Capítulo 30 | Segunda parte

373 63 61
                                    

Los segundos se vuelven minutos, y los minutos parecen horas, mientras conduzco de regreso a la casa de Harleen. Sin embargo, cuando detengo la moto fuera de su casa, en el mismo lugar que he aparcado decena de veces, el tiempo se detiene para mí.

De pronto, me siento pausado.

No sé qué estoy haciendo realmente, ni qué haré a partir de ahora, pero algo en mi interior me dice que cualquiera sea la acción que tome marcará un antes y un después.

Ya sin el casco cubriendo mi cabeza, inhalo hondo y me enfrento a la puerta. Pero, antes de que siquiera alce mi brazo para golpear su dura superficie con mis nudillos, esta se abre. Y ahí, delante de mis ojos, está ella.

Harleen está vistiendo una larga camiseta blanca y holgada, un pantalón corto deportivo que le llega a la mitad de los muslos y en los pies lleva las viejas Crocs que le vi usar dentro de la casa mientras estuvimos juntos semanas atrás.

Mis ojos regresan a su rostro cuando noto que retrocede un paso y pierde la compostura. Su posición pasa de altanera y decidida a dubitativa en un santiamén. No obstante, su mirada se mantiene firme.

—Dijiste que me necesitabas. Así que, dime —dice ahora cruzándose de brazos—. Dime en qué... en qué puedo ayudarte.

Su voz se debilita hacia el final de la oración y mi pulso se acelera.

Por primera vez desde que nos conocemos, me doy cuenta de que no necesito «algo» de ella. Sí, ahora sé exactamente por qué dije que la necesitaba hace media hora. Lo hice porque la necesito a ella. A toda ella.

Incluso cuando intenta poner una barrera entre ambos, ella sigue exponiéndose. Y no importa cómo luzca, ni cuánto trate de ocultarme sus emociones, me siento atraído por ella.

Mirarla es una necesidad. Es la necesidad más confusa que he sentido alguna vez.

—No... no lo entiendo —musito.

A pesar de que intenta lucir impasible, noto el diminuto surco que se abre lugar entre sus cejas.

—¿Qué cosa? —pregunta a duras penas.

No entiendo nada de lo que está pasándome. No entiendo cuándo comencé a tener esta necesidad de tenerla cerca. No entiendo por qué mi corazón duele y se calma cuando miro sus ojos. No entiendo cómo es que se convirtió en alguien tan importante para mí.

No entiendo. Esto no tiene ningún jodido sentido. Y, sin embargo, parece lo más natural del mundo. Es como si estar con ella fuese lo correcto.

Pero ¡joder!

—¿Por qué tú? —pregunto en voz baja, acortando la distancia entre ambos.

Incapaz de contenerme, levanto una mano y cojo su mentón, arrimándola aún más a mí.

—N-no sé de qué hablas.

Es su titubeo, más la forma en que parpadea, lo que me deja con una sensación opresora en el pecho.

—¿Por qué tenías que ser tú, Mantequilla? —le pregunto con la esperanza de que al menos ella tenga la respuesta.

Porque, definitivamente, yo no la tengo.

¿Por qué, entre todas las mujeres que he conocido, tenía que ser la que escogí para crear un plan de escape la que me hiciese sentir... así?

¿Por qué cada vez que estamos juntos empiezo a imaginar escenas a futuro que la incluyen?

¿Por qué siento que ella es todo lo que necesito?

¿Por qué justamente ella?

—Yoongi —jadea en cuanto junto nuestros rostros.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora