...Capítulo 48: Miedos y pecados...

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PoV Narrador Omnipresente.

....Dos semanas después....

No era salvaje ni agresivo, tampoco ardía con intensidad, sólo permanecía tranquilo y estable, al igual que ella.
Sus ojos se perdían en las brazas de la chimenea, en ese crujido de la leña mientras era consumida.
Respiraba con lentitud, apenas y sentía calor en su cuerpo a pesar de traer tres mantas encima.
Toffy reposaba a su lado, Roselle sólo podía apretar la tela hecha jirones en sus manos.

Apenas y podía recordar lo que pasó después de caer al agua, pero el sonido del hielo quebrarse a sus pies nunca iba a abandonarla. Seguía sin entender muchas cosas pero no quería buscarles explicación, sólo quería dejarlas tal y como estaban.

Tasya le había dicho que Camus la salvó y gracias a él aún estaba con vida, otra cosa que deberle.
Roselle lo sintió varias veces, la presencia de su maestro junto a ella.
Sentía su frustración y preocupación pero también sentía su consuelo y tranquilidad.
Hubo veces en las que Roselle sintió que moría; el dolor y los sueños la atormentaban y la hacían desear su fin, pero a la vez temía por irse.

Seguía sintiéndose mal, también impotente, pero estaba dispuesta a continuar, dejar ese episodio de su vida atrás y sólo seguir adelante.
Además, había otra cosa que le impedía rendirse y eso lo tenía clavado en el alma tanto como la profundidad del sentimiento hacía su maestro.

Camus no le iba a permitir rendirse tan fácilmente después de esa noche, después de que Roselle escuchará todo lo que él pensaba de ella.
Cómo la valoraba y cuánto estima le tenía.
Ahora menos que nunca podía volver la cabeza hacia atrás.

Apretó los dientes y arrojo lo que quedaba de su antiguo uniforme de entrenamiento hecho pedazos al fuego justo en el momento en que Camus se sentó junto a ella.
Su presencia no le alertó. Al contrario, lo esperaba.

—Tendré uno nuevo a fin de cuentas, no creo que quieran verme entrenar desnuda.

Se adelantó a decirle. Había cierto tono de ironía en sus palabras.
Camus evitó recordar aquella noche en la que él mismo hizo jirones la ropa que ahora las llamas abrazaban. El calor del fuego disimulo el rojo de sus mejillas.
Se aclaro la garganta después.

—¿Pero por qué quemarlo?
—Porque no quiero conservar algo inútil que me recuerde a ese día. Sólo quiero recordarlo para motivarme a que puedo ser mejor.

Roselle no le dio importancia, pero esas palabras hicieron que en Camus existiera cierta esperanza en que las cosas recobrarían su camino natural.
Y eso le hizo tener confianza.

—Al fin ha vuelto la chica que recluté en el Pireo.

Dijo Camus mientras rompía el silencio entre ambos.
Al escucharlo, Roselle soltó una risa irónica, recordando esos momentos en donde nada le preocupaba, en donde estaba a salvo y en donde vivía en completa ignorancia.

—No, ya no soy la chica del internado, soy la chica del santuario y al parecer ahora también de Oymyakon.
—¿Por qué mejor no la chica de Siberia?

Ambos ya estaban al tanto de la nueva estima que todo el pueblo les tenía. Un cambio bastante drástico en poco tiempo comparado con la consideración que antes tenían por los habitantes de la región.
Y todo por un sacrificio que estuvo a punto de terminar en tragedia

Para ellos parecía poco, pero para los demás era un milagro y una bendición.
Después de todo, ya era hora en que necesitarán una nueva historia que contar.
Algo nuevo que con el tiempo se transformaría en leyenda.

Roselle sonrió poco a poco, todo lo que sus músculos faciales le permitían.
Se imagino por un momento terminar como los grandes héroes de la historia; que su nombre y sus hazañas prevalecieran por los siglos en la memoria de la gente.
Resultaba algo gracioso y raro contemplarse de esa manera.
Nunca se consideró llegar a tal, pero soñar y jugar con ello no costaba nada.

Corazón De Hielo, Voluntad De Hierro 《Camus De Acuario》Donde viven las historias. Descúbrelo ahora