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Lisa POV.

Terminé de redactar el informe de finanzas que llevaba aplazando los últimos días. Me apreté el puente de la nariz y di un largo suspiro. Odiaba hacer el trabajo de otros departamentos, pero odiaba aún más las cosas mal hechas, por lo que prefería hacer todo yo misma. Miré el reloj y era pasada la medianoche. Necesitaba un cigarro para relajarme después de un día tan largo. Comencé a buscarlos pero a simple vista no podía encontrarlos.

—Sobre la mesita de centro, al lado de tu muy muy muerta planta—dijo una voz femenina que conocía a la perfección. Miré a la puerta y ahí estaba ella, sonriendo con superioridad como siempre. Había entrado silenciosamente por lo que no noté cuando se había colado en la oficina.

—¿Acaso no sabes que no deberías entrar a una oficina ajena sin tocar?—pregunté poniendo énfasis en la última parte. Ella sólo sonrió y se acercó a mí con su típico andar seductor.

—Tenía muchas ganas de verte. Y puedo entrar cuando quiera, después de todo es mi compañía—respondió sonriente mientras ponía ambas manos en mi cintura, acercándome a ella.

—Oh, lo siento Presidenta Irene—dije con sarcasmo—¿A qué debo el placer de su visita?

—¿Qué otra cosa podría ser si no es trabajo?—preguntó fingiendo inocencia. Di un largo suspiro.

—Estoy muy cansada. Me iré a casa—dije intentando deshacer su agarre en mi cintura pero no lo logré. Si era completamente honesta, no es que realmente lo haya intentado.

—Estás cansada porque te empeñas en salir de juerga como si fueras una adolescente. Ya no eres una ¿sabes?—comentó haciendo más presión en su agarre. Vi cómo se mordía los labios mientras su mirada iba de mis ojos a mis labios. Era bastante claro lo que quería.

—No necesito un recordatorio de mi edad—respondí. 

Una de sus manos dejó mi cintura para agarrar firmemente mi trasero. Nos miramos fijamente por unos segundos sin decir palabra. Sentía la tensión en el aire y sin ser capaz de aguantar por más tiempo ataqué su boca y comencé a devorarla mientras mis manos hacían un rápido trabajo desvistiéndola. Ella soltó un gemido cuando mis besos se desviaron hasta su cuello. Me guió hasta el sillón y me empujó sobre este para sentarse luego sobre mi regazo. Tomó mi nuca y continuamos besándonos hasta que nos faltó el aliento. Aproveché esa oportunidad para quitarle aquel vestido burdeo ajustado y contemplé a la belleza en ropa interior que tenía en frente.

—¿Te gusta lo que ves?—preguntó seductora al notar que me mordía un labio. No le respondí y en su lugar comencé a besarla como si la necesitara para respirar. La noté forcejeando para quitarme la blusa, por lo que de un tirón me la quité y sin perder tiempo atrapé sus senos con mis manos y comencé a masajearlos sobre el sujetador. Irene arqueó la espalda dejándose llevar por mis besos y caricias. Era imposible resistirme. Una vez más fui presa del deseo y una vez más la oficina se llenó de gemidos y jadeos.

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—¿Qué sucede?—preguntó Irene al rato después cuando observó cómo me levantaba del sillón.

—Tienes que dejar de hacer eso—dije sin más y comencé a buscar mi ropa que estaba esparcida por el suelo. 

—¿Hacer qué? ¿Extrañarte?—preguntó con una sonrisa poniéndose de pie y haciendo lo propio.

—Venir a la oficina. No quiero rumores extendiéndose entre los miembros del equipo.

Todos en la oficina sabían mi orientación sexual y no tenían problema con ello. Sin embargo nadie sabía de mi pasado con Irene y realmente quería que se mantuviera de ese modo.

—Pero te extrañaba... —Se acercó por mi espalda sólo en ropa interior, puso sus brazos alrededor de mi cintura y comenzó a dar pequeños besos en mi cuello. 

—Irene... nosotras terminamos—le recordé deshaciendo el abrazo en el que me había acorralado. Esta vez sí lo hice con la fuerza suficiente para que no pudiese oponerse. 

Había salido con Irene desde que estaba en secundaria. Ella era dos años mayor que yo pero eso no impidió que se convirtiese en mi primer amor y que se llevara todas mis primeras veces consigo. La amaba, estaba completamente enamorada de ella y quería el vivieron felices por siempre. Sin embargo, en mi último año de universidad todo se fue a la mierda cuando la vi en la cama con un sujeto al que no conocía. 

Fue una mierda. Había pasado sólo un mes desde que mis padres habían fallecido en un accidente y habíamos tenido una estúpida pelea porque yo simplemente no quería irme a Australia con ella. Cuando fui a su casa a disculparme por haber sido una idiota, la vi en la cama con aquel sujeto. Ella juró que fue un error y que lo hizo porque estaba ebria, pero ya todo estaba hecho. Algo se rompió en ese momento y no pude perdonarla. Fue entonces cuando decidí que no quería otra relación. Me líe con distintas mujeres pero siempre fue algo de una noche. Había perdido la fe en el amor. Me destrozó la traición de Irene y no me sentía capaz de confiar en otra persona. Sin embargo, pese a que sentía un profundo rencor hacia ella nunca podía decirle que no a nuestros encuentros sexuales. La odiaba y la deseaba al mismo tiempo. La quería lejos y cerca. No podía simplemente olvidar todos los años que estuvimos juntas.

—¿Es que acaso nunca me perdonarás? Han pasado diez años—me dijo con lágrimas en los ojos—No he estado con nadie más que tú en estos diez años. Te sigo esperando, Lisa—confesó con la voz rota—Te seguiré esperando cuanto tiempo haga falta—

—Te lo he repetido muchas veces Irene. Nosotras jamás volveremos a estar juntas—Me dirigí nuevamente a la mesita de centro y tomé mi celular, los cigarrillos y las llaves—Apaga las luces antes de irte—dije antes de salir por la puerta sin mirar atrás. 

Las cosas no habían sido siempre así. Cuando éramos novias yo di todo por ella, estuve en sus peores momentos apoyándola cuando tenía problemas con sus autoritarios padres. Siempre fue mi prioridad y nunca hice nada que pudiera lastimarla. Había dejado amistades y un montón de experiencias juveniles de lado por hacerla feliz, ya que sabía que pese a ser tan segura de sí misma era muy celosa en lo que respectaba a mí. Y fuimos felices. Todo el tiempo que estuvimos juntas fuimos realmente felices y es por eso que habíamos hablado de mudarnos a Australia. Irene quería estudiar allá pero esperaría a que terminara terminara la preparatoria para que ambas nos fuésemos juntas al extranjero. Sabía que Irene había tomado esa decisión para alejarse de su familia y yo, como la chica enamorada que era, estaba dispuesta a abandonar mi sueño de estudiar en la prestigiosa universidad de Seúl por seguirla. Pero cuando mis padres fallecieron, ni siquiera pude contemplar la idea. Mis padres estaban en Seúl y no había manera de que simplemente los dejara. Al menos no después de tan solo un mes de su fallecimiento, pero eso fue algo que Irene no pudo comprender. Ella comenzó a exigir que enviara las solicitudes para las universidades en Australia y yo simplemente no podía pensar en eso. Eso nos llevó a la discusión que terminó desencadenando los eventos posteriores. 

Después de terminar nuestra relación Irene continuó insistiendo, ella quería ganarse mi perdón pero ella no es capaz de entender que cuando la confianza se rompe no hay mucho que hacer. Y estaba disfrutando de la vida tal como era, sin relaciones, sin compromiso. Sólo mucha diversión. Pero algunos hábitos son difíciles de romper y es por eso que cuando Irene me seducía, nunca había sido capaz de decirle que no. 


What does Chaelisa say?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora