HASTA QUE DEMUESTRES LO CONTRARIO

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A Elvira mi ángel en el cielo.

LUX

—No más jueguitos niña, es mejor que empiece a hablar—. Castillo volvió a repetir mientras me apuntaba con su arma en aquel paraje desolado al que me había llevado a revelarme el aparente verdadero nombre de mi mamá, si es que era cierto que lo era.

—Castillo de verdad que usted se enloqueció, ¿Qué le pasa? Deje de apuntarme con su arma, ¿Qué va a hacer? ¿Va a dispararme y luego me va enterrar en la carretera?, no entiendo nada de lo que dice.

—La identificación que me dio pertenece a una ciudadana española que desapareció hace más de 25 años y coincidencialmente esa mujer es igual a su madre, procedí a averiguar quién era realmente la persona que murió en el auto y mandé a hacer unas pruebas en el laboratorio, intenté encontrar el ADN de Estela Cazalla en el sistema y me fue imposible pero cuando coteje la muestra con el de Isabel Santos los resultados fueron positivos.

— ¿Cómo es consiguió el ADN de Isabel Santos?

— En la Base de Perfiles Genéticos, mismos donde Estela Cazalla tampoco aparece—. Me mostró el informe de laboratorio y aunque yo no entendía casi nada no se necesitaba ser forense para leer que las dos muestras de ADN eran de la misma persona.

— Luego averigüé en la oficina de registro, su madre tenía una cédula de extranjería que le permitía vivir en el país pero no está registrada lo que quiere decir que es completamente falsa, una falsificación muy bien hecha debo decir, fue casi imperceptible para el perito que la revisó. ¿Tenía usted conocimiento de que su madre estaba en el país con documentos falsos?

— ¿Cómo ha dicho? —le respondí con lágrimas en los ojos, ya no había duda. Que cruel forma de hacer daño es la mentira, ponerle el corazón a alguien que se supone que por naturaleza debe cuidarlo y luego darte cuenta de que lo usaron como un juguete. Me preguntaba si ella alguna vez pensó en que yo podría enterarme de la verdad, me preguntaba si ella sentía al menos una pizca de remordimiento por mentirle a su hija toda la vida, si se preocupó alguna vez porque yo la odiara a causa de la sarta de mentiras que me dijo o si por el contrario ya estaba tan acostumbrada que engañar y fingir eran su modo de vida. ¿Cómo poder aceptar que la persona que te enseñó valores, a decidir entre lo que está bien y lo que está mal, que te hablaba de moralidad, de hacer las cosas bien, de ser sinceros y transparentes era la mayor mentirosa que jamás había conocido? Siempre llega algún momento en la vida en que nuestros padres nos rompen el corazón, mi madre había barrido el piso con el mío y luego le escupió encima.

— ¿Cómo tengo que explicárselo? Tiene que decirme ahora mismo ¿quién es Isabel Santos? y ¿por qué tenía una identidad falsa? —Él seguía presionándome, no se daba cuenta de lo difícil que era esto para mí.

—No se da cuenta Castillo, yo no tengo una maldita idea de quién es esa mujer—le respondí amargamente aún con lágrimas en los ojos. En una situación normal había hecho lo imposible por aguantarme las ganas de llorar, ni soñando lo haría frente a él pero esta no era una de esas circunstancias y lo que menos me importaba era el sujeto que me apuntaba con un arma y me acusaba de cosas sin sentido. Lo miré a los ojos dejándome en evidencia, al principio él estaba renuente y su severidad no cesó ni un instante pero luego pareció entender o por lo menos fue capaz de imaginarse lo que estaba pasando en mi interior porque después de unos minutos bajó el arma e incómodo miró hacía el suelo, yo solo estaba de pie frente a él llorando como una niña pequeña con el corazón destrozado.

Minutos pasaron sin que alguno de los dos fuera capaz de decir algo y la luz natural ya había terminado de extinguirse, finalmente tome la determinación de irme a casa, no tenía ningún sentido seguir aquí exponiendo mis sentimientos a este hombre que parecía no tenerlos así que sin decir nada comencé a caminar por la carretera y un muy sorprendido Castillo comenzó a gritarme mientras me seguía.

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora