...Capítulo 74: Rojo amanecer...

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PoV Narrador Omnipresente

....Meses después....

Las temperaturas bajo cero nunca eran algo con lo que resultaba fácil lidiar, incluso después de permanecer cuatro meses al año en el lugar más helado de la tierra, o ser portador de un poder que involucraba el dominio del aire congelado. Camus estaba consciente de ello, pero Roselle empezaba a sufrir las consecuencias de sus acciones.

Llevaba un mes entero cambiando su rutina diaria, en donde ahora su maestro le exigía pasar las noches y las madrugadas en el exterior; entrenando en la intemperie, con tormentas y ventiscas extremas azotando su cuerpo, expuesta a los animales carroñeros que sólo buscaban una presa fresca, evadiendo cualquier ataque y aprendiendo de sus propias habilidades.

Sin embargo, lo que más se le dificultó a ambos fue regresar al agua, más sabiendo que su temperatura sería insoportable en plena madrugada; pero sobre advertencia no había engaño, y Camus se lo había dicho tiempo atrás.

El mago del agua y el hielo sabía ocultar sus temores a tal grado de no reflejar la preocupación en su rostro cuando el momento de aquella prueba había llegado. Se había prometido a sí mismo postergarla lo más que pudiera, pero a esas alturas, el nivel que su alumna manejaba lo exigía.

No quería reconocer que temía por la seguridad de la chica, que aún le atormentaba su imagen herida y flotando en la nada, que las pesadillas de la debilidad y la hipotermia aún lo visitaban por las noches... simplemente era algo que no estaba dispuesto a vivir nuevamente.
Pero la verdad era que él iba a tomar precauciones en caso de un imprevisto, porque a fin de cuentas, no podía negarle eso a ella, incluso si involucraba un paso más hacia su despedida.

En cuanto a Roselle, aquella era la cuarta vez en la que cumplía con sus obligaciones, donde sumergida en el mar siberiano, oscuro y gélido, se concentraba para que las corrientes no la arrastraran mientras se movía libremente entre las aguas. Su cosmos era su única guía, su luz y su escudo en medio de la penumbra; ya no había cuerdas que la sujetaran, no existían métodos se seguridad ni tampoco alguna garantía, solamente ella y su valor.

Roselle nadó hacia las profundidades una última vez, adentrándose en lo desconocido. Al patalear, no percibía sus piernas como tal, sino que su destreza y velocidad la hacían sentir una sirena. Vislumbró peces, arrecifes, hielo y piedras por donde pasaba, conociendo cada vez un poco más de las secciones del mar ártico, en donde nadie podía asegurar si existía vida o algo de valor hasta verlo en persona.

De un momento a otro, quiso sumergirse aún más, poniendo a prueba sus propios límites, pero una sensación desagradable le recorrió la espalda, un escalofrío bajando por su columna junto al recordatorio tan estricto que su maestro le había dado como condición para dejarla nadar. Entonces, como si lo hubiera invocado, escuchó la voz de Camus en su interior.

Ya es hora, está a punto de amanecer.

Y con eso tuvo para optar por la resignación y ascender a la superficie.
El sol era su reloj, el indicador de que debía salir cuanto antes y que su lección había concluido, pero Roselle consideraba que era un astro inoportuno, ya que mientras más disfrutaba del agua, más pronto el tiempo se le acababa.

Nadó en el ángulo más recto que pudo hasta encontrarse con una capa de hielo que le impedía tener contacto con el exterior. Era obvio que no iba a regresar al punto en donde ingresó por varias razones, así que tendría que formar su propia salida.
Golpeó el hielo un par de veces exactamente en el mismo punto. Recordaba sus primeras lecciones y los glaciares que tuvo que destruir hasta hacerle sangrar los nudillos; no era algo que le gustara, de hecho, lo detestaba, pero no tenía más opción que hacerlo.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora