Capítulo 12 | Primera parte

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Cerca y lejos

YOONGI

Necesito oírla. Necesito escuchar sus gemidos mientras entro y salgo de ella. Necesito esto más que ninguna otra cosa en mi vida. Necesito más.

Estar dentro de Harleen es la forma más rápida que he encontrado hasta el momento de calmarme. Y creo saber por qué es.

Desde que follamos, no la he oído gritar. Emite gruñidos, suaves jadeos, pero nunca grita. Rodeados de silencio, esto es aún más notorio. Y su respiración acelerada solo me hace querer apurar mis embestidas para hacerla llegar al gemido final, a ese gemido que me trae de regreso al aquí y ahora.

Aunque estoy ansioso por ver su expresión cuando llegue a la cima del placer, disfruto cada instante de escalada. Escalo con ella. Me monto al espiral de goce con ella. Jadeo en busca de aire con ella.

Tanto como me excita follarla, también me calma.

Estamos en el presente y eso es, junto al hecho de que Harleen es jodidamente caliente, todo lo que sé.

Me basta recordarla con la camiseta blanca puesta hace apenas una hora atrás, cuando estábamos en el sofá, para dejarme ir.

Me corro incluso aunque ahora esté completamente desnuda, con sus tetas presionándose en mi pecho y su vientre tan pegado al mío que ya no sé si el sudor es mío o suyo.

Mi liberación es tan avasalladora como su orgasmo, lo sé porque durante casi un minuto ni siquiera nos movemos. Solo soy consciente de cómo nuestras respiraciones van normalizándose y su aliento roza tentativamente mis labios.

Ella me calma, sí que lo hace.

—Eres intenso, Yoongi.

Abro los ojos, preguntándome en qué momento los cerré, y me encuentro con los suyos abiertos. Estos brillan. Son tan expresivos como su voz. Y eso que su voz es expresiva.

Mi nombre en su boca es una de las razones por las que me cuesta salir de su interior. Sé que debería hacerlo, pero la esperanza de que pronuncie una vez más mi nombre con ese acento suyo es grande.

Harleen tiene una voz menos aguda que la mayoría de las mujeres que he conocido y, sin embargo, suena extremadamente dulce cuando está saciada. Esto solo me incentiva a querer hacerla mía otra vez.

—Hazlo. Bésame.

Ella me saca del trance en el que he caído casi sin darme cuenta y en el que apenas he podido apartar la vista de su boca.

Tiene los labios resecos. Joder. Son hermosos.

Sacudo la cabeza.

—No puedo —gruño luego.

Realmente no puedo y me odio por ello, porque quiero besarla. Quiero besarla tan malditamente duro que nuestros labios duelan. Deseo un beso suyo incluso más que volver a follarla.

Como sé que evitar la tentación es la mejor manera de no caer en ella, me dejo caer sobre su cuerpo y apoyo la frente sobre la almohada, justo a un lado de su rostro.

—¿No puedes besarme pero sí correrte dentro de mí sin condón?

—Mierda —digo alarmado—. Lo olvidé.

¿Qué diablos? Nunca antes lo había hecho sin condón y ahora... ¿ahora simplemente lo olvido?

Ladeo mi rostro y hundo mi nariz entre su cabello suelto. Huele bien. Demasiado bien. Joder, sí, tiene sentido que me olvide del condón. Sus características inundan tanto mis sentidos que solo puedo pensar en ella.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora