Capítulo 11 | Segunda parte

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Tengo el sueño ligero. Siempre lo tuve. Y es por eso que, apenas mi móvil emite un suave pitido, me despierto. Abro los ojos y me inclino sobre la cama para alcanzar el aparato que reposa sobre mi mesilla de noche. Una luz verde titila en la parte superior.

Incluso con una considerable cantidad de alcohol aun recorriendo mis venas, soy capaz de procesar el hecho de que es temprano. La oscuridad rodeándome es una muestra de ello. Y la hora en la pantalla de mi móvil, cuando lo desbloqueo, la confirmación.

Son las 6:02 a.m.

Mi ceño se frunce apenas leo el mensaje que acaba de llegarme.

¿Estás despierta?

No tengo el número en mis contactos, lo que me confunde aún más.

Entrecierro los ojos, ya que la luminosidad de la pantalla me molesta, y trato de escribir.

Q.Uién e res?

Es tras enviarlo que lo releo y me doy cuenta de lo mal que he escrito. Al diablo. Tampoco es que esté escribiéndole a la presidenta. Sea quien sea, no debe seguir mucho los protocolos si escribe tan temprano.

Vuelvo a bloquear la pantalla del móvil para descansar mi vista. Entonces, dos minutos después, empiezo a considerar que fue un mensaje equivocado y me reacomodo sobre la cama, lista para seguir durmiendo.

Mi corazón da un salto cuando, antes de siquiera cerrar los ojos, oigo un potente rugido. Suena como el motor de un coche justo al otro lado de la pared. El sonido cesa de un momento a otro y es reemplazado por cuatro ligeros golpes de nudillos en la puerta principal de mi casa.

Mi piel se crispa.

¿Mantequilla?

Su voz, a pesar de ser alta, llega a mis oídos como si fueran un susurro. Un susurro que despierta cientos de emociones en mi interior. De pronto, estoy espabilada. Mi corazón va a mil.

Abre. Soy Yoongi.

¡Joder si no es él!

Y es que... diablos, su voz es inconfundible, así como esa manera tan natural que tiene de dar órdenes.

Me siento al borde de la cama y recién entonces soy consciente de mi desnudez. Suelo dormir desnuda; lo hago desde que vivo sola. Pero, justo ahora, no me vendría mal un pijama.

Mi móvil comienza a sonar mientras sopeso mis próximas acciones.

Es una llamada. Él me está llamando.

¿Qué diablos?

Sin pensármelo dos veces, agarro la primera camiseta holgada que encuentro en mi ropero y me la pongo. Apenas me cubre el trasero, pero no necesito más. Simplemente quiero saber qué hace Yoongi afuera de mi casa. ¡Son las seis de la mañana! ¡Dios!

Mi móvil no ha dejado de sonar cuando comienzo a moverme en dirección a la sala. Entonces, cuando abro la puerta, me encuentro con que Yoongi tiene el suyo pegado a la oreja. Deja caer la mano en cuanto me ve. Y, como si llevase horas practicando, dice:

—Ya tienes mi número.

Se ve más pálido de lo normal y eso es mucho decir. Además, luce tenso. Y sus ojos parecen cansados. Fuera de eso, es el Yoongi de siempre.

—Y a ti —digo

No sé muy bien cómo reaccionar a ello, aún no. Puede que tenga que ver con los cinco tragos que tomé en Sol Naciente. O tal vez con que acabo de despertar. Como sea, no creo que hubiese reaccionado de una manera muy distinta estando completamente sobria y desvelada.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora