Capítulo 26

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Llovía a cántaros cuando aparcó el coche frente al edificio. Los relámpagos quebraban el cielo nocturno e iluminaban en tétricos fogonazos las ramas desnudas de los árboles y la oscura fachada de ladrillo de la iglesia unitaria universalista. A través de la luna lateral del Chevy alzó la vista hacia la segunda planta de la brownstone y comprobó que la luz del despacho de Jungkook estaba encendida.

Había ido directo a casa desde el teatro, aunque de no haber sido así él lo habría esperado en el interior del coche. Ahora que estaba decidido a contárselo todo, no pensaba marcharse de allí sin haber hablado antes con él.

Lo había meditado durante la tarde.

Aprovechando los turnos de ensayo, había dado paseos a lo largo y ancho de la platea para aclararse las ideas.

¿Debía afrontar aquello él solo o lo más prudente era ponerlo en conocimiento de Jungkook? Estaba hecho un lío. Sus niveles de ansiedad nunca habían alcanzado cotas tan elevedas y temía que todo el mundo terminara dándose cuenta de que algo lo preocupaba en exceso o, lo que era peor, que terminara afectando a su rendimiento en el trabajo.

Había roto con la indecisión al finalizar la obra, cuando de regreso a los camerinos tuvo que aguantar una vez más las miradas perniciosas y los cuchicheos discriminatorios de Changwook y Jiho. Solía hacer la vista gorda, no perdía la esperanza de que si los ignoraba terminaran por cansarse; pero, tras su visita al psiquiátrico ya no era capaz de echárselo todo a la espalda.

Aquellos dos ya no le parecían tan inofensivos.

Se apeó del coche. El viento soplaba fuerte, transportando una lluvia fría que le aguijoneó la cara como si se le clavaran agujas de hielo en la piel. Echó a correr y buscó refugio bajo la estrecha marquesina del edificio. Una agradable oleada de calor lo envolvió cuando Jungkook abrió la puerta.

—¿Taehyung? ¿Qué haces aquí? —preguntó contrariado—. Vamos, entra. Te estás empapando.

Se hizo a un lado y cerró la puerta tras él.

El fragor de la lluvia se atenuó, aunque el destello de los relámpagos continuó siendo visible a través de la vidriera.

Taehyung se sacó el cabello húmedo de la frente y se enfrentó a la mirada curiosa y expectante de Jungkook. Se había puesto cómodo, vestía unos vaqueros ajados y una sudadera gris que llevaba remangada hasta los codos.

—¿Te sucede algo?

—Al acabar la función te busqué para decirte que quería hablar contigo en privado, pero cuando salí del camerino ya te habías marchado. Espero no haber interrumpido nada importante.

—No lo has hecho.

Taehyung no hizo ningún esfuerzo en disimular la gravedad del asunto que quería tratar con él, así que sintió que su mirada se intensificaba sobre él y que un halo de preocupación invadía su semblante.

—Subamos a casa. Estás congelado y se te ha mojado el abrigo.

Taehyung abrió el camino hacia las escaleras y entró en el desangelado y enorme salón seguido por él. La luz de la lamparilla que había a la entrada titiló como si estuviera a punto de producirse un corte del suministro eléctrico. Los ventanales eran rectángulos oscuros vapuleados por el constante azote de la lluvia y el viento, que silbaba en su enloquecido intento de filtrarse a través de los marcos de madera. Aunque la noche ofrecía un panorama nada tranquilizador, Taehyung se sintió seguro y a salvo en aquella casa, con Jungkook, lo cual hacía más sencillo abordar todo aquel complicado entramado que le bullía en la cabeza.

A su espalda, él colocó las manos sobre sus hombros y Taehyung se encogió como si hubiera accionado algún tipo de resorte.

—Deja que te quite el abrigo o agarrarás un resfriado.

Runaway ✿KookTae✿Donde viven las historias. Descúbrelo ahora