EL CAMINO DE REGRESO

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Lux (en la actualidad)

Siento un dolor intenso en la cabeza y un vacío que consume en mi pecho, intento abrir los ojos, por un lado el derecho arde al ver la luz blanca que me da directo en la cara, y por el otro, el izquierdo no vislumbra absolutamente nada, al contrario duele y lo siento hinchado al igual que la mitad de mi rostro. Segundo intento por abrir mi ojo, techo blanco, lámpara blanca, todo es de un blanco totalmente inmaculado, cables por todos lados, una máquina que monitorea mis signos vitales y una cama de hospital, es como si ya hubiera vivido esto ¿cómo terminé de aquí?

Paso mi vista rápida por toda la habitación, no hay absolutamente nadie, decido que debo levantarme de la cama e intentar salir en búsqueda de alguien que me diga qué carajos pasó. Al tiempo que voy sentándome el dolor se intensifica, llevo mi mano al rostro notando que tengo vendada la nariz y que la mitad de mi cara parece deforme.

La habitación es dolorosa, es dolorosamente blanca y sola, es como si lo único que la contaminara fuese mi presencia, un impulso me hace querer salir de allí inmediatamente. Me levanté de manera brusca y caí de inmediato al suelo, la luz, la asquerosa luz blanca hace que mi cabeza se sienta como si la estuvieran golpeando con un martillo. Me arrastro hacia la puerta cayendo de nuevo al suelo, me siento mareada y con nauseas, trato de usar el picaporte como soporte para incorporarme y cuando al fin lo logro empujo la puerta abruptamente, del otro lado veo a un hombre que venía distraído con un café, chocamos casi de frente, le he asustado y se ha vaciado el contenido de su taza encima, se quema pero no lo oigo quejarse, solo se me queda viendo de una forma extraña, era muy alto y fornido, con el cabello y los ojos más negros que jamás haya visto, en realidad todo en él era negro, estaba vestido de pies a cabeza con ese color, no pude identificar si estaba pálido o su tono de piel era blanco muerto y tenía un tatuaje en el dorso de la mano donde llevaba el café, era un león.

—Lo siento, no pensé que habría alguien detrás de la puerta—dije apenada, tratando de disculparme por haber causado que derramase su café encima. Creo que mi aspecto debe ser desolador, pues él solo me mira como si fuera un fantasma, con la boca ligeramente abierta y balbuceando algo completamente incomprensible. No me responde, solo se da la vuelta y empieza a caminar.

— ¿Disculpa?, sé que no te conozco, pero ¿podrías hacerme un favor?— me estoy arriesgando a que el hombre sea grosero conmigo, de milagro no me ha insultado por haberle regado el cafe encima, pero en realidad necesito comunicarme con mis padres, y aunque sé que estoy aterrorizandole, no desaprovecharé la oportunidad. El sujeto gira y se queda viéndome de arriba abajo sin decir nada, de nuevo. En serio debo causar tanta lástima que el pobre no sabe ni que decirme. Su actitud me impacienta un poco.

—Juro que no voy a tardar, solo me preguntaba si podrías prestarme tu teléfono para llamar a mi familia, he despertado y estoy sola, no sé a dónde han ido todos—el rostro del chico hace una mueca de asombro que intentó disimular tosiendo, ¿qué le ocurre?, ¿que clase de persona no le hace un favor a una mujer sola en el hospital?, volvió a mirarme de arriba a abajo de una forma que me hizo sentir algo incómoda.

—Estás sangrando— suelta de golpe con una voz algo ronca, no responde a mis anteriores preguntas, solo señala las venas de mí brazo, donde segundos antes estaba la aguja de canalización por donde supongo me estaban poniendo medicamentos antes de que la arrancara para levantarme. Él tenía razón, un hilito de sangre descendía por mi brazo. 

Su voz suena tan incríblemente familiar.

—Me he levantado tan rápido que olvidé la aguja de canalización, no te preocupes es algo leve—No me dice nada, siquiera me mira a la cara, solo toma su celular del bolsillo y me lo pasa mirando con curiosidad mi brazo sangrante de nuevo. Es un tipo realmente extraño, pero conseguí lo que quería de él, ahora podré llamar a mis padres, solo tengo que marcar el número.

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora