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Lisa POV.

Nunca pensé que caminar por la orilla de la playa con la persona que te gusta se podía disfrutar tanto. Y así me encontraba; caminando con Rosé a mi lado, entrelazando nuestros dedos y disfrutando del agua en nuestros pies. Desde que me había disculpado con ella su hermosa sonrisa había vuelto a su rostro y parecía mucho más relajada.

—Es una lástima que debamos regresar mañana—comentó con un suspiro mientras contemplaba el atardecer. 

—Quizá podríamos tomar nuestras vacaciones aquí si te ha gustado tanto—comenté y vi como brillaron sus ojos de sólo imaginarlo. 

—Me encanta la idea—comentó pasando sus brazos alrededor de mi cuello. La tomé por la cintura para acercarla más a mí. La playa se encontraba casi vacía y no había nadie a nuestro alrededor que pudiese incomodarse por nuestro PDA—Iría a cualquier parte siempre y cuando esté con cierta manager.

—¿Entonces sólo me quieres por mi posición?—bromeé. 

—Claro que no. También porque eres muy atractiva—bromeó ella antes de darme un casto beso en los labios—Realmente me gustas mucho mucho—Su sorpresiva declaración hizo que me ruborizara y desvié la vista algo incómoda.

—Pese a tu apariencia puedo decir que te avergüenzas fácilmente—dijo divertida. 

—Eres una insolente—resoplé y antes de que pudiese decir algo, ataqué sus labios besándola intensamente hasta que quedó sin respiración—Espero que hayas aprendido a ser respetuosa de tus mayores.

—Lección aprendida—musitó mientras recuperaba el aliento y sonreí satisfecha al ver cuánto la afectaba. Lo que no me esperaba era su faceta vengativa; sin darme tiempo a reaccionar comenzó a lanzarme agua. Por supuesto no podía quedarme de brazos cruzados ante tal ofensa y comencé a seguirla por la orilla de la playa. A la vista de las personas debíamos parecer dos adolescentes jugando y disfrutando de una tarde en la playa mientras nos arrojábamos agua. Atrapé a Rosé y la envolví entre mis brazos impidiéndole escapar y ella reía y jadeaba después de tanto correr. 

—Me rindo... no puedo...más—dijo aún carcajeándose.

—Eres una niña. Nos has dejado empapadas—me quejé. 

—Podría ser peor...

—¿A qué te refieres?—pregunté sin comprender. Su sonrisa traviesa sólo me hizo pensar que se traía algo en manos. Se aferró a mis brazos que seguían envueltos en ella y puso una de sus piernas entre las mías haciéndome perder el equilibrio. Mi primer instinto fue soltarla para no caer pero ella estaba aferrada a mis brazos. Aprovechando ese instante con un rápido movimiento dobló su rodilla, haciendo que las mías también se doblaran y ambas caímos al agua quedando esta vez completamente mojadas. 

—¡Rosé!—me quejé queriendo sonar indignada pero no podía dejar de reír. No recordaba la última vez que me había reído tanto. 

—Ahora sí estamos empapadas—repuso ella uniéndose a mi risa. Me puse de pie con dificultad y le tendí una mano para ayudarla a salir del agua. Intentamos que esta escurriese de nuestra ropa sin mucho éxito. 

—Ahora sí estamos arruinadas. Ningún taxi querrá llevarnos de vuelta al hotel—suspiré.

—Podemos caminar—comentó encogiéndose de hombros como si no fuera la gran cosa. 

—Son como 30 minutos caminando—repuse y ella arqueó una ceja.

—¿Creí que era más atlética?—sonrió levantando una ceja—Treinta minutos andando no es nada. Te has mal acostumbrado a ir en auto a todos lados y eso no es saludable—me regañó. No pude negar tal acusación así que sólo puse los ojos en blanco y comenzamos nuestro camino de regreso al hotel. 

Treinta minutos después llegamos al hotel ya casi secas y yo jadeando por el ejercicio que no tenía previsto realizar. Rosé se reía de mi mala condición física y yo me prometí dejar de fumar o al menos, disminuir la cantidad de cigarrillos que fumaba diariamente. Al llegar subimos directamente a la suite. Rosé me seguía unos pasos más atrás ya que no tenía la tarjeta de acceso. Entré primero encendiendo las luces y quitándome los zapatos.

—Estoy llena de arena así que iré a bañarme ¿Harás lo mismo o...?—le pregunté a Rosé volteando para mirarla pero para mi sorpresa ella se lanzó a mis brazos dándome un apasionado beso que recibí gustosa. 

—¿Qué tal si nos bañamos juntas?—preguntó con duda mientras se mordía uno de sus labios. 

—Esa es una excelente idea—comenté agarrando su trasero con mis manos para acercarla más a mí—¿Vamos?—ella asintió con la cabeza con una sonrisa satisfecha. La volví a besar y nos hice paso hasta el enorme baño de la habitación sin dejar de besar sus labios en ningún momento. 

—Sabes a sal—comentó con una sonrisa cuando llegamos al baño. 

—Tú culpa—dije a modo de explicación haciéndola reír. Ella se agarró el cabello con las manos y se volteó dejándome apreciar su hermoso trasero cubierto en ese ajustado vestido 

—¿Me ayudas?—pidió. No sé si era debido a que ya conocía el cuerpo desnudo de Rosé y ansiaba volver a verlo de ese modo, pero todo lo que hacía y decía me parecía extremadamente sexy. Tragué duro y me acerqué un paso para ayudarla a bajar el cierre del condenado vestido.

—Hazme un favor y no vuelvas a usar este vestido—dije en su oído notando como se le erizaba la piel de los brazos al sentirme tan cerca.

—¿Por qué?—quiso saber. 

—Porque te ves demasiado sexy en él y no quiero que nadie más te vea así—mordí el lóbulo de su oreja antes de repartir besos por su cuello y escuché cómo su respiración se hacía cada vez más irregular. Luego de bajar el cierre la ayudé a quitarse el vestido, aprovechándome de la situación y tocando su piel desnuda en cada oportunidad que se me presentaba. Ella se volteó quedando de cara a mí y fue imposible no relamer mi labio inferior al ver a semejante musa frente a mí; aquel cuerpo cubierto tan sólo con ropa interior de encaje negro y esa mirada de deseo en su rostro era más de lo que cualquier persona podría soportar. Sin dejar de observarla comencé a desvestirme; me excitaba de sobremanera el verla devorándome con la mirada. Con cada prenda de ropa que me quitaba parecía que su respiración se volvía más errante. Cuando estuve completamente desnuda me acerqué nuevamente a ella y con delicadeza le quité el sujetador y las bragas. Noté sus mejillas ruborizadas cuando lo hice pero lejos de mostrarse reacia a continuar, veía sus ojos brillantes de expectación. Tomé su mano y la llevé hasta ducha. Ahí abrí el agua caliente.

—Primero quitaremos esta condenada arena y luego... ya veremos—expliqué y ella asintió. Era increíble lo obediente que era a veces. No pude evitar esbozar una sonrisa y la ayudé a quitarse la arena del cuerpo y enjuagar su cabello. Ella hizo lo mismo conmigo y se reía al verme frustrada porque la arena parecía nunca desaparecer. 

—Por fin no hay rastros de arena—comentó Rosé terminando de enjabonar mi espalda. 

—Tomó un poco de tiempo ¿no? Si tan sólo alguien no nos hubiese lanzado al mar—suspiré y ella continuó riendo. Tomé un poco de jabón en mis manos y comencé a enjabonar su cuerpo deleitándome con la suavidad de este. Por supuesto ahora que la arena por fin había desaparecido mi objetivo era claro; haría a Rosé nuevamente mía. 


What does Chaelisa say?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora