Capítulo 5 | Primera parte

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Impredecible

HARLEEN

—Me esperaste. Creí que te irías sin mí.

La voz de Hopper a mis espaldas me hace quitar la vista de la calle por la que acaba de desaparecer una moto negra siendo montada por un hombre de rasgos asiáticos.

Todavía un tanto anonadada, le sonrío a Hopper.

—Me acostumbré a tu compañía —le respondo aún de pie en la acera frente a la estación de policía.

—Sabía que terminarías acostumbrándote —dice satisfecho, comenzando a caminar en la misma dirección de siempre.

Si bien es cierto que la compañía de Hopper se me ha hecho una rutina a la salida del trabajo, la verdadera razón de que yo me haya quedado más tiempo del previsto afuera tiene nombre.

Yungui. Ese es el nombre. O, al menos, así es como suena.

Ya no más sueños húmedos con Dildo Extranjero. Ahora él tiene nombre. Después de una semana, lo tiene.

Acompaso mi andar al de Hopper mientras pienso en lo inesperado que fue el reciente encuentro con Yungui. La parte de mí que quedó saciada la noche en que lo conocí saltó de alegría cuando, al salir de mi turno de trabajo, identifiqué su figura. No obstante, una parte de mí se resistió a acercarse. Está claro cuál terminó ganando.

Lo bueno de esto es que ahora tal vez deje de andar distraída pensando en él y, consecuentemente, deje de perder mis pertenencias.

Palpo la parte frontal de mi uniforme, como si mi walkie-talkie fuera a aparecer como por arte de magia, y suspiro frustrada. Todavía no sé dónde carajos lo metí.

—¿Está bien si pasamos por el restaurante de mi tía Diane?

Es la voz de Hopper, otra vez, la que me saca de mi ensimismamiento. Hemos caminado tres calles ya, lo cual nos deja a dos de mi casa.

Vuelvo la vista a él, inquisitiva.

—Mi hermana comenzó a trabajar allí hoy y me gustaría sorprenderla —acota con un ligero encogimiento de hombros.

Pocas veces en mi vida he visto a hombres tan atentos con sus hermanas. Hopper es uno de esos. No importa qué haga o deje de hacer Anwen, su única hermana, él siempre se encarga de demostrarle su apoyo. En los tres meses que llevamos conociéndonos, creo que sé más acerca de ella que de él.

—Está bien —accedo—. ¿Es allí, no? —pregunto señalando la esquina contraria.

Hopper asiente con una sonrisa y, sin más, cruzamos la calle principal otra vez para llegar al restaurante de su tía materna. Este es el único en todo el pueblo que está abierto los trescientos sesenta y cinco días del año. Y, sin lugar a duda, el más bonito. Por algo está en la calle principal de La posada del rey.

—Te espero afuera —le digo, no obstante, una vez que estamos junto a los grandes ventanales.

Hopper superpone su labio inferior. Puesto que sigue uniformado, ese gesto solo hace que su expresión se vea más infantil y adorable.

—Entra conmigo, Dunn. Vamos. A mi hermana le alegrará verte —añade.

Que haya saludado con la mano un par de veces a Anwen no significa que ella me tenga aprecio, aunque su hermano parece pensar lo contrario.

Parpadea un par de veces con mueca suplicante.

—Bien —gruño—, pero solo un ratito.

No suelo ceder a las peticiones de las personas, razón por la cual tuve muchos problemas con mis superiores cuando estaba en la Academia de Policía, pero Hopper tiene algo que me obliga a ser menos dura.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora