continuó Paula.

Al ver el rostro de impaciencia del policía ante la actitud de Paula, Garza la tomó del brazo y se la llevó a la cocina, en el camino giró a verme, y yo bajé la cabeza en señal de aprobación, pues no quería que ella se metiera en problemas, entonces acompañé al oficial a la puerta.

—¡Son unos inútiles! ¡Buenos para nada! —continuaba Pau. Garza la sostenía con fuerza, impidiéndole volver a la sala.

—¡Paula, ya basta! —le decía Garza, intentando mantener la calma, pero su paciencia se agotaba.

Paula forcejeó, pero él no la soltó.

—¡Es suficiente, maldita sea! ¡Deja de actuar como una loca! ¿Quieres terminar pasando la noche en una estación de policía? — Su voz explotó con una furia contenida que hizo que Paula se quedara helada por un segundo. Lo miró como si él fuera la peor escoria del mundo, como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar. Entonces, con un empujón brusco, se libró de su agarre.

—Nunca en tu puta vida vuelvas a tocarme ni a hablarme así, Garza —le escupió con veneno, clavándole el dedo en el pecho con un gesto lleno de desprecio. Apretaba la mandíbula con tanta fuerza que sus labios temblaban de rabia. Garza se quedó en blanco, como si su cerebro aún intentara procesar la reacción de Paula.

El aire se volvió espeso, cargado de tensión. No podía dejarlos así.

—!Vamos chicos!, ha sido una noche muy larga, vamos a calmarnos, a dormir y mañana hablamos.

Paula respiró para tratar de calmarse, pero en su rostro aún se hallaba la ira marcada, pero después de unos segundos, bufó con fastidio y se alejó. Garza, por su parte, desvió la mirada, llevándose una mano a la nuca. Yo exhalé, sintiendo el cansancio caer sobre mis hombros. Esta noche había sido un infierno.

— ¿Qué esperan, par de imbéciles?— soltó Paula de golpe, deteniéndose a mitad del camino para girarse y mirarnos con impaciencia. Su tono era cortante. Ni Garza ni yo respondimos de inmediato, todavía procesando su mal carácter.

— No pensarán que alguien se va a quedar a dormir aquí, haremos pijamada en mi casa así que los dos muevan sus traseros, tomen sus cosas y larguémonos de aquí.

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora