...Capítulo 73: Susurrante comprensión...

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PoV ~ROSELLE~

....Semanas después....

Cuando sugerí un paseo por el bosque imaginé que iba a ser un día tranquilo, lleno de preguntas personales en donde el tiempo se pasara lentamente volando por los aires; y así fue en un principio, de hecho… el primero de ellos había sido tal y como lo había pensado, pero fui tan tonta al imaginar que aquello se iba a repetir de una forma similar.
Ahhh… yo y mis estúpidas ideas románticas.

Mi cuerpo había sanado y como tal, retomé el entrenamiento hacía un par de días, pero necesitaba acostumbrarme una vez más al esfuerzo físico y a las bajas temperaturas sin que mis movimientos fueran lentos o torpes, o sin que los músculos del tórax me mataran de dolor al realizar algún ejercicio brusco… 
Por eso solamente había hecho cosas básicas, por así decirlo, y esta vez no iba a ser la excepción.

Mi maestro y yo caminábamos lado a lado, con un extraño silencio que solo era opacado por el soplar del viento. Nos habíamos adentrado en el bosque y tomamos una dirección distinta a la que conocía, en donde los árboles eran más altos y frondosos, cubiertos por una espesa capa de nieve que casi no dejaba ver el verde de su follaje o la luz del sol colándose por las ramas…

Caminamos por lo que parecieron ser horas, paso tras paso colina arriba.
La tierra ya no era blanda, y existían cuevas y peñascos en sitios donde no me imaginé verlos.
El silencio y la soledad me ponían nerviosa, aunque en realidad… no estaba sola. 

Por alguna razón extraña, mi maestro no había dicho ni una sola palabra, sólo se encargaba de guiarme; además, cargaba con una soga extrañamente familiar a la que yo había empleado para atarme a mí misma al momento de sumergirme en el mar, pero esta era más delgada, aunque su fibra parecía ser mucho más áspera.

Poco a poco, la neblina nos nublaba la vista con cada paso que dábamos, y llegó un momento en donde se volvió tan densa que ya no distinguía a mi maestro a mi lado o el lugar en donde estaba parada, solamente veía la silueta de los árboles a la lejanía. 

—Bienvenida al bosque de los susurros.

Di un brinquillo al escuchar la voz de mi maestro tan cerca de mí, pero al voltear hacia donde se supone que él estaba, no me encontré con nadie. Por un momento entré en pánico, pero inmediatamente después serené mis actitudes, justo como él me lo había enseñado…
Fue hasta entonces que me percaté de su presencia a pocos metros de mí, observándome.

—¿Bosque de los susurros?

Pregunté mientras mi maestro se aproximaba a mí, dejándome helada en muchos sentidos.

—Si, aunque te parezca extraño el nombre.
—Algo… pero me es más extraño no haber escuchado de este lugar antes.
—A la gente no le gusta hablar de sitios malditos.

Fruncí el ceño y alcé la vista, dirigiéndola a las imperceptibles copas de los árboles.

—¿El lugar está maldito?
—Yo no lo denominaría “maldito”, pero sí es un sitio que ha dado lugar a infinidad de leyendas y que sin duda posee un aura peculiar.
Dime, ¿sabes algo del bosque Aokigahara en Japón?
—Por supuesto, siempre ha sido muy famoso.
—Pues digamos que esta es su contraparte rusa.

Un nudo se formó rápidamente en mi garganta. ¿Acaso se refería a…

—No me diga que aquí es un lugar para…
—No, al menos no en el sentido que piensas; aunque no dudo que existieran almas desafortunadas que perecieron en este sitio.
Pero a lo que me refiero es que este bosque posee el mismo misterio que Aokigahara, sólo que décimos de grados más frío.

Suspiré con alivio. La verdad no había esperado encontrarme un bosque de los suicidios en Oymyakon y era una suerte que no fuera así, pero ahora la idea rondaba por mi cabeza y estaba segura que no se iba a ir tan fácilmente.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora