Capítulo 6

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Errores

YOONGI

Tan pronto como estrello mis labios contra los suyos, la tensión acumulada en mi cuerpo los últimos días se desvanece por completo. Así que, desesperado por tener más de esta sensación, ajusto mis manos en su trasero y la atraigo hacia mí, volviéndome a hundir en su interior.

Nuestras bocas se separan un instante por el impacto, pero de inmediato busco sus labios otra vez. Gruño cuando, en vez de reanudar el beso, Harleen acuna mi rostro con ambas manos y nos mantiene a un ápice de distancia.

Mi respiración espesa se funde con la de ella. Ambos jadeamos.

—¿No... que... que no podías? —pregunta entrecortado, entre una y otra embestida de mi parte—. Besarme —aclara.

Apoyo mi frente en la suya y abro los ojos; Harleen sigue con los suyos cerrados.

—Ahora puedo —digo sintiendo mi voz más ronca que nunca antes en toda mi vida.

Inmediatamente después, deslizo mis manos hasta sus muslos y los separo para hacerme más lugar entre sus piernas. Voy más profundo esta vez y Harleen gime en respuesta. Aprovecho que abre la boca para volver a besarla.

Es suave. Carajo. Su boca es suave y maleable. Y tan jodidamente adictiva que no es hasta que siento cómo ella envuelve sus piernas en mi cintura, y me empuja hacia sí con vehemencia, que me doy cuenta de que al centrarme en besarla me he quedado inmóvil dentro de su cálida estrechez.

Comienzo a bombear otra vez, esta vez más lento, mientras mi boca busca constantemente la suya. Mordisqueo y chupo su labio inferior a destiempo a la vez que mis caderas aumentan la velocidad de las embestidas.

Harleen rompe el beso para recuperar el aliento y su respiración agitada choca contra mis labios haciéndome perder más y más la poca cordura que me queda.

Hundo la cabeza entre su cabeza y hombro y, desesperado por seguir saboreándola, arrastro mi lengua contra su piel. Ella rodea mi cuello con sus brazos y hunde sus talones en mi espalda baja ante los nuevos roces. Abro mi boca y beso la zona donde su pulso se siente más fuerte. Harleen echa la cabeza hacia atrás. Entonces, incapaz de contenerme, succiono ese tramo de su piel con fuerza y no me separo hasta que sé que he dejado una marca. Mi marca.

—¿Qué... qué has hecho? —susurra con su voz cargada de deseo.

Supongo que el placer que siente es mayor que el dolor agudo que pude provocarle, pero de todas formas beso suavemente el lugar que acabo de succionar y luego le doy una lamida, lenta, para hacerla olvidar de ello por un instante.

—Yoon... gi —jadea, entre insistente y suplicante.

—Es para que me recuerdes —respondo levantando la cabeza para mirarla frente a frente.

Ella, para mi sorpresa, tiene los ojos abiertos. Y una sonrisa perezosa ha usurpado sus labios.

—Quieres que te recuerde —dice.

No es una pregunta y, por la forma en que su sonrisa sigue creciendo, creo que tampoco es una observación inocente. Ella sabe cuánto me ha afectado esto. Ella cree que ha ganado.

Bueno, mierda, puede que ella haya ganado esta vez. Pero ¿qué más da? Yo también he conseguido lo que quería.

Bajo la vista y, aún dentro de su apretada vagina, roto mis caderas.

La sonrisa de Harleen poco a poco se difumina, pero no cierra los ojos. En cambio, posa sus manos sobre mi pecho y desvía la mirada a ese lugar. Luce abstraída, lo que me hace querer follarla con más fuerza para que regrese su atención a mí.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora