PASADO PARTE I

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—No es su maldita prima, es su hermana, Camila Withman, la heredera del maldito Círculo, la que los va a hacer pagar por cada segundo que he estado en esta maldita bodega.

— ¿De qué demonios está hablando la anciana? —me miró León desconcertado.

—Tienes mucho que explicar Withman.

—Y voy a hacerlo, llegó el momento de contarles una historia—respondí.

Federico Withman (hace muchos años)

Voy a contarles una historia aunque deseo que jamás tengan que saberla. Estoy consciente de que entre el cielo y la tierra no hay nada oculto y quiero asegurarme de que sepan mi versión, por eso escribo esta carta, para que encuentren respuestas si ya no estoy para darlas, con la esperanza de que puedan comprender y quizá algún día perdonarme.

Esta es una historia sobre el odio, el odio que es capaz de transcender generaciones, el odio que carcome y que haría cualquier cosa por venganza, el odio alcanza lo inhumano, el odio que fue sembrado en el corazón de un niño, el niño que seguramente va a matarme.

Si están leyendo esta carta de seguro sabrán que en realidad mi nombre no es Federico Withman y su madre no es Estela Cazalla, el apellido de mi familia que prefiero honestamente desconozcan es famoso por cosas de las cuales no me siento orgulloso. Su bisabuelo, un hombre que fue a la guerra dos veces y volvió con heridas múltiples y sin un peso en el bolsillo aprendió todo lo que pudo sobre el negocio que durante generaciones ha mantenido a la familia, nos llaman los señores de la guerra, proveemos a todo el que lo necesite de las armas necesarias para sus negocios, las conseguimos, las transportamos, las comercializamos y sobre todo no hacemos preguntas.

Mi abuelo y mi padre crearon una estructura organizada de tráfico de armas desde el oriente hacia el occidente con rutas que llegaban prácticamente hasta cualquier lugar del mundo, se hicieron llamar El Círculo porque dominaban el globo terráqueo, podían hacer llegar mercancía de esquina a esquina, de norte a sur de oriente a occidente. Con el tiempo empezaron a ser reconocidos y así mismo buscados por la policía, a medida que el negocio iba creciendo nos íbamos haciendo de más enemigos y teníamos que hacer más sacrificios, mi abuelo murió en una celda a los 74 años esperando una sentencia por cargos de tráfico de armas y mi padre fue asesinado por un grupo de traficantes que estaba naciendo y reclamaba el negocio. Así fue como mi hermano y yo nos quedamos al frente del Círculo con tan solo 16 años y 18 años, sin conocer nada más de la vida que no fueran las armas y con el propósito de honrar la memoria de nuestra familia llevando el negocio a los niveles más altos que pudiéramos imaginar, durante años hicimos lo que fue necesario, ganamos una reputación y respeto, nos establecimos como el grupo líder en el mercado, no nos importaba hacer lo que fuera para mantenernos, el poder estaba en mis manos y el mundo estaba a mis pies o eso era lo que yo creía hasta que conocí a su madre.

La primera vez que vi a Isabel fue en algún paraje desconocido en la frontera entre Brasil y Colombia, El Círculo había logrado establecer contacto con uno de los líderes de las milicias revolucionarias y estábamos vendiéndoles armamento constantemente, los altos mandos de las milicias eran muy desconfiados, no les gustaba que hubiera intermediarios y solicitaban casi siempre la presencia de alguno de los dos hermanos líderes del Círculo, así que tuve que ir a la selva para entregar una mercancía, recibir el pago y devolverme lo más rápido posible a Estados Unidos desde donde manejábamos todo el negocio, era una transacción rutinaria, mi hermano y yo íbamos constantemente y una vez ganamos la confianza de esa gente comenzamos a hacer más y más dinero.

Era febrero de un año muy próspero para el negocio y fui en compañía de algunos de mis hombres a un campamento en medio de la selva a cerrar el negocio, todo iba perfecto, como siempre nos quedaríamos un par de días hasta que el comandante pudiera comprobar que las armas habían llegado a su destino, conocía muy bien los campamentos e incluso me había hecho amigo de muchos militantes y por su puesto del comandante pero nunca durante mis estancias en ese lugar había visto un grupo de secuestrados.

Bala PerdidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora