...Capítulo 45: Dulce perdición...

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PoV ~CAMUS~

.... Días después ....

Hipotermia.
Fue el diagnóstico dado tanto por la anciana como por el médico.
No se podía hacer mucho, sólo cuidarla y esperar.

Su cuerpo tenía que permanecer en un ambiente cálido y seco, ideal para que recuperar la temperatura idónea.
No debía de moverse mucho, de ser posible nada, solo lo necesario y preferentemente tendría que permanecer en una posición lateral en la cama.

Debía de ser tratada con suavidad, sólo podía ingerir líquidos calientes.
Se le tenían que administrar infusiones de agua salada vía intravenosa para calentar su sangre.
Poner compresas secas y cálidas debajo de las sábanas y en puntos clave de su cuerpo.
Regular su respiración y evitar cualquier tipo de exposición al exterior.

Me preguntaron muchas veces por qué no la llevé al hospital. La respuesta es simple: quedaba tan lejos que cuando llegáramos Roselle ya habría muerto, y lo que menos teníamos en ese momento era tiempo.
Además, había oído que no tenían buen equipo, lamentable.
Ahora todo tenía que ser mediante remedios naturales y caseros.
Cuidados rústicos.

La anciana no me dejó sólo.
Todos los días esa mujer llegaba a la cabaña desde el alba y permanecía ahí hasta el ocaso.
La curaba de manera rudimentaria con hierbas y aceites.
No sé que hacía, pero siempre que terminaba, Roselle recuperaba un mejor aspecto, aunque nunca era suficiente.

En cuanto a Roselle, aveces tenía pequeños lapsos de conciencia en donde despertaba, miraba a su alrededor y volvía a cerrar los ojos
Una vez la escuché hablar, sólo expresó el frío y el dolor que sentía.
Nunca específico que clase de dolor, físico, emocional, tal vez un poco de ambos. Sólo podía suponer que el dolor era tan fuerte como para mantenerla inconsciente.
La mayor parte del tiempo estaba dormida y yo cuidaba de su sueño.

Día y noche trataba de no despegarme de ella. Velaba por ella. Se lo debo.
Si nadie quería ayudarla, yo lo haría.
Aunque reconozco que me equivoqué con la anciana, realmente se muestra preocupada por la salud de Roselle y desde que ella enfermo, la mujer no ha dejado de venir ni un solo día.

Una tarde después de alimentar a Roselle, la anciana me pidió una taza de té.
Nos quedamos en la cocina en silencio, los minutos parecían horas.
Ninguno hablaba.

La mujer jugaba con sus pies. Sus largas y pesadas faldas se movían y dejaba ver las botas gruesas que usaba.
Parecía una niña haciendo eso.

Era alguien difícil de engañar, había muy pocas cosas de las que no se daba cuenta.
Había tanto misterio en ella, dudas que quiero resolver pero no encuentro una manera apropiada de hacerlo.
Le agradezco lo que está haciendo, pero no sé el por qué lo hace.
Hay mucho más que sólo una buena intención, lo siento.

—¿En qué tanto piensa?—
Interrumpió la mujer.

—Cosas.—
Respondí.

Soltó una de sus clásicas risas irónicas.

—Aún desconfía de mi, ¿no es así?
—No es eso.
—Su mirada dice todo lo contrario. Hay un conflicto en su interior.

Y si lo había, en muchos sentidos.
Por un lado estaba mi intriga hacia la anciana y estoy aferrado a la idea de saber el por qué de su interés.
Después está la preocupación por Roselle y el deseo que tengo por verla sana de nuevo.
Luego está la culpa que siento por todo esto.

Y por último esa sensación extraña que me recorre el cuerpo cuando recuerdo esa noche, a mi alumna hundiéndose en las profundidades, más tarde inconsciente tumbada en la cama mientras yo cortaba su ropa, y lo que pasó después...
Prácticamente la sensación me carcome y la siento intensificarse cada vez que estoy cerca de Roselle.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora