Capítulo 39 | Segunda parte

459 62 55
                                    

Yoongi me abraza fuerte durante lo que parece una hora. Con su rostro hundido en mi cuello, de la misma forma que antes pero con un nuevo sentimiento, se mantiene pegado a mí. Él no me suelta hasta que se lo pido. Pero, entonces, lo hace solo unos segundos para ponerse de pie y luego guiarme a la cama, donde no tarda en volver a abrazarme y así, pegado a mi cuerpo bajo las mantas, dormirse.

Él se durmió tan rápido que no tuvimos tiempo para aclarar nada. Como la mayoría de las veces, Yoongi prefirió el silencio. Su silencio. Él volvió a callar.

Tras la escena que vi, entiendo que no haya querido cruzar palabras. De alguna forma, sus lágrimas hablaron por él, y dudo que alguna vez se haya permitido llorar frente a alguien. Sin embargo, no me siento privilegiada; verlo en ese estado hizo estragos en mí. Maldición. Sigo tratando de reponerme de ello. Y por esto es que sé que él no me eligió como espectadora. Estoy convencida de que, si por él fuera, jamás se hubiese permitido ser tan vulnerable delante de mí. Algo hizo que se derrumbara. Algo que jamás esperó que sucediera. Algo que no pudo controlar.

Todavía envuelta en sus brazos, contengo la respiración.

Algo desató su crisis y creo saber qué.

A pesar de haber estado sumida en mi propio dolor dentro del baño, puedo rememorar sus palabras, su desesperada súplica.

No llores, por favor.

Hasta entonces, jamás había oído un «por favor» salir de su boca. Pero, lo hizo. Con su voz repleta de agonía, me pidió que parara, que dejara de llorar.

Él no pudo soportarlo.

Aprieto los ojos con fuerza, para retener las lágrimas que amenazan con abandonarme, y tomo una respiración profunda. Instantáneamente, los brazos de Yoongi se aprietan a mi alrededor, como si temieran que fuese a escapar.

Sé que sigue dormido porque su respiración suena serena, pero dudo que esté descansando con la tensión que atenaza su cuerpo.

Esperando no despertarlo, me remuevo hasta voltear y quedar cara a cara con él. Si bien sus mejillas están secas ahora, al mirarlas me es imposible no recordar las lágrimas que vi deslizarse por allí. Jamás imaginé que él fuera tan... frágil. Me bastó ver esas gotas cristalinas resbalando por su rostro para darme cuenta de que, por dentro, Yoongi es más sensible de lo que aparenta.

No me dejes, Mantequilla. Tú no.

El eco de sus palabras hace que un par de lágrimas traicioneras me abandonen. Estas escapan por el rabillo de mis ojos y, debido a la misma gravedad, dejan un surco tibio por mi piel hasta estrellarse contra la almohada.

Junto los párpados y hundo mi rostro su cuello.

Sus latidos son constantes. Me calman.

Sin pensármelo mucho, presiono mis labios en su pecho, justo debajo de la base de su cuello.

—Te amo, Yoongi —susurro tan bajo que ni siquiera yo logro escucharme.

Amo al motociclista que conocí en La posada del rey y que, casi sin darme cuenta, dejé que pusiera mi vida patas arriba. Amo al tipo directo que me pidió sexo casual el mismo día en que nos conocimos. Amo al hombre que, aun cuando tuvo lo que buscaba, volvió a mí. Amo a Choi Yoongi y no me da miedo admitirlo.

Pero, más me amo a mí misma.

Y no importa cuántos errores haya cometido, o cuántas cosas pude haber hecho mejor, sé que merezco más de lo que Yoongi me ha ofrecido hasta el momento.

Merezco sinceridad, transparencia y un amor correspondido.

Yoongi ha sido honesto la mayor parte de las veces, pero sigue sin darme verdades completas.

CHERNÓBIL | YoongiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora