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Lisa POV.

Había terminado la misa que logré organizar a último minuto en honor al aniversario de mis fallecidos padres. Sentí un gran nudo en la garganta todo el tiempo pero me obligué a no llorar. Me despedí de algunos amigos de mis padres que pudieron llegar a tiempo. Me dirigí al auto y apenas entré me desplomé en el. Di un largo suspiro y cerré los ojos. No quería volver a los cuestionamientos y las preguntas sin respuesta que me enfurecían y dolían en partes iguales. Sentí que mi cabeza era un lío, comencé a tener dificultades para respirar, mis manos sudaban y temblaban sobre el volante. Sabía lo que estaba pasando, sabía lo que vendría a continuación pero no quería. Hace mucho tiempo no tenía un ataque de pánico y no quería tener uno. No ahora. Un golpecito en la ventana del auto fue lo que detuvo la crisis. Grande fue mi sorpresa al ver a una rubia del otro lado. Bajé la ventanilla y la miré sorprendida.

—¡Rosé! ¿Qué haces aquí?

—Manager ¿por qué terminó la llamada?—preguntó inocentemente. Su pregunta me tomó desprevenida y no pude hacer más que sonreír y negar con la cabeza. Mi respiración se estaba calmando y sentía como de a poco recuperaba el control de mi cuerpo. Inhalé profundo y abrí la puerta del copiloto para que ella entrara. Ella observó con atención mis movimientos y corrió hacia el otro lado para entrar al auto. 

—Me necesitaban para organizar la misa, asique terminé la llamada—expliqué cuando ya estuvo dentro. 

—Ah... ya veo—comentó pensativa. Nos quedamos en silencio unos segundos. Todavía no entendía por qué estaba aquí.

—Entonces...¿Vas a decirme por qué estás aquí? ¿Sucedió algo que debo atender en persona?—Esperaba que no fuera el caso ya que no me sentía bien para ir a la oficina.

—No, no es eso...—respondió jugando con sus manos. 

—¿Entonces qué? ¿Estás faltando al trabajo?—cuestioné curiosa. No me parecía que Rosé fuera el tipo de chica que faltase al trabajo porque sí, pero quizá me había equivocado.

—Es sólo que...

—¿Es sólo que...?—repetí.

—Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, ya estaba en el taxi—respondió con honestidad.

—¿Por qué?

—No me pareció correcto que estuviese sola el día de hoy manager—Me miró con ternura e hizo que mi corazón diera un vuelco. No había lástima en su mirada, sólo preocupación y entendimiento.

—Vayamos a comer—dije mirando el reloj. Ya era la hora de la comida. Ella asintió a mi propuesta y encendí el auto—No quiero ir a un lugar que esté lleno ¿Quieres ir a mi casa?

—¡Claro!—respondió de inmediato, lo que me hizo sonreír. Puse en marcha el auto y nos dirigimos a casa. Cuando llegamos, abrí la puerta usando el código y entré primero. Ella me seguía como un cachorrito.

—Disculpe las molestias—dijo al entrar. 

Le di un pequeño tour por la casa y ella miraba todo muy atenta, pero no sorprendida. Supongo que cortesía de la última vez que me trajo a rastras a casa. Tenía que reconocer que el departamento era muy grande y sofisticado. Fue Irene quien escogió el lugar cuando planeábamos vivir juntas y es por eso que la mitad del lugar estaba a su nombre. 

—Tiene una casa grande y muy linda manager—comentó cuando me acompañó a la cocina. 

—Gracias, alguien escogió casi todo así que el mérito no es mío—expliqué. Miré en el refrigerador y no había mucho. Suspiré. ¿Qué diablos podría cocinar?

—Manager, si me permite... ¿puedo cocinar?—preguntó Rosé. Se había acercado sigilosamente y estaba a mi lado viendo el refrigerador casi vacío.

—No hay mucho para preparar—avisé. Ella negó con la cabeza con una sonrisa. 

Se amarró el cabello, se lavó las manos y comenzó a pasearse por la cocina como si fuese suya. Yo me senté en uno de los taburetes y la observé fascinada. Sacó algunas verduras, un paquete de pasta y comenzó a trabajar con esmero. No habló mientras cocinaba, estaba realmente concentrada. Mientras preparaba una salsa, sacó una cuchara y sacó un poco de esta. La probó y se quedó pensativa por unos segundos. Luego se acercó a mí y puso la cuchara frente a mi cara.

—Por favor pruébelo y dígame cómo está—me pidió. Asentí y probé, un poco sonrojada al notar que estaba dándome de comer.

—Está delicioso—respondí. Realmente estaba riquísimo y me sorprendió que pudiese prepararlo con los pocos ingredientes que tenía. Ella sonrió complacida y continuó cocinando. Mientras ella seguía trabajando, aproveché de buscar una botella de vino y nos serví una copa. Al poco rato estaba todo listo y me sirvió un plato. Nos quedamos en el mesón, una al lado de la otra. 

—Gracias por la comida—dijo uniendo sus manos en una oración silenciosa. No pude evitar sonreír ya que era una chica muy educada. Comenzamos a comer y apenas di el primer bocado me sentí en el cielo. La pasta estaba deliciosa. 

—Está exquisito—dije tomando otro bocado. Ella parecía realmente feliz—La verdad no esperaba que supieras cocinar—confesé.

—Aprendí a cocinar a los 14—explicó tomando un sorbo de vino—Como que me vi en la obligación de aprender.

—¿Hm?—aquello me había causado curiosidad. Ella suspiró y miró el plato unos segundos antes de contestar.

—Mis padres me echaron de casa cuando tenía 14. Estuve viviendo con mi mejor amiga y su abuela, pero en ese entonces ella trabajaba mucho. Como me recibieron en su casa sin aceptar el dinero que conseguí trabajando, sentí que lo mínimo que podía hacer era prepararles la comida.

Esa información me había dejado perpleja. Siempre pensé que Rosé era una niña acomodada, de hecho parecía una niña malcriada, pero no podía haber estado más equivocada.

—Lo lamento—dije sin saber que otra cosa decir.

—Está bien. Tuve suerte de que mi mejor amiga y su abuela me recibieran en casa—contestó con tranquilidad—Gracias a ellas pude trabajar y ahorrar todo mi dinero lo que me permitió arrendar el estudio en el que actualmente vivo.

—Me alegra que hayas tenido en quien apoyarte.

—¿Manager no tuvo alguien que la apoyara cuando sus padres fallecieron?—preguntó. Bajo cualquier otra circunstancia, esa pregunta me habría parecido muy irrespetuosa. Sin embargo, al observarla noté que lo preguntaba con genuina curiosidad. 

—Hm... Tenía una novia en aquel entonces. Pero estuve muy mal después del accidente así que no fui la mejor pareja. Ella me engañó y entonces terminamos así que fue bastante solitario— confesé. Decidí reservarme el detalle de que estaba hablando de Irene, después de todo Rosé trabajaba en la empresa. 

—Lo lamento mucho manager—dijo ella poniendo una de sus manos sobre la mía. Mis emociones estaban hechas un lío. No pude evitar sonrojarme ante su contacto. Me aclaré la garganta y continué comiendo. Rosé decidió hacer lo mismo y terminamos en completo silencio, cada una sumida en sus propios pensamientos. 




What does Chaelisa say?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora