...Capítulo 56: Secretos del destino...

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PoV Narrador Omnipresente

Camus se despertó más tarde de lo habitual, y de cierta manera se lo había permitido ya que su cuerpo lo exigía. El dolor prevalecía en leves punzadas pero no era nada con lo que no pudiera lidiar, el baño y las atenciones de Roselle fueron de gran ayuda para la liberación de sus demonios internos.

Sobre su alumna, se preguntó si ya había salido, o acaso se quedó dormida al igual que él, no hubo ruidos ni aromas que lo despertaran, así que decidió averiguarlo por si mismo.

El primer lugar al que se dirigió fue a la habitación de Roselle, la puerta estaba entreabierta y a pesar de tocar, no recibió respuesta. Decidió abrirla por completo sólo para percatarse de que ella no estaba ahí.

Pensó en que tal vez pudo irse temprano a entrenar o a preparar algo para desayunar, pero no tenía mucho sentido después del día anterior y la notoria preocupación que Roselle expresaba. Entonces, algo en su interior tomó conciencia y decidió dirigirse a la biblioteca.

Al llegar no notó nada extraño, recorrió con su mirada los rincones más cercanos y avanzando lentamente hacia la zona de reposo. Ahí fue donde la vió, descansando plácidamente sobre uno de los sillones, apenas cubierta por una manta; su ropa era la misma que la del día anterior y aún se notaban las manchas de sangre que obtuvo por el contacto al sacarlo

En la mesa más cercana, reposaban libros a los que Roselle nunca les había puesto atención y en el suelo, se encontraba un tomo abierto de herbolaria medicinal. Claramente esa fue la última lectura de su alumna antes de caer rendida a los sueños, tan plenos y pacíficos que le daban un aura espiritual, misma a la que Camus no podía dejar de contemplar

Levantó el libro del suelo, quedando cerca del rostro de su alumna. Sus mejillas estaban rosadas, y un pequeño hilo de saliva se asomaba por la comisura de aquellos labios que una vez probó.
Un extraño impulso por acariciarla empezó a recorrerlo con fuerza, aumentando el deseo por sentir el roce de sus bocas como aquella noche en la cabaña... pero no podía, no así, no de esa forma.

Camus recién estaba aprendiendo a lidiar con ese nuevo descubrimiento, el cual cada día le costaba un poco menos aceptar; pero si el destino quería que ese acto volviera a acontecer, sería cuando ambos sean plenamente conscientes y no existan demasiados impedimentos para que pueda desarrollarse con total libertad.
Mientras, el caballero de los hielos eternos mantendría sus sentimientos y su más latente deseo en secreto, atesorando cada momento en silencio.

—Roselle.

La llamó gentilmente.
Ella murmuró algo en sueños, pero no despertó.
Una vez más Camus pronunció su nombre, esta vez limitándose a tocar su hombro cuando en realidad quería acercarse mucho más, pero su voluntad como caballero y hombre se lo impedían por completo.

La chica abrió los ojos con pesadez y al enfocar la imagen de su maestro frente a ella, rápidamente se incorporó con brusquedad a tal grado de provocarse un mareo. El rosado de su rostro se tornó más intenso, y al apretar su boca esta de volvió carmín.

—¡Maestro! ¿Qué hace en mi habitación?
—En realidad, estamos en la biblioteca.
—¿La bibli... Ay no...

Roselle miró a todas partes, recordando la noche anterior y lo que estaba haciendo ahí. No se dió cuenta en qué momento toda la intensidad de lo que pasó le hizo agotarse hasta dormirse, pero el punto es que había pasado la noche ahí y su maestro tuvo que ir a despertarla.
Se tapó la cara de vergüenza.

—Lo lamento... no me di cuenta.
—Veo que estuviste muy ocupada. ¿Herbolaria? No sabía que te interesaba.

Camus le mostró el libro que descubrió en el suelo, el último que había leído anoche. A la par, esbozó una pequeña sonrisa para luego ser remplazada por una expresión curiosa y altanera, pero de una forma muy adorable.
Su ceja se arqueó y al presenciar todo aquello, Roselle no pudo evitar sentir mariposas en el estómago.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora