...Capítulo 65: Hasta la raíz...

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PoV ~CAMUS~

Las semanas transcurrieron con mayor velocidad de la que pudimos esperar, supongo que eso es lo que sucede cuando se acerca un acontecimiento importante, la percepción del tiempo cambia, aunque el tiempo siga siendo exactamente el mismo.

Mis pensamientos más egoístas me hacían desear permanecer aquí más tiempo, me sentía cómodo, con privacidad, en compañía de alguien con quien verdaderamente quería estar, pero no podía dejar que mis vanas necesidades opacaran los planes iniciales; ambos teníamos una vida que nos esperaba en el Santuario, objetivos que lograr, metas que cumplir y amigos a quien extrañar.

Roselle bajó las escaleras con equipaje en mano mientras su perro la seguía, le había costado despedirse del ático y honestamente, a mi también. Aunque cansada y con un par de ojeras levemente marcadas, lucía espléndida hasta en el más sencillo de sus ropajes, llena de vida, de calidez... una de la que hasta cierto punto, ya era parte.

La rutina de la ocasión anterior se repetiría y el hijo de Tasya nos llevaría hasta el puerto, pero esta vez, la propia anciana también iría.
Sé que las despedidas pueden llegar a ser muy emotivas, más si se trata de aquellas en las que Roselle es participe. La niña abrazaba a Roselle lo más fuerte que sus brazos le permitían soltándola sólo con la promesa de que regresaría el próximo año y que le escribiría constantemente.

La madre se mostraba tranquila, plena, cargando al bebé que ahora estaba de manera simbólica bajo la protección de mi alumna y la mía. Era extraño, pero nada particular, simplemente saberse protector de otra vida de una forma más directa resulta ser peculiar; más si se trata de una pseudo responsabilidad que ahora comparto con Roselle sin que ninguno de los dos lo esperara.

Los últimos vientos de invierno eran crudos, aunque débiles en comparación de los que llegaban en la estación recién comenzaba. Durante el camino hacia el muelle, Roselle no dejaba de mirar por la ventana y honestamente, no quise interrumpirla; se estaba despidiendo una vez más, y cada persona merece el tiempo necesario para hacerlo.

Llegamos al puerto justo a tiempo. El barco recién comenzaba a subir su carga y a calentar sus turbinas. Al bajar de auto, Roselle se encargó de todos los trámites para poder abordar, mientras el hijo de Tasya y yo bajábamos el equipaje.

Aquel hombre, aunque reservado, se mostraba cortes; percibía en él cierto temor, o tal vez vergüenza, misma que pude sentir tiempo atrás en esta misma situación.
Pareciera que Tasya también lo percibía, así que mandó a su hijo por algún refrigerio en lo que esperábamos a subir al barco.

—Está muy callado.

Su voz me sobresaltó entre todos mis pensamientos.
Bajé la mirada y encontré a la anciana al lado mío, observándome como si quisiera averiguar qué era lo que pasaba por mi cabeza.

—No hay mucho de lo que hablar.

Le contesté cordialmente.
Ella soltó un bufido, una especie de burla a la que ya estaba acostumbrado escuchar cuando Tasya trataba de encontrar alguna incoherencia en las palabras de las personas.

—Tal vez, pero son sus últimas horas aquí, debería decir algo.
—No soy esa clase de persona.
—Eso me queda claro. Es el hombre más extraño que alguna vez pude conocer.
—Tomaré eso como un cumplido.
—Pero no evada lo que digo. Pronto partirá y no ha dicho ni una palabra.
—No creo que haga falta. Sabe perfectamente que regresaremos en unos meses, nuevamente cuando el invierno esté a punto de comenzar.
—Si si, pero eso no implica que las despedidas sean duras.

No esperaba sus palabras, pero denotaban algo de nostalgia en la forma de decirlas, lo que me causó cierta gracia porque nunca pensé escuchar a Tasya de esa manera.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora