Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》

...Capítulo 55: Placentero dolor...

PoV Narrador Omnipresente.

Pocos días después, por fin las cosas cobraron cierta normalidad. Todos entrenaban, convivían y contaban sus experiencias fuera y dentro del santuario.

Roselle permaneció en una posición neutral, sin querer dar muchos detalles de sus aventuras en Siberia, si es que se le pueden llamar así. En cuando a su interacción con sus amigos, prevalecía cierta tensión; aún seguía enojada con James y apenada con Aaron por su última conversación, pero sólo hacía falta un poco de tiempo y distancia para que las cosas se calmaran y volvieran a estar juntos como era su costumbre.

Por lo mientras, Roselle se dio la oportunidad de conocer más a fondo a sus compañeros, teniendo gratos momentos con Pantoja y Fergal, descubriendo que ambos poseían un lado sensible que le fascinaba. Además, mantuvo varias conversaciones con Bartok, en donde ambos aprendieron a respetarse y a tratarse con cierta cordialidad, notando que el chico estaba corrigendo su camino y se alejaba de aquel pasado en donde era uno de tantos abusivos que había conocido en El Pireo.

En cuanto a Lara, su lazo de amistad iba fortaleciéndose cada día más. Con ella tenía la confianza de relatar todo lo que había experimentado en los últimos meses, incluidas todas sus desgracias. Lara era buena escuchando, además de notarse más segura en todos los aspectos posibles y eso hacía que Roselle se sintiera orgullosa.

Para el final de la semana, podría decirse que ellas estuvieron juntas todo el tiempo; charlando, comiendo y entrenando. Había muchas cosas de las qué ponerse al tanto y ninguna quería perder un sólo segundo.

Pero en esa ocasión, al llegar la tarde, se quedaron sentadas a la mitad de las gradas del coliseo, con una maravillosa vista del atardecer frente a ellas, siendo acobijadas por el cálido color naranja del cielo, el cual acariciaba las montañas y dejaba ver la luna en tonalidades de las que ninguna habría imaginado.

Pero no estaban solas, ya que algunos de sus compañeros también decidieron quedarse, aunque cada quien en su propio espacio y a una distancia considerable. Entre ellos, se encontraban Goliat, Kaoru y Pollux, quienes al igual que las chicas, tenían la intención de ver a sus maestros entrenar.

Los 12 dorados se encontraban ahí, en tríos o parejas, pero ejercitándose con rutinas similares a las que sus alumnos tenían que hacer, aunque un poco más radicales, ya que las de ellos contenían sus propios ataques especiales, no como las pequeñas manifestaciones de poder que los discípulos hacían.

Camus y Milo estaban juntos, practicando una de tantas estrategias que habían ideado desde que se conocieron. Ambos se atacaban con sus mejores movimientos y técnicas, aunque claro, limitando su verdadero poder por obvias razones, pero su trabajo era esquivarse mutuamente, poniendo a prueba su agilidad en el campo de batalla.

El naranja y rosa del atardecer provocaba sombras y que los colores no se vieran como realmente son, y Roselle podía distinguirlo bien en el cuerpo de Camus. Sus músculos se notaban más definidos, su piel sudorosa y bronceada, el cerceta de su cabello se oscurecía y brillaba como la noche pero sus ojos... el violeta permanecía intacto, tal y como la mirada de Roselle en el hombre que le robaba el aliento.

Sonreía leventente y con disimulo, mantenia su respiración en un ritmo pausado aunque su corazón latía fuertemente. No podía hacer más, sino se delataría y no tendría excusa, pero contemplar a un hombre como Camus con cuerpo y apariencia de dios, valía toda la pena del mundo.

Se volvió para mirar a Lara y seguir escuchando su conversación, a pesar de estar concentrada en otra persona. Su amiga le relataba sus días en el campo con Shaka, rodeados por kilómetros de pradera y nada más que el color verde a su alcance.